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David Cantero: «A los que salimos en la tele no nos toman en serio»

Se reivindica como escritor con su tercera novela, «El viaje de Tanaka», una obra en la que confirma su querencia por la cultura oriental

David Cantero: «A los que salimos en la tele no nos toman en serio»
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En la trastienda de los platós se comenta que es el «gentleman» de los informativos de Telecinco. Él ni lo confirma ni lo desmiente, porque es de natural modesto y de darse poca importancia. Como buen periodista, también le ha picado el gusanillo de ponerse a prueba en la ficción con la novela. Acaba de publicar la tercera, «El viaje de Tanaka» (Planeta), una historia ambientada en Japón donde reflexiona acerca de dos de los temas que más le rondan por la cabeza: el paso del tiempo y cómo gestionar la vejez.

–No le descubro nada nuevo si le digo que a los periodistas que dan la cara ante las cámaras y escriben novelas se les mira un poco por encima del hombro.

–A las personas que salimos en la tele no nos suelen toman en serio. Salir en ella ya nos convierte en un bulto sospechoso para muchas cosas. También en el mundillo literario. Los años y los libros nos terminan poniendo a todos en nuestro sitio. Ante los que nos prejuzgan siempre pongo el mismo ejemplo: Arturo Pérez Reverte. Sus inicios como escritor fueron duros, pero ahora es un autor incuestionable y miembro de la Real Academia Española.

–Ya, pero me reconocerá que con Pérez Reverte ha puesto el listón altísimo...

–Es evidente, pero lo que le quiero decir es que ni yo ni muchos de nosotros escribimos porque estemos en una cadena televisión. La vocación viene de mucho más lejos. Es una pasión creativa inevitable. Lo único que estoy dispuesto a asumir es que ser conocido te puede ayudar a vender más ejemplares.

–Elige Japón como epicentro de su novela, «El viaje de Tanaka». ¿Seducido por la cultura oriental?

–Sí, pero también por las contradicciones con las que coexisten los japoneses. La vida frenética de Tokio no tiene nada que ver con el resto de Japón. La mayoría de ellos son muy espirituales: no sólo somos carne, huesos y sangre o, sí, precisamente por eso miman tanto su cuerpo y su mente.

–Su protagonista está en un momento de transición y vive un proceso catártico muy positivo.

–Mire, el único componente positivo de las crisis es que son terapéuticas porque nos someten a una cura de humildad y aprendemos a buscarnos la vida. Lo triste es que sólo nos pongamos las pilas cuando las cosas vienen mal dadas. Cuando todo falla –el trabajo, que te deje tu pareja, que pierdas a un ser querido–, todas esas circunstancias tan dramáticas te llevan a valorar muchísimo más esas cuatro cositas que tenemos en la vida sin las que no somos nada.

–¿Qué son?

–No le descubro nada nuevo: el hogar, la familia, los hijos y las rutinas cotidianas. La jugarreta es que somos tan desagradecidos que solo las valoramos cuando nos va mal. Le diré que yo me llego a aburrir muchísimo de mí mismo cuando sufro por cosas innecesarias.

–Pues no lo parece. Usted, aparte de ser un presentador que despierta pasiones catódicas, da la impresión de no complicarse mucho la vida.

–Antes tendía a buscar problemas donde no existían. Pero lo bueno que tiene cumplir años es que dejas de autocompadecerte y aprendes a relativizar a las situaciones. No es ningún secreto que las personas quejicas terminan solas, la gente huye de ellas.

–¿Practica usted el autoengaño?

–El ser humano en general tiende a ponerse muchas trampitas y yo no soy una excepción, pero cada vez me miento menos a mí mismo y a los demás: he aprendido a decir que no sin pudor y sin enfadarme y le puedo decir que es una liberación.

–La dedicatoria de su libro es muy extensa. Pasa de su jefe, Pedro Piqueras, al director japonés Miyazaki y se permite incluir una cita de «Horizontes perdidos». ¿Es una forma de presentar sus credenciales culturales?

–No soy tan pretencioso pero tampoco tengo por qué ocultar o disimular que me encanta «El viaje de Chihiro», de Miyazaki, y que me impactó de pequeño esa novela y la película que rodó Frank Capra en 1937. ¿A quién no le gustaría encontrar su particular Shangri-La? Yo lo he mostrado en mi novela: es Yonsú, una aldea llena de armonía y se tiene muy presente la idea de la inmortalidad.

–¿Era usted un niño muy leído?

–Creo que como casi todos los de mi generación. Los libros eran nuestra particular Play Station. Además tuve la suerte de que mi padre tenía una gran biblioteca, era el lugar preferido de mi casa. Allí escribí mis primeros poemas a una chica...

–¿Y funcionaron?

–La verdad es que no me acuerdo, pero sí que sentí que estaba haciendo algo muy íntimo y también transgresor..., ¡Escribir lo que sientes!

–Hablando de sentir, ¿cómo gestiona un presentador de informativos narrar el sufrimiento ajeno?

–Según el día, las imágenes que hayamos recibido, el contexto histórico y geográfico de la noticia. En ocasiones puedes tomar más distancia y otras veces resulta muy difícil. Desde que tengo hijos me resulta muy agotador.

–¿La paternidad y la maternidad nos humanizan?

–No hace falta ser padre para conmoverte ante lo que está sucediendo en muchas partes del mundo. Pero sí que es verdad que cuando tienes hijos te resulta insoportable ver sufrir a otro niño.

–Es en ese momento cuando escribir ficción sirve para desconectar, ¿no?

-Pues no sé qué decirle, porque la verdad es que a veces sufro mucho, pero en esta ocasión me lo he pasado bien, he disfrutado con mis personajes. Ya sé escribir en un estado de serenidad.

–He hecho un sondeo y, la verdad, usted tiene muy buena fama entre sus compañeros.

–Me alegro porque sería muy desagradable ir dejando cadáveres por el camino.

–¿Es tan tímido y serio como parece?

–No, lo que ocurre es que los presentadores de informativos tampoco podemos permitirnos muchos lujos delante de las cámaras. Estamos manejando información muy sensible y las noticias que damos en la mayoría de las ocasiones tampoco nos permiten mostrarnos más relajados.

–Otra de las cosas que me han comentado de usted: es un gran viajero, aunque no me lo imagino yo haciendo escapadas de aventura...

–¿Por qué? Me gusta recorrer los países en autocaravana. Tampoco le hago ascos a hacerme rutas en moto...

–Y le gusta Japón sin conocerlo. Explíqueme el secreto.

–No hay ninguno. Me sucede lo mismo que a muchas personas. Desde pequeño me interesó Japón a través de sus comics, del cine. Creo que precisamente me atrae por todo lo que no comprendo de las culturas orientales.