Cultura
El verano de un grupo de amigos en la frontera de la adultez es el hilo conductor de «Arena» (Tusquets), la novela con la que el escritor Miguel Ángel Oeste (Málaga, 1973) vuelve a sus temas recurrentes: el paso del tiempo, la juventud y los escenarios de su ciudad natal, donde entre alcohol, sexo y playa su futuro irá escribiéndose. «Es un libro generacional porque los nacidos en los setenta se van a ver reflejados en esa juventud. Todos hemos tenido nuestros veranos, nuestras referencias musicales, nuestras juergas... Hay como un hilo invisible que une generaciones», detalla el autor sobre la que es su tercera obra.
«Es un libro físico, que traslada esa sensación de arena pegajosa, de la que uno no logra desprenderse», escrito desde la mirada enturbiada de Bruno, un chaval superado por sus emociones interiores y por el mal ambiente familiar en casa. Las páginas exudan «esas ganas de vivir que uno tiene en la juventud, la sensación de inmortalidad y de que todo es demasiado tremendo» y dejan un regusto amargo. Sus protagonistas viven todo «de manera hiperbólica», como corresponde a una edad de incertidumbre y descubrimiento personal. Oeste es consciente de que ha escrito una historia «cruda», que recoge el ritmo frenético de los días inacabables que evoca mediante capítulos cortos, directos, sin concesiones líricas. Así consigue recrear las sensaciones del despertar sexual y el poso de pérdida que conlleva la adolescencia en un grupo de chavales que parecen vivir en una continua resaca alcohólica y vital. Todo eso que él recuerda haber vivido de una manera lejana. «Contamos lo que hemos vivido como si fuera una ficción y la memoria es engañosa», explica.
Lo cuenta con la autenticidad que aportan paisajes reconocibles, más que conocidos, de una Málaga que podría ser cualquier lugar de la costa. Sus personajes recorren los bares de moda, las playas, donde sucede todo sin que aparentemente pase nada. «Más allá de la peripecia que narra subyace lo que los personajes llevan en su interior. Un dolor permanente, un miedo psíquico» del que los excesos les permiten escapar momentáneamente. «Creo que no hay que explicar las cosas, me interesa mucho más la literatura que sugiere», asegura el autor, que admite que «es difícil identificarse con esos personajes porque todos están metidos en una especie de burbuja a la deriva» en un mundo que no saben cómo enfrentar. En el trasfondo, se atisba el verano del 92, aquel en el que España se encontraba en plena apertura a los grandes acontecimientos –la Expo 92 y los Juegos Olímpicos de Barcelona– que marcaron su incorporación definitiva a la nueva modernidad europea.
Oeste se licenció en Historia y Periodismo y está ligado al mundo del cine, por lo que tiene una visión amplia de la cultura. «En este país la cultura está muy maltratada, socialmente a los artistas se les ha calificado de vagos. Escribir no es una cosa que esté valorada. Pienso que la cultura –aquí englobo la educación, los libros, los cómics, las películas, todo– nos hace más felices y nos ayuda a ser nosotros mismos». En su opinión, los responsables de cuidar la cultura desde la esfera pública no han cumplido con su cometido. «La cultura en general está un poco denostada. Mi encuentro con la sociedad anglosajona fue muy distinto, cuidan más su cultura, aquí es como si fuera un hobbie», relata. A ello contribuye que «hay muchas personas que escriben gratis en los medios de comunicación y eso ha roto el mercado en los últimos quince años».
La pandemia del coronavirus trajo consigo también el recorte de colaboradores en los medios de comunicación. «Yo que soy autónomo perdí un montón de trabajos. Cuando termine esto no sé si se recuperará, lo dudo... Ya pasó en la crisis de 2008 y ha pasado otra vez», lamenta. Por eso, opina que «hay que cuestionar las cosas y veo la covid como un momento para replantearse la sociedad que hemos construido». Oeste fue uno de aquellos adolescentes, como su protagonista, al que los libros salvaron de alguna manera.
Para él, que escribe desde los 18 años, la lectura es un pilar imprescindible para cualquiera que quiera escribir. «Si no tienes tiempo para leer, no tienes tiempo para escribir. La gente tiene ansia por escribir pero lee muy poco. Con el cine pasa igual». Para él, ni los libros ni las películas tienen edad y no dudó en acercarse a la literatura clasificada como infantil porque «cada uno hará la lectura según su momento vital».