Ramón Tamames
Lluvia
«Descuidar el almacenamiento de agua, y también su gestión, esa una negligencia que no podemos permitirnos»
Nunca olvidaré, cuando era muy jovencito, la lectura de aquel libro maravilloso, titulado «Vinieron las lluvias», de Louis Bromfield; cuya acción trascurría en la India, con todos pendientes del monzón vivificador de las tierras que a gritos pedían agua tras la larga temporada seca.
Mucho de lo mismo nos ha sucedido en España en este invierno/primavera de 2018, cuando al final mediado el invierno ya en algunos lugares empezaban las restricciones hídricas, como consecuencia de dos años continuados de sequía, que habían dejado los embalses en una situación por debajo del 40% de su capacidad. Parecían llegar los cortes de suministro, tanto para consumo humano, como para el riego agrícola (que se lleva casi el 80% de nuestras disponibilidades).
España está bastante preparada para las sequías, de tres años de cada diez, por lo menos. Los 63 millones de hectómetros cúbicos de capacidad de los embalses, permiten arrostrar esa situación incierta... hasta ahora. Pero con el calentamiento global, parece que la situación puede hacerse peor, y por eso debemos estar muy agradecidos a que las lluvias de marzo y abril estén cambiando el panorama para este año, y seguramente el próximo.
Pero hay que meditar sobre el futuro, y precisamente por la tendencia a que el país se vaya haciendo más árido, hay que repensar algunos trasvases pendientes, y especialmente el del Ebro, nuestro gran río, que, como tantas veces, está amenazando en estos días con desbordarse en su recorrido hasta los macro embalses de Ribarroja y Mequinenza.
Dicen en matemáticas que plantearse bien un problema es ya más de la mitad de la solución. Y es verdad. Y en materia de agua, como en tantas otras cosas, hay que reflexionar sobre el medio y largo plazo. Descuidar el almacenamiento de agua, y también, es cierto, su gestión, es una negligencia que no podemos permitirnos. Al tiempo...
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