Opinión

Familiares y allegados

“Las cifras globales de la Covid-19 en Andalucía dan lugar a la esperanza después de saber que tras la Navidad llegará el tío de la vacuna para poder ir a los campos de fútbol”

Vista de la malagueña calle Larios, con el alumbrado de Navidad
Vista de la malagueña calle Larios, con el alumbrado de NavidadDPA vía Europa PressDPA vía Europa Press

Hasta que no escuchas a Sinatra, ¡gracias siempre Frank!, cantando aquello de Santa Claus está a punto de llegar a casa no te haces una idea de lo que es la Navidad. Por mucho que te lo anuncien las lucecitas y los primeros turrones, no hay nada como un buen villancico para ponerte la sangre a la temperatura necesaria y colocarte en medio del nacimiento, que es como en Andalucía se llama a eso del Belén. Mula, buey, pastores y cojos de nacimiento. El problema moral llega después de ver las grandes arterias comerciales andaluzas, dígase Sierpes o Larios, atestadas de gente y constatar que luego hay que tener un contador en la mano para que no entre nadie de más en el saloncito el día de Nochebuena. Ni un allegado de más, ni un familiar con una copita de más, se acabó el más. Control absoluto, sin medias tintas que nos cargamos el asunto de las vacunas y tiramos del enchufe que alimenta la luz al final del túnel que ya se ve. Las cifras globales de la Covid-19 en Andalucía dan lugar a la esperanza después de saber que tras la Navidad llegará el tío de la vacuna para poder ir a los campos de fútbol. Es verdad que el balón y la portería son el opio del pueblo, pero podríamos tener otras alternativas para los que no gustan de pasar su tiempo pensando en 22 personas corriendo de un lado al otro del campo detrás de un balón. A quien Dios se la dé, que San Telmo se la bendiga. Es cierto que llegan las fechas «señalaítas» del calendario, pero hay que aguantar y mantener la calma si no queremos cargarnos el asunto y acabar otra vez en las terrazas y aplaudiendo a la nada en los balcones. Santa Claus, el Niño Jesús y los Reyes Magos llegarán, como cada año, porque la Navidad no es cuestión de calendarios, regalos o alumbrados. Habita, eso dicen, en el corazón de las buenas personas. Pues eso.