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Futuro

Crean un modelo del invierno nuclear y sus consecuencias se asemejan al cambio climático

“Si queremos sobrevivir, debemos estar preparados para consecuencias impensables. Recordemos que este tipo de catástrofes pueden ocurrir no solo por una guerra nuclear, sino también por desastres naturales”, concluye el estudio.

El estudio también midió el efecto de las radiaciones solares Paul Hocksenar Paul Hocksenar

Un invierno nuclear es un concepto teórico, pero si el escenario climático previsto tras una guerra nuclear a gran escala, en el que el humo y el hollín de las tormentas de fuego bloquean la luz solar, se hiciera realidad, las temperaturas globales caerían drásticamente, extinguiendo la mayor parte de la agricultura.

Un invierno nuclear podría durar más de una década, lo que provocaría una hambruna generalizada para quienes sobrevivan a la devastación causada por las explosiones. Ahora, un equipo de la Universidad Estatal de Pensilvania, liderado por Yuning Shi, ha modelado con precisión cómo diversos escenarios de invierno nuclear podrían afectar la producción mundial de maíz, el cereal más cultivado del mundo.

El equipo de Shi utilizó el modelo de agroecosistemas Cycles para predecir cómo las consecuencias de una guerra nuclear afectarían a los cultivos. Las consecuencias, reflejadas en un estudio en Enviromental Research Letters, señalan que un evento de este tipo podría devastar los cultivos mundiales de maíz, reduciendo la producción hasta en un 87% debido al bloqueo de la luz solar y al aumento de la radiación UV-B.

Los autores señalan que el nivel de disminución de la cosecha de maíz variaría según la magnitud del conflicto. Una guerra nuclear regional, que enviaría alrededor de 5,5 millones de toneladas de hollín a la atmósfera, podría reducir la producción anual mundial de maíz en un 7 %. Una guerra global a gran escala, que inyectaría 165 millones de toneladas de hollín a la atmósfera, podría provocar una caída del 80 % en la producción anual de maíz.

En total, el estudio simuló seis escenarios de guerra nuclear con diferentes inyecciones de hollín. Debido a la importancia global del cultivo, los autores optaron por modelar el colapso del maíz en un invierno nuclear para representar el destino esperado de la agricultura en general.

Shi señaló que una caída del 80 % en la producción mundial de cultivos tendría consecuencias catastróficas, provocando una crisis alimentaria mundial generalizada. Incluso una caída del 7 % en la producción mundial de cultivos tendría un grave impacto en el sistema alimentario y la economía mundial, probablemente provocando un aumento de la inseguridad alimentaria y el hambre.

Simulamos la producción de maíz en 38.572 ubicaciones bajo seis escenarios de guerra nuclear de gravedad creciente, con inyecciones de hollín de entre 5 y 165 toneladas – explica Shi en un comunicado -. Este estudio amplía nuestra comprensión de la resiliencia y la adaptación agrícola global en respuesta a perturbaciones climáticas catastróficas”.

Además de considerar los efectos de las cantidades masivas de hollín en la atmósfera, el estudio también modeló el aumento de la radiación UV-B (un tipo de radiación ultravioleta que puede provocar daños en el ADN, estrés oxidativo y una reducción de la fotosíntesis en las plantas) que alcanzaría la superficie terrestre en un invierno nuclear, lo que podría limitar aún más la agricultura.

Shi afirmó que este es el primer estudio en estimar el alcance del daño causado por la radiación UV-B a la agricultura tras las explosiones nucleares, que alcanzarían su punto máximo entre seis y ocho años después de una guerra mundial. Esto podría reducir aún más la producción de maíz en un 7 %, lo que, en el peor de los casos, resultaría en una caída total del 87 % en la producción de maíz. El ozono en las altas concentraciones de la atmósfera terrestre absorbe eficazmente la mayor parte de la radiación UV que el planeta recibe del sol, pero una guerra nuclear desmantelaría esta capacidad.

“La explosión y la bola de fuego de las explosiones atómicas producen óxidos de nitrógeno en la estratosfera – añade Shi -. La presencia de óxidos de nitrógeno y el calentamiento del hollín absorbente podrían destruir rápidamente el ozono, aumentando los niveles de radiación UV-B en la superficie terrestre. Esto dañaría el tejido vegetal y limitaría aún más la producción mundial de alimentos”.

Si bien las predicciones apuntan a caídas potencialmente catastróficas en la producción de las variedades de maíz que se cultivan actualmente, el estudio concluye que el cambio a variedades de cultivos que puedan crecer bajo condiciones más frías con temporadas de cultivo más cortas podrían aumentar la producción agrícola mundial en un 10% en comparación con la falta de adaptación. Sin embargo, la disponibilidad de semillas para estos cultivos podría convertirse en un problema grave.

La solución propuesta es preparar “kits de resiliencia agrícola” antes de cualquier desastre nuclear, con semillas específicas para cada región y clima, para variedades de cultivos que puedan crecer en condiciones más frías, con temporadas de cultivo más cortas y sobrevivir a temperaturas más bajas.

“Estos kits ayudarían a mantener la producción de alimentos durante los años inestables posteriores a una guerra nuclear, mientras se recuperan las cadenas de suministro y la infraestructura – añade Armen Kemanian, coautor del estudio -. Si queremos sobrevivir, debemos estar preparados, incluso para consecuencias impensables. Recordemos que catástrofes de esta naturaleza pueden ocurrir no solo por una guerra nuclear, sino también, por ejemplo, por violentas erupciones volcánicas. Uno podría pensar que estudios de esta naturaleza son simplemente una introspección, pero nos obligan a comprender la fragilidad de la biosfera: la totalidad de todos los seres vivos y cómo interactúan entre sí y con el medio ambiente".