Energía

Inglaterra cierra su última mina de carbón subterránea

Inglaterra cierra su última mina de carbón subterránea
Inglaterra cierra su última mina de carbón subterránealarazon

La clausura este mes de la instalación de Kellingley pone fin a un sector con 300 años de historia. Deja un balance de más de un millón de puestos de trabajo y cruentas luchas sindicales.

Este mes Inglaterra echará el cierre de su última mina de carbón subterráneo. Kelling-ley pone fin a 300 años de historia de un sector que ha creado más de un millón de empleos, además de haber convertido la isla en una potencia industrial. Algunos han escrito que se trata del fin de una era, de las imágenes de luchas sindicales y de la unión política del viejo continente. No hay que olvidar que tras la Segunda Guerra Mundial, la primera unificación de Europa se inició con la Comunidad Europea del Carbón y del Acero.

Si embargo, el país no renuncia a las minas a cielo abierto. Y eso porque lo que está motivando el cierre de minas en Europa y la compra de carbón de allende los mares es la rentabilidad. La industria del carbón va en caída libre, debido a una bajada de precios poco inferior a la del petróleo, un exceso de oferta y una demanda cada vez más débil. Sin ir más lejos, Inglaterra compra desde 2000 el carbón que utiliza a Colombia y Australia, principalmente porque es más barato. Más o menos se cotiza a unos 54 dólares la tonelada. «Las minas subterráneas tienen el carbón en capas muy verticales, mientras que en las de cielo abierto, el mineral es más horizontal. Estas últimas son más rentables; los camiones acceden fácilmente y se extrae más tonelaje con menos inversión», explica Ángel Cámara, decano del Colegio de Ingenieros de Minas.

El sector sabe que vive una crisis profunda, independientemente de lo que se firme en la Cumbre de París. Lo confirma el banco de inversiones Goldman Sachs que el pasado mes de septiembre publicó un informe sobre la falta de interés de los inversores. La previsión de la entidad habla de una reducción de 6,15 millones de toneladas de producción en 2013 a unos 5,98 millones en 2019 y unos precios que bajan desde los 54 dólares por tonelada ya mencionados a los 51 en 2018. La entrada de las renovables y, sobre todo, del gas natural en la ecuación del mix energético ayudan a que se agudice la crisis y el sector es consciente de que su futuro no es muy brillante.

«En 2018 se acaban las ayudas europeas al carbón», recuerdan desde Greenpeace. Este año Inglaterra ha cerrado otras dos minas; Rumanía también ha cerrado Petrila, una instalación subterránea de 1.000 metros de profundidad que se inauguró hace 156 años; Alemania también tiene planeada algunas clausuras, y «España debería cerrar la totalidad de sus minas, a menos que puedan ser competitivas sin subvenciones como hasta ahora. Sin embargo, no está tan claro lo que harán otros países como Polonia», explica Cámara. El mapa del carbón se complica cuando se mira fuera de Europa. «Sudáfrica tiene prevista la apertura de dos nuevas minas y en India hay varios proyectos que multiplican la capacidad de extracción. En el mercado minero, Indonesia va a seguir siendo el principal exportador, seguido por Australia. Colombia continuará como el gran proveedor de Europa. Más cerca, Polonia, Ucrania, Turquía seguirán produciendo en la misma medida», estima Glen Mpufane, director de minas de IndustriALL Global Union, organización que representa a 50 millones de trabajadores del sector minero. Sin ir más lejos, en 2015 se ha inaugurado el proyecto de Magdah en India, una mina a cielo abierto de 96 hectáreas y con capacidad para 70 millones de toneladas.

Una cosa es que se cierren minas porque no son rentables y otra es que se haya renunciado a la electricidad por carbón. Esta misma semana la organización científica Climate Action Tracker publicaba un análisis en el que afirma que hay proyectadas hasta 2.440 estaciones de combustión térmica de carbón (unos 1.428 GW de capacidad). Si finalmente se construyen, las emisiones serán «hasta un 400 por ciento más altas que las que consideran un aumento máximo de la temperatura de dos grados. Incluso sin la nueva construcción la generación de las ya existentes será de 150 veces más».

