Política
Carnestolendas
Pasan cosas que pueden ser verdad y no haber sucedido; y al contrario, haber sucedido y no ser verdad. El relato político se impone, según convenga. En medio de convulsiones mundiales, con los demócratas estadounidenses perdidos en su maraña electoral, Mr. Trump, sigue de soberano del Twitter, donde es el verdadero Joker. Los gobernantes chinos, fieles seguidores del autoritarismo maoísta, se enteran del coronavirus, pero lo dejan para después. Este es el mes mundial de las mascarillas –no hay suficientes para tantos chinos– y, también, el de las máscaras carnavalescas en Andalucía; donde la chirigota de Caí, la guasa y la algarabía callejera rompe el silencio imposible por las calles de Málaga. Nada es lo que parece, y el disfraz aguanta todo.
Se enmascara la fracción andaluza anticapitalista de Podemos, y sale a la calle con su charanga, en un divorcio de mutuo acuerdo; como se separan los camaradas ahora, sin gulags ni piolets, ni malos rollos. Andalucía necesita un nuevo partido, que no pacte con esos burgueses socialdemócratas; casta impura, disfrazada de progresistas. Ahora es cuando va a llegar a esta tierra de olivos y toros un verdadero partido regional, cargado de futuro. A la extrema izquierda española siempre le aparece un cacho radical para asaltar los cielos.
La gran fiesta Mobile de Barcelona se ha quedado sin su Carnaval. No ha habido mascarilla capaz de detener al virus chino. El campo agrícola se levanta altivo, como quería el poeta Hernández. Los interinos públicos, los autónomos, la gente de León, todos en la calle con la máscara de la precariedad puesta en sus caras.
Al nuevo «super Gobierno progresista» le crecen los enanos, a los que les sienta bien jugar a la farsa. Si gobernar en solitario es difícil, con esta coalición inédita los disfraces se multiplican. Hay fricciones que chirrían en cada Consejo de Gobierno, que ahora son los martes de Carnaval. Los viernes no son apropiados para el disfraz. La calle, tan grata a ellos, se les viene encima sin aviso y con mil protestas.
Vamos de una cortina de humo a otra, el jolgorio sirve para ocultar y esconder la cara tras las caretas del festín. Si la nocturnidad se esparce desde Barajas, se va a Barcelona a rendir pleitesía. Si Bruselas les fastidia, se anuncia un nuevo eje, sin Alemania ni Francia. Si las sentencias no encajan con el relato, buscan resquicios legales para que salgan de la cárcel, políticos secesionistas. Si los elementos inundan y destrozan se sobrevuela. Si antes el venezolano era presidente, ahora no lo es tanto, es mejor como jefe de la oposición. Viven una eterna Mascarada, sin dejar que los hechos empañen su comparsa. El progreso parece ser eso. Es la vieja pericia de amañar la realidad.
Prometer es fácil en campaña, aplicar marketing político a los conflictos agudos es solo maquillaje, que va bien con las máscaras. Llegar tarde a soluciones verdaderas y enquistarlas a largo plazo es el gran disfraz. Febrero tiene chirigota.
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