Literatura

Literatura

Miguel Ángel González: «Con el dolor estamos casados desde que nacemos»

Presenta «Todos los miedos» (Siruela), obra con la que ganó el prestigioso Premio de Novela Café Gijón.

Miguel Ángel González: «Con el dolor estamos casados desde que nacemos»
Miguel Ángel González: «Con el dolor estamos casados desde que nacemos»larazon

Presenta «Todos los miedos» (Siruela), obra con la que ganó el prestigioso Premio de Novela Café Gijón.

Por aquí (Café Gijón, calle de Recoletos) pasearon sus hechuras Cela y Umbral y vendió tabaco Alfonso, «cerillero y anarquista». En 1949, Fernando Fernán Gómez creó en este lugar un premio literario llamado a ser el correlato madrileño del barcelonés Premio Nadal. Ahora, el dramaturgo y narrador Miguel Ángel González se suma a la larga lista de ganadores del Premio Café Gijón de Novela con «Todos los miedos», una obra que indaga en la capacidad para metabolizar el dolor a través de la historia paralela de dos personajes: una mujer que sobrevive a un brutal secuestro y tiene que aprender a volver a la rutina y un hombre que se acerca a marchas forzadas a la muerte.

–¿Se imaginó venir alguna vez al Café Gijón como escritor laureado... y sin pagar el desayuno?

–Había venido como cliente y pagando (risas). ¿Quién no ha estado en el Gijón? Pero cuando vine nunca pensé que algún día estaría aquí como premiado.

–Este galardón es uno de los de mayor tradición en España, con 65 años de historia.

–Sí, de hecho, cuando empezaba a escribir y ganar premios de relato recuerdo que me preguntaban muchas veces «cuál es tu sueño como escritor» y yo siempre decía «ganar el Café Gijón». Por la tradición que tiene, por el lugar, por los ganadores que ha tenido, por su trayectoria, por su arraigo (yo soy de Madrid además). Me había presentado antes un par de veces y volví a acudir con esta novela, de la que estaba muy orgulloso, pero no creí que fuera a ganar. Estaba fregando los platos por la noche cuando me llamaron y me costó creerlo.

–Hagamos memoria. El Gijón lo han ganado, entre otros, Ana María Matute, Fernando Quiñones y Leonardo Padura.

–Da un poco de vértigo leer el nombre de los autores y la trayectoria tan amplia que han tenido luego. Es una responsabilidad para mí que esto no se quede aquí, y es un honor que me lo hayan dado.

–El dolor es el eje central de «Todos los miedos». ¿Vivimos de espaldas a él en la sociedad actual?

–En un relato que escribí en su día contaba la historia de un tipo real que decidió caminar siempre de espaldas y decía que así podía ver el camino que había recorrido. A todos nos produce miedo mirar hacia atrás o hacia delante, con pequeñas cosas como un cambio de trabajo, una ruptura sentimental... Empezar o terminar una etapa nos produce mucho miedo e intentamos evitar enfrentarnos a ello.

–¿Qué es para ti el dolor?

–Es como un compañero de vida. Con él estamos casados desde que nacemos y es inevitable. Hay gente que lo asume mejor y otros peor, pero el dolor está ahí siempre, como el miedo. Hay que acostumbrarse a convivir con ese miedo, ese sufrimiento, ese riesgo, llevarlo lo mejor posible.

–¿Qué autores tenía en mente mientras escribía esta novela?

–Tenía presente, por ejemplo, a Richard Ford con «Canadá», la historia de un niño que se enfrenta al encarcelamiento de sus padres y no entiende la situación y debe afrontarla como puede. También me interesa mucho la narrativa no ficcional, muchos autores como Truman Capote con «A sangre fría» o «Ataúdes de artesanía», que me gusta mucho. Me atrae su frialdad con un toque casi egocéntrico, su manera de separarse del dolor y mirarlo desde fuera. Eso ocurre en mi novela. También me interesa Carver, cómo sin hablar aparentemente de nada, dice mucho; Bukowski; el Ray Loriga de «Lo peor de todo», su rebeldía. Me gustan muchos más autores aparte de estos pero con otros no comparto género o una forma de escribir en la que me sienta cómodo.

–Confiesa que su novela tiene un gran componente de puzzle, que requiere de un lector implicado, no del todo pasivo. ¿No va un poco contra las modas «digestivas» de la novela?

–Efectivamente, en esta novela el lector tiene una tarea un poco compleja, hay una parte de esfuerzo para que la disfrute y hay que leer entre líneas, como sucede con Carver. Puede ser que no sea la tendencia hoy en día, pero uno no puede escribir en contra de lo que sabe hacer y ésta es mi forma de escribir y contar. Sería una impostura intentar escribir una novela que creas que va a llegar a un público mayor y traicionarte a ti mismo.

–¿Ha podido vivir de la escritura hasta la fecha?

–Ahora justo es cuando voy a dar el salto para dedicarme sólo a esto junto con el teatro. Es un camino muy complejo. El primer libro lo publiqué en 2006. Han pasado diez años y no he parado de escribir ni un solo día desde entonces. Me gusta decirlo claro porque luego la gente te dice «qué suerte has tenido con el premio» o «con veintitantos ya has publicado un libro». Pero no se puede vivir de eso. Poco a poco tienes que hacerte un hueco. Es importante que quien se quiera dedicar a esto, lo sepa. Si no estás dispuesto a pasar ese sufrimiento es muy difícil.

–Compagina la escritura con el teatro y, especialmente, el microteatro.

–Desde hace dos o tres años me dedico a eso como autor, que además es una idea que surgió aquí en Madrid (en la sala Microteatro por Dinero) y ha funcionado muchísimo. Lo hemos ido exportando a Estados Unidos, Perú, México y la ventaja que me da como escritor. Lo bueno es que me permite estrenar en muchos sitios. Yo tuve el año pasado entre 30 y 40 estrenos por toda España y también en el extranjero. Es un formato muy divertido que te permite escribir una comedia, un drama, un «noir», un policiaco. Cambiar mucho de registro.