Brote de ébola
Apartada de su trabajo por «mirar» a Teresa: «Me están haciendo el vacío»
Repudiados y estigmatizados. Así definió Máximo González Jurado, presidente del Consejo General de Enfermería, la situación de los profesionales sanitarios que durante las últimas semanas se han visto involucrados en el tratamiento de Teresa Romero. Y el miedo –o mejor dicho, el desconocimiento– al ébola y a sus formas de contagio está provocando situaciones difíciles de creer y de aceptar. La más reciente ha tenido lugar en el Hospital Fundación Alcorcón, el centro en el que Romero fue ingresada en primera instancia y donde no pasó ni 24 horas.
Según informan a LA RAZÓN fuentes de Comisiones Obreras de este hospital madrileño, una trabajadora del área de Urgencias ha puesto en conocimiento del sindicato la dramática situación por la que está atravesando. Esta persona se encontraba en el centro la madrugada del 6 de octubre, cuando Romero fue ingresada. Sin embargo, y al contrario que ha ocurrido con otros trabajadores de Alcorcón o del Carlos III, la afectada no tuvo contacto directo ni trató a la paciente. Es más: «No estuvo ni a 5 metros de distancia, sólo la vio en la lejanía, como puede ver a muchas otras», afirman fuentes sindicales. Esta trabajadora comparte su jornada laboral con otra profesión, de tal forma que el 50% de su tiempo lo pasa en el hospital del Alcorcón y la otra mitad trabaja para otra empresa ajena al sector sanitario. Así, informó al sindicato de que estaba sufriendo «exclusión» en este segundo trabajo, hasta el punto «de que la han obligado a tomarse un mes de vacaciones». Algo que se produjo cuando se enteraron de que trabajaba en dicho hospital. «Me están haciendo el vacío», comentó la afectada, de tal forma que la Federación de CC OO ha puesto a su disposición su asesoría jurídica.
Con todo, este caso ha trascendido el ámbito laboral. Las citadas fuentes aseguran que esta mujer también ha sufrido rechazo de índole personal. Por su vecindario también ha trascendido el hecho de que estuvo relativamente cerca de Teresa Romero, lo que ha dado pie a situaciones desagradables. Así, evita bajar con sus hijos a un parque cercano para evitar que los pequeños vivan episodios de rechazo por parte de los vecinos. Del mismo modo, comercios que antes frecuentaba con toda naturalidad le están cerrando las puertas: gimnasios y peluquerías «intentan» que esta persona no entre, «creando situaciones incómodas» a tal efecto. «Puede resultar incómodo a la gente y pueden dejar de venir. Por motivos del negocio, me gustaría que no vinieras», es el argumento esgrimido por estos comercios.
Del mismo modo, y como adelantaba esta semana González Jurado, los episodios de «rechazo familiar» también se han hecho patentes en este caso, y no parece que vayan a acabarse hasta que pase un tiempo prudencial. Todo ello ha llevado, y como ha ocurrido con otros trabajadores de Alcorcón y del Hospital Carlos III de Madrid, a que CC OO haya puesto a su diposición su servicio de apoyo psicológico.
«Me siento incomprendida por la ignoracia de la gente», ha comentado esta persona. Del mismo modo, cree que parte de su situación de debe a que las administraciones, más concretamente la Consejería de Sanidad de Madrid y el Ministerio de Sanidad, «sobre las formas reales de contagio del ébola. Deberían haber quitado el miedo, y ahora lo estamos sufriendo los demás», asegura.
Pese a que Teresa Romero apenas pasó unos horas en el centro de Alcorcón –al día siguiente fue trasladada al Carlos III–, ya es el segundo caso de rechazo social que vive este hospital madrileño. El anterior afectó al hijo de una enfermera: el director de su colegio le pidió poner al pequeño «en cuarentena». Afortunadamente, y según afirmaron a este diario fuentes del hospital, este conflicto parece haberse «solucionado» de forma satisfactoria.
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