
Representante vaticano
Piero Pioppo, un nuncio para renovar mitras
La Santa Sede tiene nuevo embajador a la espera del plácet de Moncloa: un italiano de 64 años que hasta ahora era el representante papal en Indonesia

El Vaticano ya ha decidido quién será el nuevo nuncio de Su Santidad en España. Según ha podido confirmar LA RAZÓN, se trata del italiano Piero Pioppo, un experimentado diplomático de 64 años, que asume como nuevo destino una de las naciones de referencia para el catolicismo. Hasta ahora ha sido la máxima representación del Papa en Indonesia, donde fue destinado en 2017. Un año después Francisco le encargó además la representación pontificia ante la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, una red creada en 1967 con el objetivo de acelerar el crecimiento económico, el progreso social y la cooperación cultural en la región.
Solo falta un paso para que oficialmente Pioppo se convierta en nuncio, no solo en nuestro país, sino también para el Principado de Andorra: el plácet del Gobierno. A priori, el perfil del arzobispo nacido en Savona no presenta ninguna arista que pudiera evitar el visto bueno de Moncloa. De hecho, según ha podido confirmar LA RAZÓN de fuentes vaticanas, desconocen cuál es el motivo de la demora para dar luz verde a que comience su misión diplomática. Sobre todo, porque la Nunciatura madrileña se encuentra en sede vacante desde marzo, cuando el filipino Bernardito Auza puso rumbo a Bruselas como nuncio ante la Unión Europea.
Relevo necesario
Auza dejaba nuestro país después de un solo quinquenio, cuando lo habitual es que los nuncios permanezcan en nuestro país, al menos, dos periodos consecutivos. Sin embargo, tal y como pudo corroborar este periódico, el descontento tanto del Papa Francisco como de la Secretaría de Estado y del Dicasterio de los Obispos con él propició una salida temprana que el Pontífice argentino aprobó antes de que tuviera lugar el ingreso hospitalario previo a su fallecimiento. ¿El motivo? Sus discrepancias con Roma en los criterios para elegir obispos «con olor a oveja» como buscaba el Pontífice fallecido.
Sin embargo, la ausencia del número uno de la embajada vaticana y el retraso en el plácet no han frenado en seco el trabajo del equipo diplomático. De hecho, como ya explicó el secretario general de la Conferencia Episcopal, César García Magán, «la nunciatura no está descabezada, la cabeza es el encargado de negocios, el sacerdote polaco Roman Walczak, que tiene potestad para seguir adelante en la fase de instrucción en lo que a los obispos se refiere». Prueba de ello es que en este tiempo se ha mantenido el ritmo de designaciones episcopales por parte de León XIV, como demuestra la elección del sacerdote Daniel Palau como obispo de Lérida y el traslado del obispo José Antonio Satué de Teruel a Málaga.
Lo cierto es que la apuesta por Piero Pioppo se habría fraguado durante los últimos meses del Pontificado de Francisco, que habría apreciado su labor en el archipiélago del sudeste asiático, máxime cuando se trata de una región de mayoría musulmana en la que el catolicismo se abre paso no sin dificultades, pero desde la apuesta por el diálogo interreligioso defendida por Jorge Mario Bergoglio. Al parecer, el Pontífice argentino habría quedado gratamente sorprendido de la capacidad organizativa y el papel institucional del nuncio en Indonesia como uno de los anfitriones del que fue el último gran viaje internacional de Francisco, que protagonizó hace un año.
Sacerdote desde 1985 y doctor en teología dogmática, fue en 1993 cuando ingresó como funcionario en el Servicio Diplomático y en la Secretaría de Estado en la Santa Sede. Tras su paso por las nunciaturas de Corea del Sur y Chile, con Benedicto XVI en 2010 se puso por primera vez al frente de una misión diplomática, como «embajador» vaticano en Camerún y Guinea Ecuatorial. Así pues, tras su paso por Chile y Guinea Ecuatorial, se le presupone un conocimiento notable del castellano, además de dominar el italiano, el inglés y el francés.
Y es que, la designación de Pioppo y, en general, de un nuncio no es un detalle menor. Por un lado, asume las labores propias del embajador de cualquier país, en un contexto de cierta tensión entre el Gobierno y los obispos por cuestiones que, de alguna manera, pudieran rozar los acuerdos Iglesia-Estado firmados con Roma. Por otro lado, en clave interna eclesial, su papel resulta fundamental en el proceso de selección de los futuros obispos españoles. Es misión prioritaria del nuncio presentar al Vaticano una terna por cada una de las diócesis que quedan vacantes de sus máximos responsables. Ese trío de nombres se presenta al Dicasterio para los Obispos, acompañado de un minucioso informe sobre sus fortalezas y debilidades, elaborado a partir de una investigación del embajador y contrastada con una consulta a decenas de católicos, desde cardenales y obispos a personas que conocen de cerca a los candidatos. Cuando llega a Roma, en el Dicasterio se debate la idoneidad de cada uno de ellos, pudiendo echar para atrás alguno o todos los nombres, o bien hacérselos llegar al Papa con un expediente final para que escoja.
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