Un operario desinfecta una calle en El Borge, una de las localidades malagueñas donde la Junta de Andalucía ha hecho cribado poblacionales

La agonía de los pequeños municipios sin actividad económica por la Covid-19

“Ahora el pueblo está muerto”, señala la regidora de Laroya, en al Comarca del Mármol almeriense

Aunque los efectos sanitarios y sociales de la covid-19 son bien conocidos, las medidas para prevenir la expansión de la pandemia con cierres perimetrales que impiden el tránsito de personas entre municipios, se cobra también su precio en pequeños pueblos de interior que ven agonizar su economía local.

“Ahora el pueblo está muerto”, dice, en declaraciones a Efe, la alcaldesa de Laroya, Dolores Moreno (PP). En la Comarca del Mármol, este municipio almeriense de 192 habitantes dispone de hasta 90 plazas de alojamiento en casas rurales que, por las actuales circunstancias, se encuentran sin usuarios que disfruten de ellas.

“En julio y agosto, como estuvo abierto, en la provincia tuvimos mucho turismo rural, siempre con responsabilidad. Eran muchas familias, padres e hijos, por lo que no ha pasado nada. Ahora estos empresarios turísticos están mal porque se ha cerrado perimetralmente entre pueblos”, ahonda.

La regidora señala que, por ejemplo, en Almería capital “vas a la tienda, comes y bebes”. “Aquí, la panadería, que hace siempre mantecados, ve que no viene gente. Somos muy pocos vecinos, ni compras todos los días, ni hay turismo. La panadería, la carnicería… El bar está cerrado. Los empresarios creen que haber dejado el movimiento a nivel de provincia habría dado un poco de vida”, incide.

Cree, incluso, que aumentar el horario de apertura de la restauración no serviría de nada porque “si no dejas venir, en Laroya viven cuatro personas mayores” y advierte de que “se están cargando el turismo rural y agravando la despoblación. Al pueblo no entra ni un alma. Si se hubiese podido abrir para el puente… Son todo casitas de turismo rural de seis personas como máximo, no tenemos más. Se habría podido salvar el mes”, lamenta.

En la comarca de Sierra Alhamilla se encuentra Lucainena de las Torres, un pueblo de 538 habitantes, el mayor en población con cuyo alcalde ha podido hablar Efe.

El regidor, Juan Herrera (PP), recuerda que el mayor atractivo del municipio es una vía verde que sigue el antiguo trazado del ferrocarril. “Nuestro mayor temor era que en el puente de Todos los Santos hubiese contagios por la gente que venía de fuera, pero no ha pasado nada”, apunta.

Lucainena, como Laroya, es uno de los pocos pueblos sin covid-19 en Almería.

Según Herrera, la tienda de comestibles puede vender más que antes porque ya no es posible acudir a otros municipios más grandes, pero los fines de semana “había mucha gente que tenía aquí una segunda vivienda, y también iba a la tienda, al estanco, a los bares”.

“Ahora mismo, sólo va la gente del pueblo y encima se cierra a las seis de la tarde. Los propietarios tienen sus problemas. Tienen que seguir pagando sus impuestos. En junio abrió incluso un restaurante nuevo. Son pequeños negocios que, a lo mejor, tienen un trabajador. Hay preocupación”, sostiene.

Desde el Ayuntamiento, estudian cómo pueden ayudar a estos negocios. “Lo fácil sería, aprovechando estas circunstancias, subvencionar a los establecimientos pero luego tienes problemas a la hora de sacar estas ayudas para los empresarios”, lamenta. En Lucainena hay dos bares, dos restaurantes y una tienda, además del estanco.

En Bacares, en el Valle del Almanzora y con 248 habitantes, la situación no es muy diferente. “El hotel-restaurante está cerrado. Ellos viven de la gente que viene de afuera. El complejo turístico de casas rurales está abierto pero sin gente. Tenemos también una tienda de comestibles y un bar, que está abierto pero que tiene cuatro gatos”, explica a Efe su alcalde, José Segura (PSOE).

Aquí, como en los otros pueblos, la población está principalmente formada por personas mayores, y la situación “afecta económicamente a todos”. “Hace falta que llegue pronto la vacuna, que se ponga en marcha cuanto antes, si no, esto será la ruina del mundo entero”, dice el regidor.

Por su parte, el alcalde de Olula de Castro, Cristián Quero (PSOE), coincide en la mala situación. “Teníamos un restaurante que ha tenido que cerrar. Un pequeño bar que también tiene que cerrar muchísimo. El resto no ha cambiado nada al no haber tiendas”, apunta el regidor de este pueblo de 191 habitantes de la comarca del Río Nacimiento.

El resto de la actividad, como la apicultura, con bastante tradición en el municipio, se mantiene, como también la recogida de la almendra y la aceituna, aunque la restauración es la que peor lo pasa ahora.

“Desde el primer momento, toda la comarca decidió que todos los pueblos iban a tomar las mismas medidas. Hemos intentado que todo se quede y se resuelva en la comarca para no ir a la ciudad y limitar al máximo la movilidad; intentamos abastecernos de todo lo que necesitamos”, señala.

Aunque allí la población también se encuentra “bastante envejecida”, desde marzo residen en el pueblo personas de otros puntos de la provincia e incluso de Barcelona o Valencia. Eso sí, hasta hace unos días el pueblo estaba libre de covid-19, aunque tras el primer caso registrado, “si había algún pequeño plan para el puente o la Navidad, no va a haber nada”.