País Vasco

La otra condena de Otegi

Asume que será inhabilitado y que su proyecto político ha fracasado tras no lograr «la acumulación de fuerzas» de la izquierda abertzale

El candidato a lehendakari de EH Bildu, Arnaldo Otegi
El candidato a lehendakari de EH Bildu, Arnaldo Otegilarazon

Asume que será inhabilitado y que su proyecto político ha fracasado tras no lograr «la acumulación de fuerzas» de la izquierda abertzale

El día 24 se publican las candidaturas a las elecciones en el País Vasco y en los dos días siguientes pueden impugnarse ante la Junta Electoral de Guipúzcoa, que proclamará las listas definitivas el 29 y las publicará el 30. Hasta el 1 de septiembre, la Fiscalía y los candidatos tienen de plazo para iniciar en los juzgados el contencioso electoral. Si llegara una demanda de amparo ante el Tribunal Constitucional, éste tiene la obligación de notificar su resolución antes de la medianoche del 8 al 9 de septiembre, cuando comienza la campaña electoral. Arnaldo Otegi tiene asumido que no podrá presentarse a lendakari, pues está inhabilitado para ejercer cualquier cargo público hasta el 28 de febrero de 2021.

Otegi, cuyo proyecto político ha fracasado tras no lograr «la acumulación de fuerzas» de la izquierda abertzale, es un ejemplo claro de esos reclusos que al salir de la prisión se topan con una realidad totalmente distinta de sus ensoñaciones, promovidas casi siempre por los mensajes de los que les van a visitar. Tal y como adelantó LA RAZÓN, el secretario general de Sortu estaba convencido de que la Izquierda Abertzale sería la que en el País Vasco se beneficiaría de las movilizaciones del 15-M. Incluso creía que había que realizar un diseño para infiltrarse en dichos grupos con el fin de «proseguir con la acumulación de fuerzas». Logrado este objetivo, la victoria en los procesos electorales estaba más que garantizada, pero ha sido Podemos quien lo ha conseguido.

El problema, sobre todo para la Izquierda Abertzale, es que el cabecilla proetarra no ha perdido, al menos por el momento, su autoridad, que ejerce de forma implacable. Se ha deshecho de sus antiguos compañeros de viaje, que le guardaron el puesto mientras estuvo en prisión, y ha iniciado una «huida hacia adelante», escoltado por los que cree sus «fieles», con los que confía en frenar el imparable crecimiento de Podemos en el País Vasco. A falta de un programa que sedujera al electorado, se le ocurrió la fórmula de que fueran los militantes los que hicieran las pertinentes aportaciones. Al final, el proceso de debate interno «Abian» no contó ni con el 40 por 100 de participación de dichos militantes.

Las constantes visitas de representantes del independentismo catalán no han beneficiado a Otegi, que se ha pasado meses repitiendo que había que trasladar al País Vasco el modelo de Cataluña. Otro error, porque se trata de realidades diferentes.

La estancia en la prisión de Logroño, con lo que conlleva de privación de libertad, permitió al dirigente proetarra construir un mundo en el que se creía perfectamente informado de lo que ocurría extramuros, hacer planes de futuro en función de los datos que recibía y, en definitiva, controlar lo que ocurría fuera de la cárcel.

El hecho, también adelantado por este periódico, de que «supiera» con anterioridad a la decisión del Tribunal Constitucional de que Sortu sería legalizado, según comentarios de personas que le fueron a visitar al centro penitenciario de Logroño, le daba, en apariencia, unos niveles de información que no tenían la mayoría de los que circulaban por la calle en libertad. En la práctica, no le servían para nada.

El antiguo portavoz de Batasuna creía que el Estado estaba obligado (no sé sabe muy bien por qué) a adoptar una serie de medidas, entre ellas la legalización de Sortu. Entre otros factores, lo atribuía a las conveniencias políticas y la «presión internacional» que ejercía el abogado surafricano Brian Currin y los grupos de su entramado.

Pese a la parafernalia montada para celebrar su puesta en libertad, con un acto que supuso un «baño de multitudes», ha podido comprobar que una cosa es el mundo que había imaginado en la cárcel y otra la cruda realidad de una situación política que le convierte, le guste o no, en un político camino de la amortización.

Llegó a pensar que a la legalización de Sortu seguirían medidas a favor de los presos de la banda y su entramado, entre ellos él mismo. Tampoco en esto acertó.

Otegi, según esos comentarios de personas que le visitaban, estaba convencido de que el Estado no tenía un programa definido ante un final real de ETA (si es que algún día se llega a producir), por lo que aconseja desechar la posibilidad de soluciones «bilaterales» (mediante acuerdos o negociaciones) y pensar en las alternativas «unilaterales», fruto de la presión y de la lucha que pueden desarrollar ETA y su entramado. Los expertos señalan que como frase queda redonda, pero que en la práctica...

En el colmo del delirio llegó a pedir como regalo de cumpleaños, que coincide con el comienzo de las fiestas de San Fermín en Pamplona, «toda la fachada del Ayuntamiento con una gran ikurriña». El incidente ocurrido en 2013 no volvió a repetirse, por más que le hiciera tanta ilusión al secretario general de Sortu, cuando se desplegó una gran ikurriña que impedía ver la fachada de la Casa Consistorial y que retrasó el lanzamiento del chupinazo durante unos 20 minutos. Para colmo de desgracias abertzales, la Policía Nacional y la Municipal detuvieron a seis individuos por estos hechos.

La estancia en la cárcel de Otegi dejó otras numerosas «perlas»: «Los españoles son unos tramposos». Se refería a la posibilidad de que los que tuvieron que salir del País Vasco y Navarra como consecuencia de las amenazas de ETA y su entramado pudieran votar en elecciones autonómicas vascas. «¿Es que se han vuelto locos?»,

Para el portavoz de Batasuna, no constituyó una trampa la «limpieza étnica» que la banda terrorista ha realizado a lo largo de su historia, al borrar del censo para siempre a los que asesinaba o con la supresión, mediante la amenaza, de los votos de personas que jamás iban a apoyar las candidaturas de su brazo político. Los tramposos –y locos– son, según su punto de vista, los que trataban de corregir esa injusticia.