Nacionalismo

Muros de odio

La Razón
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Me gustaría contarte que confío en ver cómo se solucionan nuestros conflictos. Me encantaría pensar que a la mayoría de nosotros nos resulta absurdo y cansino pelear hasta la ruptura, sólo por vivir en un país que se llame oficialmente Estado español, o nación de naciones, o federación asimétrica, o comunidad de autonomías. Me ilusionaría creer que las ideas separatistas se curan viajando –y darle así la razón al Nobel Camilo José Cela–, pero la realidad diaria nos pone cada vez complicada esa teoría. Y la solución a la ecuación que satisfaga a todos todavía nadie la ha encontrado. Ay, España, tierra de inconformistas pasionales, insatisfechos, críticos. Cada hijo tuyo es un mundo. Cataluña se ha convertido en un polvorín de susceptibilidades que veremos si saltan por los aires en septiembre, tras este verano tórrido de sequía, alertas rojas y –lo nunca visto– de empacho turístico en según qué ciudades emblemáticas. De nuevo, el verano nos invita a una sobredosis de mítines sobre el desafío soberanista, a un querer y no poder converger en las ideas antes del 1 de octubre.Perdóname la sinceridad pero, a estas alturas, sólo me hacen saltar del asiento los éxitos deportivos, y ahí entra en escena la joven Garbiñe Muguruza con sus 23 añitos, estrella del tenis, asesorada fantásticamente por otra de nuestras alegrías, Conchita Martínez. Gracias, Garbiñe, por iluminarnos el fin de semana y porque tu victoria aúna el aplauso bienintencionado al Norte y Sur, Este y Oeste, en esta tierra compleja, enferma crónica metida en piel de toro. Yo la llamo España, tú llámala equis, si quieres.

Celebro que los dos nos alegremos por Garbiñe. Su victoria es hoy nuestro eje principal de conversación. Reina de Wimbledon que algunos se han apresurado a descatalogar como española. Nacida en Caracas, de padre vasco, residente en Barcelona desde los seis años... «¿Pero cómo es posible que, con semejante mezcolanza, la llames paisana?», me preguntas. «Porque ella lo escogió», te contesto. «No soporto que os la adjudiquéis», musitas. Muros de odio nos rodean. En vez de aplaudirla sin condiciones, buscas la grieta del nacionalismo para enfrentarnos. «Mente sana en cuerpo sano», te recuerdo. Ya sabemos por La Roja que el mejor remedio para el dolor independentista son los éxitos deportivos de envergadura. Pero no te enfades, apláudela sin más, como a la rosa de Juan Ramón. ¡No la toques ya más, que así es Garbiñe!