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La trampa que Rubén tendió a Vanessa
Poco antes de matarla, el asesino confeso de la menor la engañó diciéndole que se iban a encontrar con un familiar de ella.
Poco antes de matarla, el asesino confeso de la menor la engañó diciéndole que se iban a encontrar con un familiar de ella.
La noche del pasado miércoles, Rubén tenía muy claro que quería quedarse a solas con Vanessa. Poco antes, por la tarde, la menor había ido al cine con un grupo de amigos aprovechando que las entradas estaban a precio reducido. Uno de ellos la dejó en su casa en torno a las 21:30. Su madre no estaba, se encontraba trabajando. Posiblemente entonces, y a través de un mensaje de texto, Rubén le dijo: «¿Te vienes conmigo y con tu primo?». El plan era dar una vuelta por las afueras del pueblo. Sin embargo, el primo de la joven jamás fue avisado. Los que la conocen creen que, de haberlo sabido, la chica no hubiera accedido a quedarse a solas con él. Rubén le tendió la trampa y Vanessa cayó: acabaron en casa del primero, donde, tal y como sospechan los investigadores, acabó con su vida –posiblemente por estrangulamiento– para después trasladar el cadáver en el coche prestado de un amigo –que ignoraba su siniestra motivación– hasta la sima donde intentó ocultarlo, a menos de un kilómetro de su casa. Ya el viernes, y después de que el rostro de la adolescente fuera difundido alertando de su desaparición, el cuerpo fue hallado lleno de heridas y magulladuras, posiblemente debido a una caída de unos 30 metros. Fuentes del entorno de la joven señalan que así fue el plan urdido por el asesino confeso, de 21 años, y con un historial muy conflictivo.
Vanessa era amiga de la joven con la que Rubén estuvo saliendo durante cinco años y que sufrió su acoso, hasta el punto de que le fue impuesta una orden de alejamiento. No fue sólo una, sino varias las ocasiones en las que esta chica, de origen ucraniano y también vecina de Chella (Valencia) tuvo que acudir a la Policía para denunciar la pesadilla que estaba viviendo. Al principio, la relación fue bien, pero, poco a poco, Rubén se fue obsesionando. Sobre todo, cuando abandonó la ESO para empezar un Programa de Cualificación Profesional Inicial (PCPI) de cocina. La que era su novia seguía acudiendo al I. E. S. Navarrés, y el hecho de que fuera diariamente a clase y se mezclara con otros chicos era algo que le atormentaba. Según relatan allegados de la joven, la insultaba, la amenazaba y llegó a ponerle la mano encima. Tras romper con él, Rubén le dijo que «la iba a denunciar» por su condición de extranjera y «amenazaba con suicidarse».
Rubén era lo que los jóvenes de Chella llamaban un «personaje», un chaval sin oficio ni beneficio que no hacía más que meterse en problemas y que «estaba como un cencerro». Pero lo peor, y lo que más recuerdan estos días tras el hallazgo del cuerpo de Vanessa, es su carácter violento. En una ocasión le regaló un móvil a su novia y ésta, al enterarse de que lo había robado, lo rechazó y provocó su ira: Rubén lo arrojó al suelo y lo destrozó a pisotones. También había protagonizado el pasado septiembre una pelea con otros jóvenes de la localidad vecina de Enguera. Por no hablar de las órdenes de alejamiento con su ex. Rara vez las respetaba. No en vano, Chella es una localidad de menos de 3.000 habitantes donde no es difícil toparse a diario. Durante las fiestas locales, sin ir más lejos, se encontraban lo suficientemente cerca el uno del otro como para romper la orden. El acoso prosiguió en redes sociales, pese a que esta separación también es de obligado cumplimiento en el ciberespacio. Cuando rompieron, Rubén se ponía en contacto con ella por Facebook, y ella le bloqueaba; después la perseguía en Snapchat y volvía a ser bloqueado... y así sucesivamente. «No entiendo (...) Un día todo era maravilloso y de repente, sin motivo alguno, desapareces (...) Me evitas, te cambias de lado si me ves (...), me borras de todas las redes sociales y hablas mal de mí a la gente y la verdad es que no lo entiendo. No entiendo por qué ahora esto es así (...), cuál ha sido ese paso del amor al odio», escribía el joven en alguno de sus numerosos perfiles en las redes sociales.
La situación llegó al punto de que esta joven optó por irse unos meses a Valencia para ver si se enfriaban la cosa. «En cuanto me enteré de lo de Vanessa, pensé en seguida en Rubén», ha comentado estos días. Lo que creen en el pueblo es que, de haber mantenido vigilado a un tipo como Rubén, la desgracia que ha destrozado a esta localidad valenciana quizás jamás se hubiera producido.
¿Qué relación tenían la fallecida y su asesino? Sólo de amistad. O ni siquiera eso. No se llevaban mal. Desde luego, descartan cualquier atracción de Vanessa hacia Rubén. De hecho, la joven acababa de echarse novio. Y los seis años de diferencia le hacían verle como «alguien mayor».
Lo que desmienten desde el entorno de Vanessa es que le dijera a su madre, al menos en persona, que se iba a dormir a casa de una amiga: la joven cenó sola porque su madre se encontraba trabajando. Sí que es cierto que le envió un mensaje de WhatsApp informándole de ese plan. Sin embargo, al salir de su domicilio aquella noche, la menor no llevó consigo ni maquillaje, ni pijama, ni ninguna otra pertenencia que, de alguna manera, diera «forma» a esta supuesta mentira. ¿Envió verdaderamente ese mensaje Vanessa o lo hizo alguna otra persona que se había apropiado de su móvil con el objetivo de desviar la atención? Es una de las incógnitas que tienen que despejar ahora los investigadores. La madre de la joven descubrió que su hija había desaparecido a la mañana siguiente, cuando le llegó una notificación del instituto informándola de su ausencia. Cuando habló con la amiga con la que, teóricamente, había quedado, ésta no sabía absolutamente nada. Ni siquiera con noticias tan inquietantes, el pueblo y la familia eran entonces capaces de prever un desenlace tan trágico como el conocido el pasado viernes.
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