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¿Por qué se va Talavante?

El diestro se ha retirado de manera indefinida después de actuar el domingo en Zaragoza

El diestro Alejandro Talavante / Foto: Rubén Mondelo
El diestro Alejandro Talavante / Foto: Rubén Mondelolarazon

El diestro se ha retirado de manera indefinida después de actuar el domingo en Zaragoza

Talavante se va. Se quita del mapa. Desaparece. Tan sólo una declaración escueta en su perfil de una red social nos dejaba tambaleando “Talavante se retira de manera indefinida”. Dejaba atrás una de las tardes más importante del año. La que había firmado en Zaragoza, con la buena corrida de Cuvillo, mucho más allá de los trofeos. Lo hacía el mismo día que Juan José Padilla se despedía ya de manera oficial de la afición española en la misma plaza en la que perdió un ojo siete años atrás. Mientras sus compañeros acompañaban en la salida a hombros por la Puerta Grande al Ciclón de Jerez, casi al mismo tiempo, nos dábamos cuenta de que las despedidas no era una sino dos. Decíamos ayer adiós a Padilla y Talavante. Dejaba atrás el torero extremeño, quizá también, la temporada más dura. La misma en la que salió a hombros de la Monumental de Las Ventas en pleno San Isidro. Y casi al mismo tiempo comenzaron todos los problemas en vez de alegrías. La ruptura con la Casa Matilla, Toño Matilla, por parte del apoderado, en plena temporada y a raíz de ahí el peaje del sistema que siendo figura del toreo y triunfador de Madrid le apartaron de gran parte de las ferias más relevantes de toda la temporada. Cuestión quizá de los intereses creados.

Parado en casa la cabeza de Talavante se puso a funcionar, o eso parece. Se apuntó al invento de Simón Casas de la feria de Otoño y entró al sorteo del bombo con dos tardes. Le tocó una de ellas con la corrida de Adolfo. La apuesta no salió cara y el resultado, en esta ocasión, no fue el esperado. Y llegó a Zaragoza, que es plaza talismán del torero de Badajoz. Allí ha firmado obras maestras y además con el mismo hierro de Cuvillo. Cumplía su tarde 29 del año. Casi 20 menos que la temporada anterior.

Parece que la decisión estaba tomada de antes. Incluso antes de Madrid. El verano ha hecho estragos. No hubo lugar al arrebato. Ni una palabra más alta que la otra, ni una comunicado ni una lamentación pública. Ni echar culpas.

Talavante decidió un día formar parte del sistema. Ese mismo sistema al que Morante de la Puebla acaba de entregar su carrera para la próxima temporada y después ha sufrido, y está sufriendo, las consecuencias. Como muchos otros. Y ha decidido parar, poner tierra de por medio, y posiblemente pensamientos. Habrá que esperar para saber primero cuánto tiempo dura ese compás de espera, cuándo será la vuelta, es un torero joven, con mucho por hacer, y en qué términos decidirá que se haga efectiva, que esa es en verdad la parte más interesante. No lo pone fácil el sistema, tan cerrado como podrido. En este caso las consecuencias directas quizá las ha sufrido Alejandro Talavante, pero hay una lectura mucho más de fondo y más relevante que es el retrato real que se proyecta de la tauromaquia. Y en la que no es necesario apostar por ataques externos, cuando el entramado interno está tan contaminado como para dar la sensación de que en el toreo o estás en un trinchera o en la otra y a veces uno se pregunta en qué trinchera podrá buscar cobijo el único que de verdad defiende y sustenta la fiesta que es el aficionado y que se le castiga, maltrata y abusa sin pudor.

Hay casos de independencia. Pocos y costosos. Pero tan valiosos... Como el toreo bueno.

A Talavante, mientras tanto, se le esperará en el ruedo. A esa zurda de oro que nos ha dado grandes momentos. El toreo necesita un vuelco. Por dentro y por fuera.