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El modelo fenicio

El cambio se ha producido en la Junta, pero no ha sido de signo político sino de paradigma filosófico

El presidente de la academia de cine, Mariano Barroso (2i), junto al alcalde de Málaga, Francisco de la Torre (2d), la presidenta de la Academia Andaluza, Marta Velasco (i), y la concejal de Cultura, Noelia Losada, en la céntrica calle Larios
El presidente de la academia de cine, Mariano Barroso (2i), junto al alcalde de Málaga, Francisco de la Torre (2d), la presidenta de la Academia Andaluza, Marta Velasco (i), y la concejal de Cultura, Noelia Losada, en la céntrica calle LariosJorge ZapataAgencia EFE

El cambio se ha producido en la Junta de Andalucía, claro que sí, pero no ha sido de signo político sino de paradigma filosófico. Se observa en la organización de la gala de los Premios Goya, que no abandona la región palmera por antonomasia, aunque ha migrado de Sevilla a Málaga escenificando a la perfección dónde reside el nuevo poder. La vieja Híspalis ya ha pasado por ahí. En 1717, Felipe V decidió trasladar a Cádiz la Casa de la Contratación de Indias, institución recepcionista de todo el comercio americano gracias al cual floreció, durante más de dos centurias (desde 1503), la nueva Roma en todo su esplendor. Otra vez, en diciembre de 2018, el pactismo latino cedió ante la venalidad fenicia. En el verano anterior, cuando el relevo en San Telmo era poco menos que un imposible, los socialistas Díaz y Espadas acordaron apacentar a los cómicos: consecuencia natural de los lazos de sangre (ideológica) que los unen a ellos. Después, los (presuntamente) conservadores Moreno y De la Torre se les han arrimado para dejarles claro que la política, hoy, no es más que una división industrial para las grandes corporaciones. Es el lema de la familia Corleone: «No es nada personal, son sólo negocios». Al Partido Popular, al menos a la facción hoy dominante, se la refanfinfla el olímpico desprecio que la casta cinematográfica profesa a sus votantes, a los que somete a permanente hostilización –desde el ostracismo profesional hasta el asesinato civil– e intenta apaciguar al agresor con carantoñas y asunción de la inferioridad. Es el síndrome de la mujer maltratada, ahora que estamos en la semana del feminismo. Se extrañarán cuando no quede institución en España que no deban gobernar en coalición con Vox, el gran beneficiario de este cortoplacismo miope.