Almería

Central de Carboneras, de depósito de ceniza a área reforestada

El Club de Excelencia en Sostenibilidad ha reconocido hace escasos días la restauración de 40.000 m2 de la escombrera de la central térmica de Endesa como una de las mejores prácticas empresariales a favor de la biodiversidad. El secreto de esta actuación: la imitación de la naturaleza circundante

Las semillas de las especies replantadas provenían de la zona. Se ha utilizado una novedosa incubadora o depósito de agua que ha ayudado a alimentar a las plantitas durante los primeros meses de vida
Las semillas de las especies replantadas provenían de la zona. Se ha utilizado una novedosa incubadora o depósito de agua que ha ayudado a alimentar a las plantitas durante los primeros meses de vidalarazon

El Club de Excelencia en Sostenibilidad ha reconocido hace escasos días la restauración de 40.000 m2 de la escombrera de la central térmica de Endesa como una de las mejores prácticas empresariales a favor de la biodiversidad. El secreto de esta actuación: la imitación de la naturaleza circundante

La central térmica de Carboneras funciona en la provincia de Almería desde mediados de los años 80. Cuando se diseñó la central, la escombrera, o lo que es lo mismo la zona donde se depositan las cenizas volantes de la combustión de carbón, se sitúo al lado de la explotación porque siempre se procura que tanto las instalaciones como su actividad causen el mínimo impacto posible. Además, «el hecho de estar en el entorno del Parque Natural Cabo de Gata nos obliga a ser aún más cuidadosos con el medio ambiente», explica Juan Luis Redondo, director de la central térmica propiedad de Endesa. Es por esto que la compañía eléctrica decidió hace tres años recuperar para la naturaleza ese terreno; una restauración tan exitosa que les ha valido el reconocimiento del Club de Excelencia en Sostenibilidad. Hace tan sólo unos días recogían este galardón que reconoce cada año las buenas prácticas empresariales en el ámbito de la gestión de la Biodiversidad.

La superficie restaurada alcanza los 40.000 m2, y es precisamente su extensión parte del gran éxito de esta iniciativa. El otro, y principal motivo, es que durante todo el proceso se ha imitado a la naturaleza. «No hay diferencia entre la zona restaurada y la otra», afirma Redondo. Los trabajos de rehabilitación del llamado proyecto Sebieco, se iniciaron en 2012, aunque los primeros estudios sobre una posible intervención empezaron en 2008 gracias a la colaboración de Endesa con los investigadores de Conservación de la Universidad de Almería y el Centro de Edafología y Biología Aplicada del Segura. Antes de comenzar los trabajos de campo, se tuvo que analizar qué especies era necesario utilizar para repoblar la zona, debido a la dificultad añadida de la climatología extrema de Almería: se trata de una tierra semi árida, en la que el nivel de precipitaciones no supera los 200 ml anuales. «Lo realmente interesante de esta restauración es que se han usado plantas de la zona, es decir, que se ha aprovechado la propia fuerza de la naturaleza. Esa es la auténtica restauración ecológica, hacer que cicatrice un sistema influido por la actividad humana, pero que lo haga de forma autosostenible, sin necesidad de riego adicional más allá de la fase inicial», explica Juan Mota Poveda, miembro del departamento de Biología y Geología de la Universidad de Almería.

Para el investigador, con gran experiencia en el campo de la restauración ecológica, una actuación como la de Endesa es bastante novedosa y experimental ya que, aunque se habla de estas técnicas desde hace 30 años, hace relativamente poco tiempo que se empieza a actuar de forma más respetuosa e integradora con el ambiente, no sólo en España sino en todo el mundo. «Hasta hace no mucho se iba al vivero y se compraban pinos para zonas en las que la vegetación local no tenía nada que ver. Afortunadamente, eso ha cambiado y por fin se entiende que la restauración es poner de nuevo en funcionamiento un sistema natural con los elementos que había. Si la zona alberga plantas más humildes son éstas las que hay reintroducir. Por entenderlo más fácilmente es como restaurar el cuadro del Guernica queriendo poner la cabeza del caballo siguiendo la estética de Velázquez. No tiene sentido», explica Mota.

