Educación

La mala educación

“Entre el 8 y el 80 por ciento del profesorado de las escuelas públicas andaluzas, allá cada fuente con su conciencia y su nula fiabilidad, participó ayer en una huelga que tiene, como cualquier acto humano, algunos motivos justificados y otros peregrinos”

Entre el 8 y el 80 por ciento del profesorado de las escuelas públicas andaluzas, allá cada fuente con su conciencia y su nula fiabilidad, participó ayer en una huelga que tiene, como cualquier acto humano, algunos motivos justificados y otros peregrinos, pero que nos deja una certeza incontrovertible. También la educación, como sucede con el periodismo, es un ámbito en el que reinan una implacable hegemonía izquierdista y una hemiplejia moral zoqueta, amén de un sectarismo apabullante, enceguecido y cegador. El mal de la trinchera ya no lo sufren los soldados en sus pies, sino que contamina las cabecitas huecas de quienes adoctrinan a los infantes en las aulas, donde se normaliza el fornicio de un preadolescente con su fox-terrier mientras se proscribe, como si fuera cianuro, la sabrosa bollería industrial. No se entiende de otra manera, si no, que hayan bastado trece meses de gestión en la consejería del ramo de un consejero centrista para soliviantar a los mismos sindicatos que, domesticados con pasta e hipnotizados por afinidad ideológica, han callado durante veintitantos años de poder socialista. Y no se trata tampoco de justificar todo lo que hace Javier Imbroda, movido por la presión del sector más atrabiliario de Vox a disparates como sumarle a la religión horas lectivas que detrae a la enseñanza de idiomas, pero tampoco se lo puede culpar de mantener unos conciertos que llevan en vigor casi desde que él era estudiante y que, por otro lado, son los que hacen sostenible el sistema educativo universal y gratuito. A la Administración le cuesta un 30% menos un alumno de la concertada que uno de la pública, desequilibrio que se mitigaría si los funcionarios trabajasen (más) y cobrasen (menos) en las mismas condiciones que sus colegas del sector privado. La solución sería que algunos, justo los que ayer se manifestaban, renuncien a una parte de sus privilegios. O bien seguimos como hasta ahora y nos dejamos de joder.