Ciencia
El dinosaurio que vino de Egipto
El hallazgo de una nueva especie en África podría resolver un misterio paleontológico: ¿por qué hubo tan pocos en el continente?
El hallazgo de una nueva especie en África podría resolver un misterio paleontológico: ¿por qué hubo tan pocos en el continente?
En África no aparecen dinosaurios. O aparecen muy pocos. Es notable la escasez de registro fósil relacionado con el Cretácico en ese continente. Al menos si se tiene en cuenta que, por extensión, las probabilidades de hallar restos de entre hace 100 y 66 millones de años deberían ser altas. Y no es que por aquellos lares no caminasen los grandes reptiles. Una mezcla de condicionante orográfico (los fósiles se localizan mejor en terrenos semiáridos que en el corazón del bosque húmedo) y déficits de estructura (las universidades de muchos países africanos no cuentan con recursos) provoca la sorprendente falta de resultados. Y dicha laguna de datos resulta muy frustrante para la ciencia, porque el continente experimentó los mismos cambios geológicos y biológicos que condicionaron el modelo de biodiversidad que siguió a la presencia de los saurios en el resto del planeta. Conocer la relación entre esos factores y los que acontecieron globalmente es de gran interés para los investigadores.
Ayer, un nuevo descubrimiento podría ayudar a entender un poco mejor la página en blanco de la historia paleontológica africana. Un equipo de científicos de la Universidad egipcia de Mansuara ha anunciado el hallazgo de una nueva especie de dinosaurio descubierta bajo las arenas del desierto del Sahara. Se trata de Mansourasaurus shahinae, un animal del tamaño de un autobús, de cuello largo, herbívoro y ardonado con grandes placas óseas debajo de la piel. Este nuevo miembro de la familia de dinosaurios aporta información clave sobre la evolución de su especie durante el Cretácico.
En las primeras etapas de la existencia de los dinosaurios sobre la Tierra (el Triásico y el Jurásico) todos los continentes permanecieron unidos en un sólo territorio gigantesco conocido como Pangea. Fue en el Cretácico cuando Pangea empezó a quebrarse y afloraron las primitivas formas de lo que hoy son los diferentes continentes. Pero no existe certeza científica de hasta qué punto lo que hoy es África estuvo bien conectada con otras masas de tierra del Hemisferio Sur o con lo que hoy es Europa. En otras palabras: los animales ancestrales africanos ¿vivieron relativamente aislados durante milenios o tuvieron un contacto fluido con especies de otros continentes? Mansourasaurus pretende responder estas dudas.
Los estudios realizados sobre su anatomía denotan que este animal tiene rasgos que lo emparentan más con dinosaurios europeos o asiáticos que con dinosaurios hallados en África o en América. Esto demuestra que los grandes animales que vivieron en África al final del Cretácico no lo hicieron aislados y que, en los últimos estadios de la presencia de los grandes saurios, las especies africanas y las europeas se interrelacionaron.
Este dinosaurio pertenece a la familia de los Titanosaurios, un grupo de saurópodos herbívoros y cuellilargos que eran muy comunes en todo el planeta, al cual pertenecen algunos de los animales más grandes que han habitado la Tierra. Pero el Mansourasaurus era un espécimen más bien pequeño. Aún así, su valor es incalculable. Se trata del dinosaurio con el esqueleto mejor conservado de ese periodo en África. Se mantiene parte del cráneo, la mandíbula inferior, el cuello y algunas vértebras, un hombro, algunas costillas, restos de patas... El grado de conservación es tal que los autores del hallazgo lo han catalogado como el «Santo Grial» de la paleontología del Cretácico en África. Un pieza del puzle que va a revolucionar los futuros conocimientos sobre un periodo que aún permanece oscuro.
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