Una vez seleccionadas las especies se llevaron a cabo dos trabajos. Primero, se consiguieron las semillas de las tierras de los alrededores y se llevaron a vivero para que germinaran y contaran con cuidados especiales durante los primeros seis-ocho meses de vida. Cuando las plantas crecieron lo suficiente se plantaron en los terrenos que se habían preparado en el mismo periodo. «Los trabajos de adecuación del terreno fueron sencillos; requería mover los terrenos y suavizar su perfil para estabilizarlo morfológicamente. Después se añadió tierra vegetal de unos 40 cm de espesor para que los ejemplares agarrasen.

Durante el trabajo de campo, que duró un mes y medio, se plantaron cerca de 28.000 ejemplares de unos 25-30 especies diferentes; entre ellas retamas, romero, tomillo de la zona de Almería, limonium y un pariente del girasol que sólo se da en esta zona. «Sobre una base de esparto se han ido añadiendo otras especies como, por ejemplo, la albaida, que fija nitrógeno en el suelo y que es muy buena para restaurar antes de poner especies de tipo arbóreo», detalla Mota. Incluso se aprovechó para invitar a los colegios de la zona a participar en los trabajos durante una jornada que sirvió a los alumnos como clase experimental de botánica.

También se contó con una técnica novedosa que asegurase la supervivencia de las plantitas sobre el terreno durante el primer año, el periodo de mayor vulnerabilidad. Se utilizaron incubadoras de agua, es decir, depósitos de un metro cuadrado aproximadamente que aprovechan la humedad del ambiente, el rocío o las precipitaciones para almacenar agua y hacerla llegar a los ejemplares. «A pesar de la climatología, en Almería hay días con porcentajes de entre el 90 y el cien por cien de humedad», explica Redondo. Tras esta primera repoblación, se llevó a cabo una segunda fase de plantación para ganar densidad, de manera que se «consiguiera una planta por cada metro cuadrado. «En esa segunda fase se añadieron otros 12.000 ejemplares, a partir de las propias semillas de la zona restaurada. Ya de paso se comprobó qué especies y ejemplares se habían adaptado mejor al ambiente»”, matiza el director de la central.

Aumento de biodiversidad

Una vez concluida la primera fase de adecuación del terreno y repoblación en 2012, se inició la parte más importante del proyecto, la del cálculo de la biodiversidad (hecha a partir de diferentes bioindicadores que tienen en cuenta la estructura y el funcionamiento de los hábitats restaurados). Es decir, se evaluó la densidad de especies y su porcentaje de supervivencia así como el control de la integración de nueva fauna. «La biodiversidad se ha multiplicado. Las cenizas vertidas en la escombrera sellada está teniendo un efecto fertilizante. En cuanto a la fauna, hemos analizado la presencia de escarabajos, pequeños coleópteros, reptiles. El sistema ha vuelto a ser colonizado por depredadores y presas que también están en los alrededores. Y eso que la fauna tarda un poco más en asentarse en zonas restauradas. Para hacer estas comprobaciones, se ha realizado un muestreo anual a través de pequeñas trampas para animales que luego han sido devueltos sin daños a la naturaleza. Estas muestras se han comparado con las de la tierra del entorno. Tenemos tan claro que lo fundamental en una restauración es el seguimiento que hemos propuesto a Endesa iniciar una nueva fase de control para aplicar la tecnología más a la vanguardia y estudiar las bacterias y los hongos del subsuelo», concluye Mota.

Incluso, la escasez de lluvia de los últimos tiempos ha resultado de ayuda para la evaluación del éxito de la restauración: «los tres últimos años llueve menos que en los últimos 30 y, sin embargo, eso no ha afectado a la supervivencia de las plantas. Nuestro índices de supervivencia alcanzan el 95 por ciento. Incluso las que no sobreviven dejan semillas en el terreno que pueden volver a regenerarse», explica Mota.

El galardón, dicen, es un reconocimiento bonito, aunque su verdadero premio es ir a la zona y descubrir nueva vida donde antes había sólo una escombrera de cenizas.