Larga vida al carbón

La posición por países en la COP21 también deja un panorama complejo. «Estados Unidos está interesado en explotar al máximo sus recursos de gas natural y está decidido a bajar sus emisiones de CO2, pero eso no significa que deje de producir carbón, sólo que le sobra, y que puede exportarlo como le pasa a Colombia», explica Cámara. China, por su parte ha anunciado su intención de tocar el techo de emisiones para 2030 y para ello se apoya en la producción renovable y en aumentar el parque nuclear. Sin embargo, India todavía representa un escollo en esto de quemar carbón. A día de hoy es el tercer país que más mineral consume, unos 800 millones de toneladas anuales y su intención es producir hasta 1,5 millones para 2020, según informa la revista Time. Para alcanzarlo, tendría que abrir una nueva mina de carbón cada mes. Esta semana, en la Cumbre de París, el país ha anunciado su intención de alcanzar hasta un 40 por ciento de energías renovables en 2030, además, ha lanzado un llamamiento para una alianza solar. Sin embargo, sus líderes siguen considerando el carbón fundamental para sacar de la pobreza eléctrica a sus habitantes. Una de cada cinco personas no tiene acceso a la luz. Su posición coincide en este punto con la de otras economías emergentes y también en la convicción de que deben ser los países industrializados los que más sacrificios hagan puesto que son los que más han emitido hasta ahora.

«Las previsiones confirman que hasta 2035 el uso de carbón y las emisiones asociadas crecerán», confirma Cámara. Los países europeos tienen la intención de ir cerrando sus centrales de quema de carbón para 2025. En España, como ya alertan los informes de REE, su consumo ha aumentado este año, hasta suponer un 20 por ciento del total del mix, frente al 16,4 de 2014. Carbón importado casi en su totalidad. «Somos el único país donde ha aumentado el uso de carbón», afirma Tatiana Nuno, responsable de Carbón de Greenpeace. La asociación ha concluido un análisis sobre la situación en España de las plantas térmicas, en colaboración con el Instituto Internacional de Derecho y Medio Ambiente. Concluyen que «España cuenta con 17 instalaciones que usan carbón y todas ellas se acogen a las excepciones que permite Europa para superar los límites de emisiones sin tener que hacer inversiones tecnológicas. España dice que contrae acuerdos pero es incoherente con las ayudas que aprueba internamente. Todavía no tenemos la lista de qué centrales se han acogido ahora a la exención de vida útil limitada, que obliga a cerrarlas en 2023, y las que están en Plan Nacional Transitorio que obliga a las centrales a cumplir con el límite a partir de 2020. El grupo dos de la central de Soto de Ribera tiene que cerrar en diciembre de este año. De hecho, el Boletín Oficial del Principado de Asturias lo anuncia, pero aún no se sabe si el uno de enero seguirá funcionando porque también está en la lista de acogidas a la exención de vida útil limitada. Como se ve, falta planificación», explica Ana Barreira, directora de la Iidma. Otra cuestión interesante son las subvenciones con las que cuenta el sector. La OCDE afirma en un reciente documento que los gobiernos de todo el mundo gastan alrededor de 600.000 millones de dólares al año en subsidios a los combustibles fósiles (200.000 en las economías desarrolladas y emergentes); cinco veces más que lo que se gasta en apoyar a la energía limpia. Además, el 85% del carbón utilizado para procesos de calentamiento e industriales está libre de impuestos.

Importante para que países como India abandonen definitivamente el carbón es el fondo del clima o inversiones en la transformación energética y en la adaptación al cambio climático que se está negociando en París. La intención es lograr 100.000 millones de dólares anuales a partir de 2020. La apuesta por la captura y el almacenamiento podría ayudar a solventar un poco el tema, aunque a día la central más grande que cuenta con un sistema de captura está en Canadá y tiene una capacidad de tan sólo 100 MW.