"Volavérunt"

“First Dates”

“Dos años después del 2D: de aquellas ascuas, estas llamas”

El vicepresidente de la Junta de Andalucía, Juan Marín, tras la sesión de control al gobierno del Pleno del Parlamento de Andalucía
El vicepresidente de la Junta de Andalucía, Juan Marín, tras la sesión de control al gobierno del Pleno del Parlamento de AndalucíaMaría José LópezEuropa Press

Juan Marín arrancó la legislatura con la confesión de que le gustaría «recuperar la amistad» con Susana Díaz. Lo normal, después de casi un «matrimonio a primera vista» como el de Cs y PSOE el anterior mandato. Juan, natural de Sanlúcar de Barrameda, 57 años, vicepresidente de la Junta, después de que se le metiera la ex presidenta dentro como si fuera un horrocrux, otea nuevos horizontes. Juan –a quien en su partido le mientan sus detractores como «Manzanilla»– se haya inmerso en su particular «Casablanca». Además, el Gobierno «del cambio» arrancó un día después del aniversario de la muerte de Humphrey Bogart. «Me desprecias, ¿verdad, Rick?». Así, Juan revive cada semana la muerte de Chanquete en cada encuesta. Elías Bendodo es orgánicamente al PP andaluz lo que Susana Díaz era al PSOE-A, menos «Triana, mi gente» pero sí Garmin y maratón. Controlan el cortisol a su antojo y esa mirada de Tiziano. Se lo dijo Ángeles Férriz, antes de ser defenestrada por Susana Díaz, al consejero de la Presidencia en una comisión: «A mí me han dicho que quien parte el bacalao es usted». En el primer debate ordinario en el Parlamento, cuando el entonces también portavoz socialista Mario Jiménez se echó al monte –a lo Alexanko–, Bendodo bajó el balón al suelo y sacó el capote, por malagueñas: «Me llevo muy bien con el vicepresidente Juan Marín. No estamos enamorados, pero, ¿quién sabe?». Dos años después del 2D: de aquellas ascuas, estas llamas; y Marín dice que no le cierra la puerta a nada, ni a concurrir juntos a las elecciones. Después de aquel Pleno lo advirtió Jiménez: «Cuidado con Marín, que también bebía los vientos por Chiqui (Jiménez Barrios) y mira ahora». Marín, que se destapó como un vicepresidente solvente, cayó en la querencia de la sobreexposición; al punto de poder salir a diario con botas de agua instalado en un charco en cuyo reflejo, quizás, vio con las primeras encuestas que, pese a la necesidad de un partido bisagra como Cs –su máxima aspiración posible tras el «Rivericidio»–, se le estaba poniendo cara de Pepe Núñez. El «Manzanilla Power» frente al licor de Hervías. Pero, ojo, que Marín, Battiato sanluqueño, es ese memorable pase de Henry a Reyes en el Arsenal que parece que es sin querer pero fue queriendo. Parece que Marín pasaba por allí para «el cambio», pero la realidad es que estaba allí. Parece que podría ser concejal pero es vicepresidente. Y, aunque profesa un platónico amor político a Inés Arrimadas (que ahora le da una calabaza tras otra), tiene por un lado el posible comodín de «recuperar la amistad» con Susana Díaz (o quien esté) y, por otro, la tentación Bendodo. Juan Marín –de quien conviene recordar que ha pasado por varios partidos políticos sin despeinarse y que sabe hacer relojes– en busca del «centro de gravedad permanente». «First Dates» y segundas intenciones. Amistad, «España Suma», o lo que surja.