Cataluña

Desde Sijena: Cava aragonés para el brindis más esperado

La localidad oscense ultima los preparativos para la vuelta a casa de las 44 piezas de su tesoro patrimonial y ya han hecho un hueco en los antiguos dormitorios del monasterio.

Monasterio de Santa María de Sijena (Huesca) que a partir de hoy albergará de nuevo las 44 piezas que se exponían en el Museo de Lérida
Monasterio de Santa María de Sijena (Huesca) que a partir de hoy albergará de nuevo las 44 piezas que se exponían en el Museo de Léridalarazon

La localidad oscense ultima los preparativos para la vuelta a casa de las 44 piezas de su tesoro patrimonial y ya han hecho un hueco en los antiguos dormitorios del monasterio.

No deja de ser curioso que después de meses en los que las banderas en Cataluña han ondeado por encima de la media, en uno u otro sentido, en balcones, mástiles, a modo capa o como fuere, sea precisamente una señera con sus «cuatro barras de sangre» la que ponga punto y final al último episodio con el que el catalanismo del «seny» se ha sentido ofendido: «El Estado quiere humillar a Cataluña», exclamaba Mireia Boya –de la CUP– el pasado viernes, pese a que el tema no tenga nada que ver con independentismos y sí con la justicia patrimonial. Señera que en esta ocasión irá acompañada de su escudo pertinente, como bien establece el artículo 5 de la ley 2/1984 de la Comunidad Autónoma de Aragón: «Figurará siempre en el centro de la bandera». Porque será la señera de Aragón la primera en dar la bienvenida a las 44 piezas en su regreso a casa, Villanueva de Sijena.

A la izquierda de la A-131, una finca privada con dicho estandarte es lo primero que uno se encuentra cuando realiza el camino entre Lérida y el pueblo oscense, el mismo que recuperará el tesoro de Sijena esta misma semana, aunque el día dependerá de la tardanza en las labores de embalaje. Después, una indicación para el desvío a la casa de Miguel Servet, natural de la villa, más adelante la Guardia Civil, curioso, y pasada la indicación de «centro urbano», una nueva salida: esta vez para el monasterio de Santa María de Sijena, que tiene todo dispuesto para recibir las obras que hasta hoy ha albergado el Museo de Lérida. Las monjas, por su parte, guardan un prudente silencio para evitar alborotos que enturbien su pausada vida de rezo, aunque cuentan los sijenenses que «no les hace mucha gracia eso de que se traigan las piezas de nuevo».

Aún así, los antiguos dormitorios del monasterio ya guardan el oportuno espacio para los bienes. Frente a los viejos frescos, que antes decoraban las paredes y ahora se apoyan en lienzos, y piedras talladas espera su turno un expositor en blanco que ocupa buena parte de la sala. Es donde irán las piezas de la discordia. «Al menos hasta que se hagan las obras para la ampliación de la nave», comentan de un proyecto previsto para 2018. Antes del mueble vacío, una mesa con cuatro sillas y otras tantas lámparas se presta a intuir que en ella será donde se analice cada una de las piezas a su vuelta, aunque el responsable de la sala prefiere no dar pistas. Una vitrina, completamente libre, también parece esperar a sus nuevos inquilinos. A su lado, relicarios, tapas de libros, palmatorias, cucharas, platos y azulejos del siglo XVI al XIX completan la decoración.

En el pueblo, a un kilómetro de allí, la sensación es de hartazgo. «No se puede definir de mejor manera», comenta un vecino del pueblo al sacar el asunto. «¡Hostia! No nos lo creemos –exclama el tendero de la panadería–. Hasta que no veamos aquí todas la piezas no nos fiamos de nadie. Son años esperando y seguimos igual». Otros apuntan que «todo lo que sea para atraer a la gente, bienvenido sea». Es la línea que se extiende por las calles de Sijena, entre la esperanza y las dudas. En el Bar Club Sijenense son dos parroquianos habituales los que comienzan el debate: «Esto es como lo del refrán, a río revuelto, ganancia de pescadores, y ahora querrán venir todos a hacerse la foto para ponerse una estrellita en la solapa». Aunque la desconfianza sobre sus vecinos catalanes es la de siempre: «Yo ya no me creo nada de esos, siempre están con las mismas y al final se lo quedan todo», mascullan.

Porque lo que molesta en Sijena es que les han tocado el orgullo. Esos «años esperando» a los que hacía referencia el panadero también se repiten en el Club: «Y lo peor es ir por Huesca y que todo el mundo te diga: “Hombre, los que todavía están esperando a que les den lo suyo’’. Eso da mucha vergüenza», cierran.

Más optimista, pero no menos cansado, se muestra Alfonso Salillas, alcalde del municipio y quien se ha pasado «media vida intentado traer todo», dice. Parece que tiene su objetivo más cerca, a apenas 24 horas que se le pasan «muy lentas». Tocaba disfrutar del puente de diciembre, pero no ha estado para descansos. Apenas un par de días se ha tomado en los que, pese a escaparse, no ha parado de mirar hacia Sijena. «Ahora estoy viendo si me dejan unas vallas para controlar un poco a la gente que se dé cita el lunes». Y pasa el testigo al Gobierno de Aragón, «que serán los que se tengan que hacer cargo de la mayoría».

Salillas tiene las cuentas en la cabeza. La primera: «¿Cómo es posible que en Lérida sólo expongan siete de las 44 piezas del tesoro porque el resto las tienen enterradas? Nosotros sí vamos a dar a conocer el patrimonio de Aragón que ha estado secuestrado». La otra suma –la de la gente que «puede arrastrar la vuelta de las piezas»– es «lo mejor de todo», en palabras de los hosteleros de Sijena. De las 5.000 personas que visitaron el monasterio el año pasado –«a medio gas», puntualiza el alcalde– las primeras estimaciones que ha hecho el Ayuntamiento multiplican por seis esa cifra hasta alcanzar las 30.000. «La gente quiere ver y conocer su historia. Y si aquí tenemos la suerte de contar con un románico único en España pues debemos enseñarlo por el bien de la comarca», completa.

Pero mentiría Salillas si dijera que no ve cerca el final de este capítulo. «Quedan más», advierte. Tanto es así, que ya piensa en «un brindis» en cuanto se ponga en suelo sijenense la 44ª pieza del lote. Un cava aragonés –Reyes de Aragón, cortesía de Bodegas Langa– con el que Ildefonso «Alfonso» Salillas quiere dar a sus vecinos «el bálsamo que se merecen después de tantos años de espera».