Religion

La moraleja de la Navidad más accidentada del Papa: “No permitamos que nos venzan las caídas”

En la misa de la Epifanía, Francisco apela a fortaleza de Dios frente al coronavirus que obligó a cerrar el Vaticano y a una ciática que canceló su agenda

La imagen muestra al Papa Francisco frente a una escena de la Natividad durante el rezo del Ángelus en la librería del Palacio Apostólico en El Vaticano
La imagen muestra al Papa Francisco frente a una escena de la Natividad durante el rezo del Ángelus en la librería del Palacio Apostólico en El VaticanoVATICAN MEDIA HANDOUTEFE

Que Francisco no arrancó 2021 con buen pie, es una realidad. Una ciática le obligó a ausentarse tanto de las vísperas y del Te Deum de Nochevieja como de la Misa de Año Nuevo. Un confinamiento de reposo dentro de la clausura obligada por la pandemia que ha hecho que las celebraciones del Vaticano tuvieran lugar prácticamente a puerta cerrada con una presencia simbólica de curiales y fieles, los permitidos por las limitaciones de aforo.

Ayer daba carpetazo a estas Navidades inusuales para cualquiera y, especialmente accidentadas para él. Lo hacía repuesto de su dolor de espalda, a juzgar por como se manejó en la misa de la Epifanía y en el ángelus posterior. Su homilía jugó a ser un recetario que bien pudo aplicarse él mismo, ante las dificultades con las que se ha topado en estos días.

“Cuando fijamos la atención exclusivamente en los problemas, rechazando alzar los ojos a Dios, el miedo invade el corazón y lo desorienta, dando lugar a la rabia, al desconcierto, a la angustia y a la depresión”, reconoció el Papa en una basílica de San Pedro a medio gas. A continuación, se sirvió del profeta Isaías para aprender a romper esta dinámica de la fatalidad. “Levanta la vista”, parafraseó el Papa, sin ánimo de elaborar un falso manual de autoayuda, sino con los pies aterrizados en la realidad: “Cuando elevamos los ojos a Dios, los problemas de la vida no desaparecen, no, pero sentimos que el Señor nos da la fuerza necesaria para afrontarlos”.

Francisco planteó que la fe permite precisamente “mirar de un modo nuevo los problemas y las angustias, sabiendo que el Señor conoce nuestras situaciones difíciles, escucha atentamente nuestras súplicas y no es indiferente a las lágrimas que derramamos”.

Para el pontífice argentino, el peregrinar de los magos de Oriente a Belén se convierte en una invitación para “dejarnos instruir por el camino de la vida, marcado por las inevitables dificultades del viaje. No permitamos que los cansancios, las caídas y los fracasos nos empujen hacia el desaliento”. Y todo, con el convencimiento de que “la vida no es una demostración de habilidades, sino un viaje hacia Aquel que nos ama”.

Y es ahí donde el Papa Francisco introduce lo que se atreve a bautizar como “realismo teologal”, esto es, a la capacidad de ver más allá de lo evidente para redescubrir a Dios en el mundo. “Este modo de ‘ver’ que trasciende lo visible, hace que nosotros adoremos al Señor, a menudo escondido en las situaciones sencillas, en las personas humildes y marginales”, compartió en una homilía en la que instó a los cristianos a convertirse en “adoradores” que sean “capaces de manifestar con la vida su designio de amor, que abraza a toda la humanidad”.