Reproducción asistida
Las contracciones uterinas aumentan el éxito en la inseminación artificial
Tiene una tasa de éxito de 17,5% con el esperma de la pareja
Es de sobra conocido el impacto negativo de las contracciones en la fecundación in vitro. Lo que no se sabía hasta ahora era qué efecto tenía en una inseminación artificial. Un nuevo estudio ha descubierto que es el contrario que en la transferencia embrionaria: mejoran las posibilidades de embarazo.
Investigadores del Instituto Valenciano de Fertilidad (IVI) han demostrado que el número de contracciones del útero por minuto es un parámetro asociado al éxito en los procedimientos de inseminación artificial.
El estudio, recientemente publicado en la revista Fertility & Sterility, ha sido realizado durante cinco años con datos obtenidos de una muestra de más de 600 mujeres.
“El número de contracciones uterinas por minuto está positivamente relacionado con la tasa de embarazo clínico y la de recién nacidos vivos tras la realización de una inseminación artificial, siendo especialmente relevante la adecuada sincronización del momento de la inseminación”, explica Manuel Fernández, principal autor del trabajo y director de IVI Sevilla.
Asimismo, tal y como añade Fernández, “cuando el número de contracciones es elevado, las tasas de embarazo y de recién nacidos vivos son también significativamente altas”.
La inseminación artificial es, según los expertos, una de las técnicas de reproducción asistida que menor evolución ha tenido durante los últimos años, ya que ha ido perdiendo importancia en pro de otras técnicas de mayor complejidad que presentan mayores tasas de éxito por ciclo.
Se trata de uno de los procedimientos de reproducción asistida más fisiológicos y más realizados por su baja complejidad. Los datos sostienen que esta técnica tiene una tasa de éxito por ciclo de un 15-20% si se realiza con el esperma de la pareja, y de un 25% si se lleva a cabo con semen de donante.
Predictores de la tasa de recién nacidos
En el estudio también se han detectado otras variables predictoras independientes de la tasa de recién nacidos vivos tras una inseminación artificial: tipo de tratamiento de inseminación (esperma de pareja o de donante), edad materna y número de folículos.
“Hemos observado que es clave sincronizar el día de la inseminación con el momento de la ruptura folicular [en el que se libera el óvulo] para mejorar los resultados de este tipo de tratamientos. Si con este y otros estudios conseguimos mejorar las tasas de éxito de las inseminación artificial, estaremos contribuyendo a un importante avance dado que es el tratamiento más accesible y más realizado en la actualidad”, concluye Fernández.
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