La opinión de Paloma Pedrero
Ángeles de la guarda
Entre las perdidas más dolorosas de la tragedia de Valencia se encuentran las de aquellos que no pudieron salvar a sus animales
Me uno a las condolencias por las víctimas del incendio de Valencia. Por el horror de los que murieron o quedaron heridos, por el dolor terrible de familiares y amigos de los fallecidos, por las pérdidas y el trauma de los que consiguieron salir o no estaban en su apartamento en el momento del fuego. Y entre las perdidas más dolorosas se encuentran las de aquellos que no pudieron salvar a sus animales, y que según dicen las noticias, son muchos. Muchos los que corrieron a por su perro, su gato o su pajarito enjaulado y ya no pudieron entrar a por ellos. Habría que contar a estos seres vivos, amados y sintientes, como víctimas también de la tragedia. La mayor diferencia es que quizá estas pobres mascotas asfixiadas perecieron sin ser conscientes de su propia desaparición.
Todavía no se sabe a ciencia cierta que provocó la deflagración. En lo que sí están de acuerdo los entendidos es que algún fallo humano o de colectivo humano, por ignorancia, dejadez o avaricia, es la causa. Los accidentes suelen ocurrir por esto casi siempre. Ahora, hasta muchos de los que ocasiona la naturaleza, vienen provocados por la mano del hombre, nosotros y nuestra inconsciencia, egocentrismo y avidez.
También es cierto, aunque no es el caso de Valencia, que la mayor parte de los incendios ocurren en contextos empobrecidos como infraviviendas, cárceles, geriatricos, residencias de estudiantes o edificios abandonados ocupados por personas sin hogar… El origen estar en cortocircuitos por fallos en los cables, enchufes… Y esos cigarros que se dejan encendidos y prenden los habitáculos.
¿Vamos a empezar a sufrir ahora los provocados por esos nuevos materiales de las fachadas? Espero que esto sea un aviso para corregirlo urgentemente. El juego de los balones fuera que estamos viendo no traerá soluciones. Es tremenda nuestra incapacidad para asumir responsabilidades. Y hay que encontrarlas. Sin embargo, con todo lo que hacemos mal, no dejo de pensar que tenemos una multitud de ángeles de la guarda.
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