Constitución

¿Hay democracia en Cataluña?

La Razón
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Escribo estas líneas cuando hace unas pocas horas he leído la propuesta de resolución que, presentada ante la mesa del Parlament por representantes de Junts pel Sí y la CUP, interesa la declaración solemne de inicio del proceso de creación del Estado catalán independiente en forma de república.

Debiera quedarme perpleja tras su lectura y no lo hago. Hace ya demasiado tiempo que nada me sorprende.

Hace treinta años algunos soñaron llegar a la situación actual y pusieron las bases para ello. Siguiendo una hoja de ruta bien trazada crearon un enemigo exterior –España– al que echar las culpas, en un continuo discurso victimista hasta el hastío, bajo el lema de que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad. Hace treinta años se inició el adoctrinamiento en las escuelas y en los medios de comunicación subvencionados.

Treinta años en los que se ha ido modificando la historia de Cataluña creando mitos y reinos inexistentes, inventando agravios, estableciendo continuas comparaciones entre España y Cataluña como si de dos realidades diversas se tratara y que se salda invariablemente en favor de esta última. Treinta años demonizando todo aquello que tenga regusto español. Años señalando a quien no sigue al «régimen», como los «otros», «los españoles», «los malos catalanes». Treinta años impidiendo una educación bilingüe y acorde con la realidad plural de Cataluña. Treinta años poniendo trabas a la cultura y al arte que no proceda del afín ideológico.

Treinta años de afán imperialista, de «Països Catalans», pero en el momento decisivo sólo a las cuatro provincias de Cataluña se les atribuye «el derecho a decidir la independencia», irónicamente no contemplan que Valencia, Baleares y la Cataluña Nord participen en el «procés», a ellos sólo les cabe la vía de la adhesión; aunque sólo con todos ellos tenga sentido su discurso nacional. Sin duda, porque saben que en esas regiones su ansia independentista no sería respaldada.

Después de treinta años el trabajo bien hecho da sus frutos. No sólo se ha provocado desconocimiento y desafección hacia el resto de España, sino lo que es peor, se han larvado sentimientos de odio y resentimiento.

Se ha logrado instaurar un pensamiento único por líderes que, sin sonrojo alguno, se arrogan la capacidad de interpretar los deseos del «pueblo catalán», como si todos los que aquí vivimos y trabajamos formásemos una unidad monolítica.

¿Cómo sentir ahora perplejidad? Nada causa perplejidad después de tantos años, ni siquiera la oportunidad del momento.

Nada sorprende cuando las ideas se han impuesto desde el poder, desde las instituciones públicas creadas por la Constitución de la que se reniega. Nada sorprende cuando el resultado de las urnas se retuerce, se fuerza y se reinterpreta hasta lograr que sea el que se pretende y no el que es. Nada sorprende cuando no se cumple la Ley y no se respetan las resoluciones judiciales. Cuando se inventan las «leyes» a conveniencia de algunos.

La propuesta de resolución que se acaba de presentar por dos grupos políticos que ni siquiera representan al 50 por ciento de la población, pero se presentan como los salvadores de una nueva patria interpretando «los deseos del pueblo catalán», es la prueba de ello.

¿Hay democracia en Cataluña?