Ingeniería
Describen cómo las células se preparan para consumir azúcares o grasas
La verdadera digestión de los alimentos se produce en todas y cada una de las células del cuerpo y un equipo del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) ha descrito cómo éstas son capaces de adaptarse y regularse molecularmente para elegir si alimentarse de azúcares o grasas.
Este proceso se describe en la revista «Cell Metabolism» y según explica a Efe el investigador del CNIC José Antonio Enríquez, principal autor del trabajo, el tipo y el momento en el que se encuentra la célula determinan lo que ésta va a comer.
Mientras unas consumen preferentemente azúcares -como las neuronas-, otras se alimentan fundamentalmente de grasas.
Sin embargo, continúa este científico, hay células que cambian de uno a otro nutriente, para lo que se adaptan molecularmente.
«Lo que describimos en este trabajo es cómo se dan cuenta de que deben cambiar», detalla Enríquez.
Para garantizar un uso eficiente de los alimentos, las células tienen sistemas que les permiten capturar y transportar a su interior los nutrientes, describe el CNIC en una nota.
En el interior de las células, los alimentos son distribuidos hacia las mitocondrias, la parte celular especializada donde los nutrientes se queman para extraer su energía.
Tanto la glucosa como los ácidos grasos terminan quemándose en las mitocondrias y las células se ajustan dependiendo de si su principal combustible viene de azúcares o grasas.
«Este ajuste es equivalente al que necesitamos hacer en una caldera de gas, cuyos quemadores se adaptan a la utilización de butano o gas ciudad», subraya el investigador del CNIC.
¿Y qué puede variar la disponibilidad de alimentos y que una célula tenga que adaptarse? Una modificación en la dieta -si se come mucho, lo primero que las células consumen es glucosa-, hacer ejercicio o un período de ayuno, pero también una infección (al activarse las células inmunitarias para defender al organismo, las células cambian y eso puede modificar el «gusto» por la grasa o el azúcar).
Todas estas situaciones hacen que las células, sus mitocondrias, tengan que «habituarse»: La mitocondria debe adaptar sus «quemadores» -llamados técnicamente cadena de transporte eléctrico o CTE-.
«La adaptación de la CTE mitocondrial era conocida, pero no las señales que promovían este cambio y las moléculas responsables del mismo», apunta Enríquez.
Para que la mitocondria pueda quemar los alimentos necesita oxígeno, por lo que se produce agua y CO2, además de energía.
Sin embargo, cuando sus «quemadores» no se ajustan perfectamente al tipo de nutriente que consume -cuando pasa de quemar azúcar a grasas- se producen además derivados del oxígeno, como el agua oxigenada.
La producción de agua oxigenada activa un sensor que interpreta que algo falla en los «quemadores» y da la alarma.
Lo hace modificando uno de los quemadores, una acción que luego es reversible (por si tiene que quemar glucosa de nuevo).
Ahora los científicos buscan qué molécula es la que revierte esta situación y por qué a veces falla este mecanismo de adaptación.
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