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Un desafío

Un desafío
Un desafíolarazon

Llega un momento, en la madurez, en que, en vez de renovar la búsqueda, procede desbrozar lo andado. Tal es el sentido de estas «Frutas para el camino» que nos hablan del humilde pero nutritivo valor de la poesía, apta para ser mondada en ese centro en que «Nada era necesario allí / para ser uno en abundancia», conforme a la comunión con la naturaleza y la ética de despojadas menudencias franciscanas que se propugnan. En ningún otro poemario se muestra Fernando Gómez Aguilera (Cantabria, 1962) tan aseverativo como en esta su séptima entrega, y, sin embargo, intensifica con ello el blancor que le caracteriza, la poesía como una palabra otra y un remanso de silencio no mancillado, esa senda mallarmeana de capturar la belleza tras el vaciado.

«Recelo de las teorías, no sirven para brindar, empañan la luz», se nos advierte en «Hierbas sobre teorías», el poema inicial, y que, al igual que «Poco» («... la mano que ya nada espera / y se entrega sin pretensiones») o «Nueces», sobre todo –donde un puñado de húmedos frutos secos en una tienda de París, «sin necesidad de mañana, hoy mismo (...) redime la indigencia / del viajero que piensa en otra vida»–, pueden ser leídos como una poética consumada. No por nada, la luz simple y vertical de Roberto Juarroz –«Basta sencillamente que hayas sido lo que alguna vez fuiste»– abre el libro; y si Dante propugnaba que en el infierno solo arden los egos, Aguilera nos convida a eludir esa vía estéril toda vez que «Nuestro triunfo es abrupto y escaso» para entregarnos al «milagro de la vida inviolable». «Con sigilo defiendo las derrotas, / velo sus armas mansamente. / Es mi trabajo. Mi gran desafío», reclama, para encomendarse después al dios de las pequeñas cosas luminosas y originarias.