Ciencia

«El trabajo de un científico es mirar con los ojos de un niño»

Entrevista al divulgador científico Antonio Martínez Ron, autor de «El ojo desnudo»

Antonio Martínez Ron, con su nuevo libro
Antonio Martínez Ron, con su nuevo librolarazon

El divulgador científico Antonio Martínez Ron tiene la sana costumbre de intentar desentrañar la ciencia con un ojo en las estrellas, en lo desconocido, en el fondo de un microscopio, y otro en sus hijos. Las inocentes preguntas que le hacen son en ocasiones su fuente de inspiración y, en este caso, son la excusa para titular y para escribir su último libro, “El ojo desnudo” (Editorial Crítica).

Efectivamente, la cosa va de ojos: “Papá, si no lo ven, ¿cómo saben que está ahí?”. Como admite el propio Martínez Ron, la pregunta formulada por su hija Laura (la “pequeña exploradora” a quien dedica, junto a David, el libro) tiene su miga. Da igual que sea una lejana estrella o un virus agazapado en el fondo de un tubo de laboratorio. ¿Cómo pueden saber una cosa que no ven?

A partir de una declaración de humildad (“Yo no soy un sabio con muchas respuestas, sino un periodista con muchas preguntas”), Martínez Ron construye un libro científico en la más pura escuela de la divulgación que se estila estos años, como la de su añorada Órbita Laika, y que tanto bien ha hecho por acercar la ciencia a todos los públicos.

Dividido en cuatro partes (Visiones, Artefactos, Colores y Espectros), el autor da al libro un toque periodístico, con capítulos breves y títulos provocadores (“El astrónomo miope”, “El mundo al revés”, “Bichitos en la piscina” o “Catástrofes y gin-tonics”), sin perder un ápice de rigurosidad.

En una entrevista con larazon.es, Martínez Ron, creador de alguno de los proyectos digitales de divulgación más exitosos en español, como Naukas o Fogonazos, defiende que la divulgación está intrínsicamente ligada a la ciencia.

Él, sin duda, lo ha logrado: está a los mandos del blog de ciencia más leído en español, cuyos lectores únicos oscilan entre los 350.000 y el medio millón, y que tiene 40.000 suscriptores.

Pregunta: Divulgar la ciencia es, para los más puristas, una contradicción en sí misma. ¿Cree que los científicos entienden y valoran este tipo de trabajos, o se les pone la carne de gallina?

Respuesta: No conozco a esos «puristas». Los mejores científicos han sido casi siempre grandes divulgadores.

Alguno habrá que le haya acusado de banalizar la ciencia... ¿o no?

Esos comentarios son en sí mismos banales. Y estadísticamente irrelevantes.

Si la comunidad científica, y hablo de ella en general, mirara más a los ojos de los niños, como hace usted, ¿sería capaz de entender mejor, o al menos explicar con más claridad, algunas cosas?

De hecho el trabajo de los científicos consiste en mirar el mundo con los ojos de un niño dispuesto a hacerse todas las preguntas.

¿Por qué nos da tanto respeto la ciencia? ¿Cree que algún día se hablará en los cafés de ciencia como se habla ahora de Messi o de Ronaldo?

Hay una barrera histórica entre la ciencia y la sociedad que debemos romper y que ha crecido en parte por un enorme malentendido, el de creer que la ciencia es dogmática y provee de verdades absolutas, cuando lo que hace justamente es aceptar la incertidumbre y explorar los límites de nuestra ignorancia. No creo que la ciencia llegue a ser tan popular como el fútbol, pero estoy seguro de que el ansia de conocimiento está tan enraizado en los seres humanos como el ansia de entretenimiento.

Pregunte en la calle la alineación del Real Madrid o del Barcelona. Luego, pida a esa misma persona que cite uno solo de los integrantes de la “selección” de los mejores científicos españoles, como la que periódicamente hacen revistas como “Quo”. ¿Le da pena la gran diferencia de conocimiento entre una cosa y otra?

Prefiero fijarme en la parte positiva. Cada vez hay más gente interesada en la ciencia y con mayor cultura científica en general. Creo que debemos dejar de lloriquear porque no nos hacen caso y trabajar para que la gente se interese en la investigación.

En su libro propone un viaje por el ojo humano a través del color, la luz y, en definitiva, el universo. ¿Por qué?

La historia de cómo aprendimos a ver es una aventura fascinante que explica por qué mirando la luz de las estrellas podemos saber de qué están hechas. El libro cuenta la historia como a mí me habría gustado que me la explicasen, la de cómo hemos conquistado y comprendido realidades que ni son visibles ni parecen evidentes.

Miremos al cielo. Deme una razón, si es que la hay, para volver a intentar posarse en Marte. Esas cosas salen muy caras, y hay mucha hambre en el mundo...

Porque necesitamos saber. Por otro lado, el argumento de que la ciencia sale cara es una vieja falacia. Invertir en conocimiento y exploración es siempre rentable. Le doy un dato, ya que hablamos de fútbol: el presupuesto conjunto de los clubes de la liga española es comparable al presupuesto de la agencia espacial rusa Roskosmos.

“Vacaciones en Marte”. ¿Veremos alguna vez este anuncio en los periódicos? ¿Cree que los viajes privados al planeta rojo serán algún día una realidad?

No solo estoy convencido de que viajaremos a Marte, también creo que colonizaremos otros sistemas planetarios.

Y para terminar, una quiniela. Deme el nombre de los científicos españoles que cree están en la carrera para recibir, en un futuro próximo, el Nobel de la Ciencia.

Cirac, Blasco, Mojica. Si fuera la delantera de un equipo los llamaríamos el CBM.