Historia

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«Nosaltres som espanyols»

Emilio de Diego dirige los cursos de La Granda, en los que se abordan los desajustes históricos que jalea el separatismo catalán en su postura irreal

Un conocido cuadro del asedio de las tropas borbónicas a Barcelona en 1714
Un conocido cuadro del asedio de las tropas borbónicas a Barcelona en 1714larazon

Emilio de Diego dirige los cursos de La Granda, en los que se abordan los desajustes históricos que jalea el separatismo catalán en su postura irreal

«Que sirva como ejemplo Rafael Casanova, un tipo mediocre que han querido elevar a héroe romántico y que no tiene prácticamente nada. No es ningún mártir de la causa», relata Emilio de Diego, director durante estos días –desde el lunes hasta hoy– de las Reflexiones sobre la Historia de Cataluña que se dan cita en los cursos de La Granda. Figura engrandecida por los delirios de separatismo que se convierte en una más de las muestras de deformación que estas conferencias intentan aclarar. «Es simplemente una lectura de la historia de España, para que se entienda», cuenta De Diego. Y con él otros ponentes como Ramón Tamames, Jorge Hevia, José Manuel Cuenca Toribio y Servando de la Torre, entre otros. Un equipo de expertos debatiendo acerca de los aciertos y errores en la interpretación de un periodo del que parece que todo vale con tal de poner a España en un supuesto bando enemigo.

–Empecemos por el mismo sitio que los cursos: Roma. ¿Qué señas de Cataluña había por entonces?

–Una parte del territorio del nordeste de España tiene una proyección hacia el interior importante, llegando a ocupar Madrid y aledaños, de forma que si algún día don Arturo quiere reivindicar los países catalanes y lleva el «juego» a una manipulación hacia atrás, la capital podría ser una vía de expansión. Por ello es importante comprender la historia, porque desde los cambios torticeros se llega a un punto incomprensible.

–Nos quedamos sin base «romano-separatista», ¿cuándo se da pie a este fervor?

–Sí, no hay sustento. El independentismo va gestándose en diferentes fases a lo largo del XIX y tiene una raíz romántica con vinculaciones al proceso de desarrollo económico, lo que se llamaba la «cuestión catalana».

–Vamos con tres fechas clave. La primera es la Sublevación de 1640... y su precio.

–Perder el Rosellón y la Cerdeña, la Cataluña del otro lado de los Pirineos. Ésa es la tarifa que pasó Francia, un precio carísimo que genera francofobia.

–Otra, muy de moda en el minuto 17 y 14 segundos en el Camp Nou, cuando cantan aquello de «in, inde, independencia» con motivo de su año fetiche: 1714.

–Su referencia fundacional es el desenlace de una guerra que nos lleva a otra pérdida de territorios importante, en los que queda como estigma el caso de Gibraltar. Para ellos significa el comienzo de un modelo de administración centralizada que es el que los Borbones traían y que tiene su expresión en los Decretos de Nueva Planta, que no son una especie de instrumento maléfico que va a arrasar con Cataluña, tienen una parte de reconstrucción de un modelo político-administrativo diferente al anterior, pero con el respeto y la búsqueda de eficacia.

–Tercera fecha: la Guerra de la Independencia, cuando Francia se hace con Cataluña.

–Son unos decretos franceses sobre el papel, porque en la realidad eso no se podía hacer. En Cataluña esta guerra fue durísima porque ya tenían en la memoria la francofobia. Recuerdo un cántico de esta época: «Nosaltres som espanyols no podem ser francesos».

–¿Cuál es la verdadera posición de Cataluña en el mapa?

–La de una región que tiene una estructura industrial superior a lo largo de los dos últimos siglos a la media de España, pero siempre conformada en torno a ella. Una posición en la que hay unos elementos culturales de carácter propio y enriquecedor si se quiere usar como tal o de confrontación y separación si se quieren utilizar de otra manera; por ejemplo, la lengua: es un vehículo de comunicación o de barrera. Lleva a la simplificación terrible y absurda de cosas como «España nos roba».

Desarrollo industrial, no nacional

La importancia de la industria catalana no es algo de hoy: ya en el siglo XIX tenía gran peso a nivel nacional. De ahí, según Emilio de Diego, que esta región impulsase el mercado a nivel estatal, «porque lo necesitaban para desarrollar su industria, sobre todo la textil». Sin embargo, en el terreno político «se replegaron entendiendo que lo fundamental era mantener el arancel y las ventajas fiscales. Es uno de los puntos de error que llevó a que los productos textiles valieran entre tres y cuatro veces más para el resto de los españoles. La imagen del catalán suscitó un debate. No hubo que esperar a un Barça-Madrid para tener enfrentamientos». Ya conocen aquello de «la pela es la pela». Todo ello terminó dando pie a un contrabando que llegaba de Inglaterra y entraba por Portugal y Gibraltar.