Tribunales

El testimonio de Isha, la última oportunidad de salvar a Asia Bibi

Su hija fue testigo de cómo fue implicada falsamente y hoy la defenderá ante el Tribunal Supremo de Pakistán. «Si no hay justicia, se recurrirá al perdón del presidente paquistaní», la opción final antes de la horca

Esha, Sidre y Esham, tres de los cinco hijos de Asia Bibi, que llevan siete años esperando a que liberen a su madre, encerrada en el corredor de la muerte
Esha, Sidre y Esham, tres de los cinco hijos de Asia Bibi, que llevan siete años esperando a que liberen a su madre, encerrada en el corredor de la muertelarazon

Su hija fue testigo de cómo fue implicada falsamente y hoy la defenderá ante el Tribunal Supremo de Pakistán. «Si no hay justicia, se recurrirá al perdón del presidente paquistaní», la opción final antes de la horca

Un claro de luz se abre en el oscuro sendero que Asia Bibi ha tenido que recorrer en los últimos siete años. Cuando parecía que todo estaba ya perdido, el Tribunal Supremo de Pakistán decidió la semana pasada revisar su sentencia de muerte por un presunto delito de blasfemia. Esta audiencia podría evitar que esta madre cristiana paquistaní muera en la horca. En octubre de 2014, la Corte Suprema de Lahore decidió mantener la pena de muerte. Entonces, su abogado Saiful Mulook apeló la decisión y logró que el máximo órgano judicial ordenara la suspensión cautelar de la condena.

La decisión judicial ha sido vista como una gran victoria no sólo para la comunidad cristiana –que representa el 2% de la población de 190 millones de habitantes–, sino también para el sistema judicial paquistaní. Aquellos que han luchado por su libertad han sufrido las consecuencias de la intransigencia de los radicales. Si Bibi quedara finalmente libre, el sacrificio del gobernador de Punjab, Salman Tasser, y el ministro de Minorías, Shabaz Bhatti, no habría sido en vano. Ambos fueron asesinados por extremistas islámicos a principios de 2011 por defender su inocencia.

De acuerdo con el portavoz de la familia, Joseph Nadeem, sus seres queridos esperan que por fin hoy la Justicia paquistaní la perdone. Su hija Isha, que fue testigo de lo que sucedió, les dirá a los jueces que «su madre fue implicada falsamente». Si a pesar de todos los esfuerzos por defendenderla, el Tribunal Supremo hace oídos sordos, Nadeem explicó a LA RAZÓN que «entonces se recurrirá al perdón presidencial del jefe del Estado paquistaní». «Es su última y única opción», asevera Nadeem, quien no obstante indica que están todos muy esperanzados. «Asia Bibi se siente bien porque Dios ha escuchado sus plegarias y las de la comunidad internacional y va a ser un buen día para ella. Se hará justicia y será libre», augura Nadeem, quien se encargó durante años de la educación de sus hijas en el colegio donde es el director (Renaissance Education Foundation), antes de las amenazas de muerte. El portavoz de la familia reconoce que ser cristiano en Pakistán es más que difícil y todos «están sufriendo muchísimas amenazas a su seguridad por su fe», por no hablar de lo duro que ha sido «crecer sin su madre y vivir sin su esposa». Bibi ha cumplido ya 51 años y su último lustro de vida lo ha pasado confinada en una celda en el corredor de la muerte. Durante los últimos años no ha visto el sol ni la luna. En varias ocasiones se ha temido por su débil estado de salud. Se ha perdido más de seis años de la vida de sus hijas y hasta el nacimiento de un nieto. Isha y Ushra ya son adolescentes de 19 y 17 años, respectivamente. Sidra, la hermana mediana, ha tenido que llevar sobre sus hombros toda la carga familiar.

Asia Bibi no ha hecho más que trabajar duro durante toda su vida. La mayor de cinco hermanos, desde muy joven trabajó para ayudar a su familia y no pudo estudiar, siempre en el campo o de costurera. Cuando murieron sus padres, Bibi tuvo que hacerse cargo de sus hermanos pequeños. Incluso tuvo que esperar varios años para casarse con su esposo, Ashiq Mashi, debido a sus obligaciones familiares. Se mudó con él a la localidad de Itanwali, en el distrito de Nankana Sahib, donde juntos formaron una familia de cinco hijos. En esta aldea rural, a 75 kilómetros de Lahore, viven sólo cinco familias cristianas entre dos mil musulmanas.

Cuando Mashi se retiró del Ejército hace 15 años, ella tuvo que volver al campo porque la pensión mínima de su marido no les daba para cubrir los gastos. Bibi trabajaba en las tierras de Addris Ahmad Ali junto a otras campesinas musulmanas. Ella era la única cristiana. El 14 de junio de 2009, tuvo una discusión con sus compañeras por haber traído agua para beber. Cuatro días después, las otras campesinas fueron a hablar con el imán de la mezquita Sadique Akbar, Qari Mohammad Salam, y la acusaron de haber blasfemado contra el profeta Mahoma.

«Me complace que haya sido en una fecha temprana, pues el proceso legal en Pakistán puede retrasarse años», indica a LA RAZÓN Joseph Francis, director del Centro para Ayuda y Acogida Legal (CLAAS, en sus siglas en Inglés). «Tal vez la presión internacional sobre nuestro Gobierno ha dado lugar a la suspensión de su caso. Espero que esta vez los tribunales tomen la decisión correcta y la hermana Asia quede libre. Más de seis años en una celda oscura y lúgubre en completo aislamiento, sin duda, han causado un gran trauma, especialmente cuando se combina con el odio injusto de una nación», se queja Francis.

Con ello se refiere a los levantamientos de los grupos islamistas que han organizado protestas y marchas contra la liberación de Bibi. A finales de 2010, el letrado Shahid Iqbal presentó un recurso judicial para prohibir al entonces presidente, Asif Ali Zardari, que le concediera el perdón a Bibi. La corte de Lahore aceptó el recurso, alegando que el indulto sería «ilegal», ya que el Tribunal está valorando una apelación interpuesta por la defensa contra la sentencia de muerte. La decisión judicial estuvo motivada por la fuerte oposición de grupos fundamentalistas que amenazaron con una «huelga nacional» si el Gobierno revocaba la ley antiblasfemia: «En virtud al artículo 277 de la Constitución, nadie, ni siquiera el presidente, tiene el poder de incluir cambios en la ley sobre la blasfemia», advirtió por aquel entonces Sahibzada Fazal Karim, líder del movimiento «Sunni Ittehad Counsil».

«Durante seis años el recurso de apelación nunca fue atendido por el Tribunal Superior de Lahore», denuncia Francis. Ahora, después de años de lucha por la defensa de la condenada y las campañas internacionales para exigir su liberación, la apelación para revisar la sentencia a muerte está por fin siendo procesada en el Supremo. Es una mujer «fuerte, trabajadora, y con una fe inquebrantable», asegura este abogado cristiano, que la visitó en prisión en varias ocasiones. Francis la describe como una «madre ejemplar» y con «un gran amor» hacia sus hijas.

A su juicio, «la única manera de mantener con vida a Asia es que el Gobierno la saque del país». Francis, que tiene experiencia en estos casos, asegura que Bibi no es la única que está en peligro. Víctimas del hostigamiento de exaltados, su marido e hijas llevan años ocultándose, viviendo siempre en la sombra. Pese a las amenazas, Masih ha removido cielo y tierra para mantener a su esposa con vida. Incluso volvió a solicitar al presidente de Pakistán, Mamnoon Hussain, que la indulte y le permita exiliarse en Francia. También ha llegado a entrevistarse con el Papa Francisco.