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Antonio del Castillo: «Creo que mi hija puede estar en el Guadalquivir»

De Marta sólo le quedan recuerdos y fotografías, pero sigue hablando con ella en silencio. Afronta la nueva búsqueda en el Guadalquivir con esperanza contenida. Los ocho años transcurridos desde su asesinato no le van a parar. Hoy, más que nunca, necesita encontrarla.

Antonio del Castillo
Antonio del Castillolarazon

De Marta sólo le quedan recuerdos y fotografías, pero sigue hablando con ella en silencio. Afronta la nueva búsqueda en el Guadalquivir con esperanza contenida. Los ocho años transcurridos desde su asesinato no le van a parar. Hoy, más que nunca, necesita encontrarla.

Se acaban de cumplir ocho años de la desaparición de Marta del Castillo. La familia de la joven se debate entre el dolor de su ausencia, acrecentado por tan triste aniversario, y la esperanza de hallar su cadáver después de que el ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido, anunciase que se va a buscar su rastro, de nuevo en el Guadalquivir. Desde el 24 de enero de 2009, Eva y Antonio, sus padres, sostienen una lucha diaria contra la desesperación de no hallarla, contra el silencio de los que conocen dónde está y callan, pero también una contienda interna, quizá más cruel, en la que deben aplacar la rabia y la furia visceral que a veces les brota, para actuar de forma contenida: «Nacho, ¿dónde me llevaría eso?», se pregunta Antonio. «Soy un ser humano al que han robado una hija. ¡Claro que se me han pasado ideas por la cabeza! Cualquiera se las puede imaginar, y quizá, si no tuviese otras dos hijas a las que cuidar, podría haber cometido una locura, pero aquí estoy, cumpliendo la ley, aunque los que imparten justicia me hayan decepcionado». Es la primera respuesta de una larga entrevista que Antonio del Castillo ha concedido a LA RAZÓN en la que, aunque es renuente a hablar de sentimientos, abre su corazón y también destapa episodios desconocidos de la intrahistoria del caso.

–Han pasado ocho años desde que su hija desapareciera, ¿en qué ha cambiado su vida en este tiempo?

–En todo. Yo era una persona normal y corriente con una familia normal y corriente. Éramos felices. Ahora, después del asesinato de mi hija, llevo una doble desgracia encima: además de perder a Marta no la encuentro. Estoy todo el día pensando en ello, en por qué no dicen dónde la escondieron, en dónde estará y tantísimas cosas. De ella ya sólo nos quedan recuerdos y fotografías.

–¿Está Marta siempre presente?

–Sí, siempre. Tú has estado en casa y te habrás fijado que tenemos fotos de nuestras tres hijas, pero de Marta hay más. Y no sólo imágenes, también Eva y yo hablamos de ella con normalidad. Si una hermana se parece o hace los mismos gestos que ella, lo comentamos. Las chicas suelen ser más contenidas. De hecho, me sorprendió que el otro día vi en el Facebook de la pequeña que había escrito cosas de Marta el día del aniversario de los hechos. Me sorprendió porque no suele. La mayor también puso sus cosillas. Me gustó que lo hicieran.

–¿Y con ella? ¿Habla con Marta?

–Sí, lo hago, internamente y en silencio. Tengo mis conversaciones. Lo que peor llevo es que a veces pierdo recuerdos de Marta. Se me difumina su cara o no soy capaz de evocar un gesto. Es frustrante. Hay una secuencia que no se me olvidará nunca. El último momento que la vi. Estaba con Miguel Carcaño, en el portal. Esa imagen no me la borro de la cabeza. En realidad, de ese día no olvido nada. Lo tengo muy fresco. Hasta la charla que tuvimos durante el almuerzo.

–Que en ese recuerdo esté su asesino debe ser doloroso.

–Bueno, yo pienso en ella. Me fijo en mi hija y aparto al otro. No sé si querrá decir algo, pero muchas veces, cuando pienso en ella, se me vienen a la cabeza las ocasiones que, desde la ventana de la cocina, la veía llegar a casa después de estar con sus amigos. Me acuerdo de ella regresando, pero es cierto que hay cosas que se te van borrando. Hay veces que pienso en cómo sería ahora con 25 años, qué carrera habría estudiado, si tendría carné, si estaría trabajando.

–Hay gente que os ha recomendado cerrar ya la búsqueda y mirar hacia delante. ¿Por qué Eva y tú la seguís buscando?

–Esa gente habla sin saber qué se siente cuando te han asesinado a una hija. Yo sólo puedo pensar dónde estará. Eso no te lo quitas de la cabeza. Piensas que estará tirada en cualquier sitio, en una cuneta, en el fondo del río, tirada como un perro. Necesito encontrarla para que no esté por ahí, arrojada como un animal. Así logro hacerla más humana, sentir que la cuido y darle una sepultura digna. No cerraré esa etapa hasta que encuentre el cuerpo. No podré parar mientras mi hija esté tirada por ahí.

–La Policía ha buscado a Marta en el Guadalquivir, en la Majaloba, en Camas, en un vertedero... ¿Ha buscado tú a Marta por su cuenta?

–Tú sabes que sí. Trato de buscarla solo, sin molestar a la Policía. Cuando necesito ayuda tiro de familiares, de amigos y de buena gente que se ofrece a colaborar de forma desinteresada. Se trata de llamar poco la atención; si la gente me ve en el campo sabe que no estoy tomando el sol. La he buscado en La Rinconada, La Algaba, en una zona del Guadalquivir, en Camas...

