Política

Estado Islámico

«Nos reuníamos para pescar y hacer barbacoas, no para adoctrinar a nadie»

Los once procesados siguen ayer desde un habitáculo blindado la primera sesión del juicio que se celebra en la Audiencia Nacional
Los once procesados siguen ayer desde un habitáculo blindado la primera sesión del juicio que se celebra en la Audiencia Nacionallarazon

El presunto líder de la célula del Estado Islámico dice que es un cabeza de turco.

Cuatro de los once acusados de integrar una célula del Estado Islámico (EI) encargada de enviar muyahidines a Siria negaron ayer –en la primera sesión del juicio celebrado contra ellos en la Audiencia Nacional– que reclutaran y adoctrinaran a futuros combatientes para engrosar las filas de la organización terrorista en zonas de conflicto. Sólo pretendían prestar ayuda humanitaria a los campos de refugiados sirios, insistieron varios de ellos, que redujeron las supuestas reuniones de adoctrinamiento celebradas en la playa ceutí de la Almadraba a jornadas «de barbacoa y pesca».

Ni siquiera se arredraron cuando el fiscal, Vicente González Mota –que pide para ellos penas de diez a doce años de cárcel por integración en organización terrorista y tenencia de armas de fuego–, les recordó los archivos sobre la yihad incautados, los manuales sobre la fabricación de explosivos y las imágenes de la bandera del Estado Islámico con la que el supuesto líder de la célula, Karin Abdeselam Mohamed, «Marquitos», se fotografió. Idénticas, según el Ministerio Público, a las que utiliza el EI «para reivindicar la autoría de los atentados suicidas de los “mártires”» de su organización.

«Es una bandera de musulmanes que utiliza el Estado Islámico. Cualquiera puede llevarla en una manifestación», replicó.

En cuanto a los vídeos de contenido yihadista, su supuesto número dos, Abdelkrim Chaib Abdelaziz, «Chatarra» (alias que él mismo negó), justificó esa meticulosa labor de archivo en su preocupación por «mis hermanos de religión». «¿Usted tiene familia o conocidos en Siria?», le preguntó el fiscal para intentar buscar una justificación a esos vídeos del EI y del también grupo terrorista Jabhat al Nusrah (JaN). «No, los guardé para entender qué es lo que estaba pasando ahí. Simplemente», contestó.

No hizo falta intérprete

Los cuatro procesados (vecinos de la barriada ceutí de El Príncipe) declararon en español y, a preguntas de sus abogados, subrayaron que condenan «cualquier tipo de terrorismo», precisando que «el Corán prohíbe expresamente que alguien se quite su propia vida».

El presunto cabecilla de la red que, según la Fiscalía, envió a más de una docena de personas a Siria (de las que ocho habrían fallecido en distintos atentados suicidas o combatiendo en zonas de conflicto) explicó que sus gestiones para viajar a Turquía (supuestamente para acompañar a tres supuestos muyahidines) eran «para ayudar al campo de refugiados» de Latakia (Siria), al que pensaba destinar 2.000 euros para «una labor humanitaria». «¿En qué trabaja usted?, le preguntó entonces el fiscal. «En un cafetín. Eran mis ahorros», contestó Karin Abdeselam Mohamed, negando que recaudara el dinero para destinarlo a las familias de los combatientes que supuestamente enviaba desde España tras su inmolación.

«¿Quién soy yo para dar instrucciones?», se preguntó airado ante la insistencia de González Mota en señalarlo como el líder de la organización de reclutamiento. «La Policía quiere un cabeza de turco y es lo que ha buscado. Nunca he aconsejado a nadie que se inmolara. Eso está prohibido por el Corán», insistió a preguntas de su abogado, Marcos García Montes.

«A mí me ayudaba la familia»

Igualmente, negó que participara en reuniones de adoctrinamiento («nos juntábamos en la playa para hacer barbacoas y pescar, no para adoctrinar a nadie») y que financiara a los muyahidines enviados a Siria. «A mí me ayudaba la familia para mantener la casa, ¿cómo voy a financiar nada?», aseguró.

Cuando fue detenido, tenía en el bolsillo una nota con el teléfono de Abdelaziz el Mahdali, líder de la katiba a la que, mantiene el fiscal, se incorporaban los combatientes captados por la red española. «Me lo dio un amigo, un vecino. No tengo ni idea», dijo.

Tarik Mustafa Hamed, «Conejo», el supuesto encargado de poner en contacto a los yihadistas con la organización terrorista en Siria, puso especial énfasis en desvincular a «Marquitos» de cualquier papel de líder. «Karin no manda ni en su casa. Es un porreta, como yo. Todo el día en cafetines y criando gallinas. ¿De qué me va a mandar a mí ése?».

«Conejo», que trabajó durante diez años en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de Ceuta, admitió, no obstante, que uno de los muyahidines que supuestamente envió la célula a siria en mayo de 2013, Mohamed Abdeselam Mohamed, «Pizza» (quien se inmoló en una acción suicida), y de quien era «muy amigo», le telefoneó desde Siria para decirle que se había ido «a ayudar contra el dictador Al Asad» y que se estaba «entrenando» en Alepo. A él, declaró, le intentó convencer Asedien Azougagh para que diera el mismo paso, pero se negó. «Nunca pensé en irme a Siria a combatir, a hacer la yihad».

«No me hace falta viajar a Siria»

«No me hace falta viajar a Siria para hacer la yihad –insistió–. La hago yo en mi casa todos los días levantándome a las siete para limpiar». «Aiuf» dijo ser «adicto a la droga. Me meto coca, pastillas, porros, marihuana, hachís».

En la misma línea que sus compañeros de banquillo, el supuesto número dos de la célula, Abdelkrim Chaib Abdelaziz, «Chatarra» (ex militar español), aseguró que los vídeos de contenido yihadista que se le incautaron «no se los enseñó a nadie» y que sólo pretendía estar informado sobre la situación en Siria.

Por su parte, Mohamed Heyouf Mohamed, «Aiuf», contestó al fiscal que el manual de explosivos que tenía en su vivienda era de un hermano suyo militar. Preguntado sobre los vídeos yihadistas que se le incautaron que reclamaban «que se devuelva al camino del Islam a Al Andalus», aseguró: «Soy ceutí, español. No comparto eso».