Julián Cabrera

Militantes vs ciudadanos

La Razón
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Pues va a resultar que PSOE y PP son capaces, haciendo primar los intereses generales de los ciudadanos frente a los «pata negra» de la militancia, de llegar a acuerdos sin necesidad de pasar posteriormente por la «cámara de desinfección». Y va a resultar también que ha sido necesaria una precaria mayoría de 137 escaños por un lado y la llegada de una gestora poniendo fin al discurso de la negación sistemática a Rajoy por otro, para que la sufrida ciudadanía, más pendiente de sus problemas del «día a día» que del juego político, esté contemplando cómo la solución a esos problemas tiene más que ver con la voluntad que con la ideología y la estrategia.

Ignoro qué va a ocurrir en el Partido Socialista a propósito de su búsqueda de un nuevo líder y de la recuperación de identidad y proyecto, pero lo que sí parece claro, mal que a algunos les pese, es que la actual gestora presidida por Javier Fernández –con mano o no de Susana Díaz– está anteponiendo los intereses generales a los propios de partido, en un momento en el que lo fácil sería maniatar a un gobierno escaso de apoyos y hacer el discurso que gusta a la parroquia más «cafetera».

En lo poco que llevamos de legislatura no hay nada que se parezca a lo de la «gran coalición» a la alemana que Rajoy sin éxito le planteó hace un año al entonces líder socialista Pedro Sánchez –en este punto, incluso ofreciéndole la vicepresidencia del Gobierno y el Ministerio de Exteriores–, pero sí constan acuerdos en seis grandes temas, de esos que realmente preocupan al ciudadano, milite o no en un partido, y que con toda seguridad son más de agradecer que todas las alharacas grandilocuentes y mitineras. Sería bueno preguntar a los españoles beneficiados por los acuerdos PP-Ciudadanos y PSOE como pieza clave a propósito de la pobreza energética y la creación del bono social, la aplicación del nuevo salario mínimo, la vía abierta para reformar o mejorar la Lomce y la lucha contra la violencia de género o como más inmediato, el acuerdo sobre las cláusulas suelo. Esos ciudadanos, que tienen sus preferencias políticas y votan libremente a quienes consideran oportuno, sí comparten algo tan palmario como que sus representantes –eso sí, cuando se ponen a ello– saben ceder, pactar y pasar de la política de salón a la que llamamos de Estado y que no es otra más que la del sentido común.

La batalla interna por el poder que se libra en el PSOE tiene mucho que ver con esta disyuntiva entre la pasión del militante y el interés del ciudadano. Tal vez por eso no estaría de más que Pedro Sánchez, además de «pulsar la opinión de la militancia» en su anunciado periplo, pregunte en la cafetería frente a la agrupación local de turno si hay algún beneficiado por el acuerdo sobre cláusulas suelo o sobre pobreza energética. Igual comprueba que la gestora, aun «infectada» de marianismo, pasa el corte.