–¿Por qué en esos sitios?

–Por informaciones que me van llegando. Por ejemplo, en el río busqué en otro sitio que nada tiene que ver con el que estamos hablando ahora. Miré debajo de un puente porque cuatro videntes diferentes, que no se conocían entre ellas, me dijeron que estaba allí. Yo no creo en esas cosas, pero como era la primera vez que cuatro coincidían en el mismo lugar, decidí quitarme esa posibilidad de la cabeza y lo hice por mi cuenta con la ayuda de unos voluntarios que me regalaron su tiempo.

–¿Encontró algo?

–Muchas urnas funerarias, supongo que con cenizas de personas fallecidas, porque no las abrimos. Las respetamos y las dejamos donde estaban.

–¿Cuántas videntes, visionarios o pitonisas se le han acercado en este tiempo?

–No te podría decir. Un montón. Casi todos tenían el convencimiento de saber dónde estaba. Unos decían que Marta les hablaba y hasta hubo una mujer que me trajo una grabación con sicofonías de la supuesta voz de Marta. Decía cosas como «Papá ayúdame», me han hecho esto y lo otro, me han dejado aquí tirada, «por qué no vienes» y cosas así.

–¿Le pedían dinero?

–No, jamás me pidieron dinero. Es gente que llega con buena voluntad y que dice que tienen un don, pero yo no creo nada. No conozco ningún caso que se haya resuelto por videntes.

–¿Alguien le ha intentado estafar en todo este tiempo?

–Hubo una persona en un bar en el barrio que empezó a decirle a mi suegro que conocía al abuelo de Samuel, que hablaba con él, que Samuel quería hablar con nosotros, hasta que empezó a pedir dinero. Cuando me lo contó me sonó mal y me metí por medio. Al final se lo llevó la Policía y nos confirmó que quería embaucarnos. Otra gente sí ha aportado información interesante. Por ejemplo, el infiltrado. Yo le estoy muy agradecido. Le han tratado de desprestigiar, de criticar, dicen que si es un delincuente, y yo me pregunto: ¿un sacerdote, con todos los respetos, se habría podido infiltrar en la familia del «Cuco» y averiguar todo lo que él ha sacado? Pongamos un poquito de lógica. Gracias al infiltrado hemos averiguado que los padres del menor mintieron en el juicio. Su testimonio, más las grabaciones, más la declaración de otro testigo, con el que habló la Policía en su día, pero no dejaron nada escrito, demuestran que es falso que a la una y media de la madrugada estuviesen dando un beso a su hijo en la cama. Si dijeron eso fue para dar una coartada al «Cuco». Ahora les pueden condenar a dos años de cárcel.

–¿La nueva búsqueda nace también de un anónimo?

–Un día se me acercó un hombre que me habló del nuevo lugar, de trayectos lógicos y recorridos. Pedí ayuda a Luis Avial, el geofísico, se elaboró un informe que argumenta en base a indicios muy interesantes que ese nuevo punto del Río Muerto pueda ser el correcto. De hecho hay testigos que lo avalan. El dueño de un bar, que ya declaró en su día, les vio empujando la silla de ruedas. Pensó que quizá iban hacia los contenedores de basura, pero realmente no lo sabe. A unos metros de allí hay una nueva persona que asegura que los vio en la parte trasera del hospital, también con una silla de ruedas. Hay doce minutos andando hasta el río. Es perfectamente factible que la arrojaran allí.

–¿Cómo se enfrenta a la nueva búsqueda?

–Con esperanza contenida. Sinceramente creo que mi hija puede estar ahí, pero tampoco me quiero hacer grandes ilusiones por si luego no la encuentran. La Policía ya ha buscado unas cuantas veces sin resultado. Espero que sea la última vez que se busque.

–La noche en que Luis Avial hizo el primer rastreo en la barca para estudiar del fondo del río se quedó durante horas quieto en la orilla, fumando. ¿En que pensaba en esos momentos?

–Que mi hija podía estar ahí debajo, pero es que la podía tener casi a los pies. Llevar ocho años ahí y que nadie la hubiera visto. Las aguas son turbias y hay tres metros de profundidad. La tienes delante y es que no lo ves, no ves nada. También pensaba en lo buena que es la gente. Fran, responsable del club de remo, se quedó esa noche fuera de su horario para ayudarnos. Desde aquí le quiero dar las gracias.

–¿Os habéis planteado ofrecer una recompensa por averiguar el paradero de Marta?

–Ya la hubo. Una de un millón de euros que no sé quien la ofreció. Pero fíjate qué curioso que en las grabaciones del infiltrado se escucha a la madre del «Cuco» diciendo que ellos podían pedir la recompensa y cómo podían hacerlo para no verse involucrados.

–¿Miguel Carcaño sabe donde está el cuerpo?

–Estoy seguro, pero ha dado tantas versiones que ya nadie le cree. Yo me quedo con la última, en la que señaló a su hermano, Francisco Javier, y dijo que él la asesinó. Esa creo que es la real, pero quien está en la cárcel es Miguel. Lleva ocho años en prisión y ya podría disfrutar de sus primeros permisos. Pero yo me opondré siempre a que salga mientras no diga la verdad de dónde está mi hija y la encontremos. Yo por encontrar a mi hija daría lo que fuera, aunque me doliera ver por la calle a Miguel Carcaño.