Ciencias humanas
La edición de genes cura una distrofia muscular
Una investigación en ratones usa por primera vez la «milagrosa» técnica CRISPR de corta-pega genético
Una investigación en ratones usa por primera vez la «milagrosa» técnica CRISPR de corta-pega genético
Cambia el año, pero algunas cosas permanecen. Quedan inmutables, por ejemplo, ciertos tópicos. Como aquel que nos recuerda que «hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad». Sí. Porque de ningún otro modo puede interpretarse que en cuestión de un par de meses el que todos dábamos por avance científico más prometedor para el año 2016 ya haya producido su primer resultado espectacular. Ha pasado, en semanas, de ser una promesa a convertirse en realidad.
Recuerdan, seguro, que hace poco recogíamos en estas páginas la lista de mejores hallazgos de 2015 según los expertos de la revista «Science». Y en la cabeza se encontraba una técnica de nombre adacadabrante: «cortas repeticiones palindrómicas espaciadas y agrupadas regularmente», más conocida por sus siglas CRISPR o el mote de «corta-pega» genético.
Repasemos la lección. La inspiración de este hallazgo nace del estudio de las bacterias. Ellas, como nosotros, enferman. Y, como nosotros, lo hacen porque son atacadas por virus. Desde hace décadas se ha estudiado cómo se las ingenian las bacterias para defenderse y se sabe que utilizan una suerte de camuflaje de ADN. Bacterias como E. coli o S. thermophilus presentan en su ADN unas secuencias repetitivas, muy cortas, separadas en intervalos regulares que sirven como espacios para insertar ADN de un virus atacante. cuando una bacteria es infectada por un fago, se las apaña para cortar parte del ADN del invasor e incorporarlo al suyo propio. De ese modo, cuando vuelven a ser atacadas pueden reconocer al virus y defenderse de él. En 2012 comenzó a trabajarse con la posibilidad de replicar este comportamiento en animales superiores o en humanos. ¿Y si logramos cortar y pegar fragmentos de ADN para reparar daños moleculares que generan enfermedades? La técnica CRISPR ha logrado fabricar «cuchillas» moleculares que se insertan en una secuencia genética y cortan el fragmento deseado. Por ejemplo, se puede eliminar el trozo de ADN que hace que un parásito transmita una enfermedad. O se puede insertar en un ADN enfermo (el embrión de un niño predispuesto a padecer un mal congénito) una secuencia molecular sana.
Hasta aquí, la teoría. Porque ayer mismo tuvimos conocimiento de una de las más espectaculares aplicaciones prácticas de la idea. Tres grupos independientes de investigadores han demostrado que se puede utilizar CRISPR para tratar enfermedades genéticas graves que afectan al desarrollo de los músculos. De hecho, gracias a esta técnica, han logrado recuperar la función muscular normal de ratones que sufrían algo parecido al síndrome de Duchenne, una tipología de distrofia. Y lo han hecho, además, después del nacimiento de los animales, sin modificar la línea genética germinal en el embrión.
El síndrome de Duchenne es una enfermedad genética debilitante que afecta a uno de cada 3.500 niños varones nacidos causando degeneración muscular y pérdida de movilidad. Su origen reside en una serie de mutaciones genéticas que provocan la incapacidad de generar distrofina, una proteína esencial para el desarrollo del músculo esquelético. Los investigadores, liderados desde la Universidad de Duke, utilizaron la técnica CRISPR para editar los genes defectuosos en ratones de laboratorio. Para decirlo en palabras someras: retiraron la información dañina del gen e insertaron nueva información correcta, como quien corrige una errata en un texto.
El resultado que cerca del ocho por ciento de las células musculares tratadas comenzó a producir distrofina con normalidad. (Se cree que en personas con distrofia muscular severa, un cuatro por ciento de células activas permitiría recuperar parcialmente la movilidad). Además, tras seis semanas de crecimiento, los ratones afectados empezaron también a mejorar la actividad de músculos cardiacos y respiratorios. Lo más interesante de este trabajo, y de otros que han acompañado la publicación, es que la intervención en los ratones se produjo después de nacer, mediante inyecciones en el abdomen. Es decir, no hubo que modificar los embriones antes de ser implantados. Este detalle es de especial relevancia porque demuestra que CRISPR puede ser una estrategia terapéutica postparto y eliminaría los recelos éticos que se derivan de la manipulación de la línea germinal de embriones humanos. Lo dicho: «las ciencias adelantan...».
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