Toros
El golpe a la libertad
Después de varias medidas agonizantes, Carmena cierra el mítico recinto de El Batán
No hace tanto nos sentíamos libres. Sin saberlo. En esa época de la vida que lo das todo por hecho. Una libertad que te pertenece, sin invadir la de nadie.
No hace tanto nos sentíamos libres. Sin saberlo. En esa época de la vida que lo das todo por hecho. Una libertad que te pertenece, sin invadir la de nadie. Ese recoveco intrínseco a su definición y asaltado en estos años mega pro, tecnológicos, y "liberadores". Vivimos tiempos difíciles. Juzgados sólo ante los gustos y/o intereses ajenos, con semblante político, sin necesidad de que estos sean buenos ni tan siquiera coherentes. Ni que estén avalados por los intereses mayoritarios como representantes políticos y democráticos que son. O deberían. No importa que, también en estos tiempos, el descrédito haya caído a plomo sobre la clase política. Nos hemos metido en una falacia de la que no es fácil salir. No es algo puntual más bien se está convirtiendo en una plaga, con similares colores y distintos nombres.
La última, la más reciente, ocurrió en El Batán, para muchos el lugar sagrado donde se fraguaron muchos sueños y un camino de rectitud. En el que sabes, en el que te enseñan, que las decisiones tienen consecuencias, y a asumirlas con verdad. Honestidad. Valores. Allí en la Escuela Taurina de Madrid, en Marcial Lalanda, acudieron miles de niños y niñas en estos treinta años de vida. Allí Joselito se hizo figura alejándose progresivamente de las traidoras garras de la calle, las drogas de un maleante de vida dura, de niñez truncada. Allí con Molinero, Gregorio Sánchez, Bernadó, Serranito, Tinín, pasaron tardes, y la vida, muchos de los que hoy son matadores de toros. Algunos con éxito, como El Juli, Miguel Abellán, El Fundi, Encabo, Cristina Sánchez... Cientos de chavales que cumplieron el sueño. Se dice, en esto del toro, que muchos son los llamados y poco los elegidos. Y es cierto. Pero en "la llamada"viene casi implícito un concepto de vida. El respeto por el toro, por el compañero, el fuego de la vida en el albero, el miedo, la inexplicable magia de sentir al animal cerca como tótem intocable, cómplice siempre, obsesivo en las cabezas de profesionales y aficionados. El toro y sus millones de matices desvelan y emocionan a quien vive por y para. Todo un rito que no se explica con tres palabras y mucho menos desde la lejanía de quien no se asoma ni se asomó jamás ya no a una plaza de toros, si no al campo. Donde empieza todo. Hasta la ruina. Las ilusiones dormidas. La vida mirando al cielo.
Carmena ha decidido dar carpetazo a los toros en Madrid. Cerrar Batán. Aquel lugar mágico para tantos donde se podían visitar los toros antes de la Feria de San Isidro, y donde desde hace un tiempo, con la entrada de Ahora Madrid en el Ayuntamiento, se prohibió la lidia de reses en el recinto para las clases prácticas. Se prohibió la tauromaquia, la esencia en el lugar donde se aprende. El germen de todo. Como si en un colegio se prohíben los libros. Se quitó la subvención y ya poco quedaba más que arrebatarles el lugar físico cuya única finalidad es la tauromaquia. Se desplazó la escuela a la Comunidad y a su vez a la plaza de Las Ventas para salvarla. Allí entrenan y se preparan ajenos, o eso intentan, 70 chavales cada tarde. Cada día. Llueva, haga frío o viento. Sacrificio. El que viene implícito a la vuelta de las vocaciones.
Pero ocurre que en estos tiempos de modernidad, ahora que creemos desprendernos de un pasado hostil y conquistar la libertad perdida. Ahora, Ahora Madrid, la señora Carmena, no sólo nos dice qué nos tiene que gustar y qué no. Ahora, divinos tiempos, también nos dicen por dónde tenemos que caminar. De manera literal. Programados, robotizados, con calle de subida y de bajada, ¡peatonal!
Ahora, Madrid, cada día te encuentro menos. Es menos nuestro, de los ciudadanos de a pie pagadores de impuestos, y más de ellos. Los que ocupan titulares y titulares con escaso honor a la verdad. Me quedo con la gente de a pie, anónima, que aceptan sus desafíos sin hurtar la libertad al de enfrente. Te lloraremos Batán, por lo vivido, sufrido y soñado. Hay cosas que no se olvidan. Y son con exactitud las que viviste de verdad. Agárrense que queda mucho que ver en tiempo de necios.
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