Joaquín Sabina

Joaquín Sabina: «Llamé a Pastora Soler, lo que dije fue con respeto»

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Mucha gente se asustó tanto como él. El pasado diciembre, Joaquín Sabina terminaba de forma precipitada un concierto al sufrir un ataque de pánico. Él mismo dijo que le había dado «un Pastora Soler», en referencia a la cantante, que anunció su retirada por esa razón. Hoy ya está olvidado, asegura.

–El disco lo grabó poco antes de aquella noche. ¿Ha cambiado su relación con los directos?

–Pues, si hubiera cumplido mi palabra cuando bajé del escenario, habría cambiado radicalmente. Dije: «Hasta aquí hemos llegado, no canto más». Pero ya en casa pensé que, si no volvía a subirme al mismo escenario cuatro días después, no iba a subir más.

–Y lo hizo.

–Afortunadamente. Di dos conciertos en Barcelona y aquí estoy, otra vez en capilla.

–Después de una carrera de centenares de noches, ¿cómo sufrió un pánico escénico?

–Bueno, lo cuento de un modo más doméstico. Las señoras mayores estamos «delicás» del estómago (risas). Es verdad, tengo hernia de hiato, algo de lo que no te mueres, pero muy desagradable. Esa noche, entre los nervios, el exceso de responsabilidad y lo que hubiera comido... Tuve náuseas las primeras diez canciones y vomité. Me sentía fatal, con sudor frío. Pensé que estaba dando un espectáculo pobre y decidí terminar sin bises. Afortunadamente, el público fue santo de una piedad inaudita.

–¿Tiene más nervios en Madrid?

–Se juntaron muchas cosas. Fíjate que hasta una hija mía me acababa de decir que tenía novio (risas).

–Eso sí que es una noticia bomba.

–No me jodas, qué necesidad, teniendo un padre como yo, ¿por qué debe tener novio?

–¿Cómo se le ocurrió lo del «Pastora Soler»?

–Cuando leí la noticia de que le había ocurrido eso, le dije a Jime (Jimena, su pareja): «La comprendo perfectamente. Yo paso muchos nervios antes de salir». Eso sí, cuando vi que lenguas malintencionadas decían que yo le había faltado al respeto a Pastora, la llamé por teléfono y le dije que en realidad era de solidaridad con ella, y lo entendió perfectamente.

–Bueno, ¿ya es agua pasada?

–Totalmente, eso le puede ocurrir a cualquiera en cualquier trabajo y me puede volver a pasar. Tuvo la trascendencia del Palacio de los Deportes. En cualquier otro lado, llego a los bises sin ese exceso de ansiedad.

–¿Le había pasado antes?

–En mis épocas más locas y más canallas, sí que di algunos «gatillazos».

–¿No será que se hace mayor?

–Naturalmente, he cumplido 66 años.

–¿Y eso jode?

–Mucho (risas).

–¿Acortará los conciertos?

–No, cada vez y con la crisis, más, creo que ese dinerito que la gente guarda, que luego hace cola, se apresura y madruga, es un sacramento. Saben que mis conciertos duran dos horas y media, o a veces tres, y no los voy a reducir.

–Para muchos, son una válvula de escape. ¿Para usted, las giras...?

–Ahora que me preguntabas por la edad, me gusta montarme en la furgoneta con los músicos y convertirme en alguien que ya no soy: un jovenzuelo indocumentado.

–¿Le cabrea España?

–Me endemonia, me deja estupefacto, me desespera. Como a todo el mundo, creo.

–¿Ha visto el Debate del Estado de la Nación?

–Casi entero, y hoy he comprado todos los periódicos, para leerlos. Pero ayer, el partido con más intención de voto y otro que está subiendo tremendamente, me refiero a Podemos y a Ciudadanos, no estaban. Fíjate si está lejos el Parlamento de la calle. Y me dolió que nadie hablase del odio y desprecio atroz que este Gobierno tiene a la cultura y a los artistas.

–No tendrá una cuenta en Andorra...

–(Risas) ¿Tengo yo cara de eso?

–¿Qué piensa de Podemos y Ciudadanos?

–Me parece bien que se agiten las aguas. Llevaba tiempo pensando que este país estaba dormido o esclerótico. Otra cosa es lo que vaya a pasar. Sigo lo que ocurre en Grecia, y Syriza ya se está bajando los pantalones. Hay que admitir que no tienen más remedio...

–Serrat cree que la Transición está liquidada.

–Bueno, yo no estoy del todo de acuerdo con lo del «régimen del 78». Ha traído los 30 mejores años de la historia, se ha modernizado el país, aunque hace falta una reforma radical.

–A los artistas no les beneficia distinguirse.

–Algunos dicen que tienen que ser apolíticos. Yo he mostrado mis colores y no he sentido problema con el público. Recuerdo una vez que estaba en TVE con Ruiz-Gallardón y le hice una broma: «Alberto, tenemos algo en común». «¿Qué?», me preguntó. «Que a ninguno de los dos nos quieren en el PP». Y me dijo Gallardón: «A ti, sí» (Risas). Es un chiste buenísimo pero esas cosas pasan, la cultura es interclasista y transversal.

–¿Y le ha ayudado el hecho de significarse?

–A la gente le gusta que no te la cojas con papel de fumar y que digas lo que opinas. Incluso a los que no están de acuerdo contigo.

–Compra la prensa, ¿le gusta?

–Sí, y la moda de los coloquios políticos. Pero cuando miro a países que tienen problemas con los medios y que luchan contra ellos como Argentina o Venezuela, me preocupa. Prefiero medios malos a que los haya de un solo color.

–Venezuela está a diario en nuestra política.

-Sí... ¿Y lo que han tardado los de Podemos en decir que no les gusta que se detenga a alcaldes?

–¿Qué fue ese minuto de la «Champions»?

–¿Cuando nos la robaron, quieres decir? Está en el ADN de todos los colchoneros. Tenía pensado que, si ganábamos la copa, iba a meter en el programa oficial de la gira el himno del Atleti y lo iba a cantar en todos los conciertos. Pero fue un robo, ¿eh?