Medio Ambiente

Un vuelo de 7.200 km en paramotor para estudiar el declive del cisne de Bewick

Colisiones con cables eléctricos, caza furtiva y agricultura son algunas de las causas que se quieren documentar durante la travesía por once países del hemisferio norte

Un vuelo de 7.200 km en paramotor para estudiar el declive del cisne de Bewick
Un vuelo de 7.200 km en paramotor para estudiar el declive del cisne de Bewicklarazon

Colisiones con cables eléctricos, caza furtiva y agricultura son algunas de las causas que se quieren documentar durante la travesía por once países del hemisferio norte

El de Bewick es el cisne blanco más pequeño de cuantos existen en el hemisferio norte. Su situación ha empeorado en los últimos 20 años hasta el punto de que su población ha descendido de los 30.000 ejemplares en 1995 a los 18.000 en 2010. Y los datos para 2015, que todavía se están analizando, apuntan a que la población sigue descendiendo y acercándose a la mitad de su número respecto a 1995. Lo que se desconoce es la razón de semejante declive. Es el motivo por el que este otoño se va a llevar a cabo el vuelo con los cisnes, una expedición de diez semanas que llevará a la paramotorista Sacha Dench por once países del hemisferio norte, desde Rusia hasta Inglaterra.

La deportista trabaja dentro de una asociación conservacionista llamada Wildfowl & Wetlands Trust que estudia los cisnes desde los años 60. «Existen tres poblaciones distintas de cisnes de Bewick, aunque todos ellos se reproducen en el ártico ruso; la población oriental migra hacia el este de Japón y China y una pequeña parte migra hacia el sur hasta Grecia. La razón por la que hemos elegido esta especie se debe a que parte de ella (alrededor de 300 aves) pasa el invierno en la sede de WWT en Slimbridge en Gloucestershire», explican desde la organización. Sus investigadores han estudiado más de 10.000 cisnes durante más de 50 años; cada individuo que inverna en Slimbridge está documentado por el patrón único de color amarillo y negro de su cuerpo.

El equipo tiene ciertas sospechas sobre los motivos que están causando este descenso, aunque el viaje de Sacha servirá para confirmarlo. Un tercio de los ejemplares que tienen monitorizados conviven con perdigones en su cuerpo por lo que creen que, a pesar de las prohibiciones legales, son disparados y cazados en algunos puntos del trayecto. También se sabe que el cambio climático está causando muchos problemas en el Ártico, por lo que la investigadora tiene la misión de recoger muestras de la tundra. La materia en descomposición servirá para reconstruir qué cambios ha sufrido esa tierra en los últimos 50 años. Otra causa de muerte de estas aves son las líneas de alta tensión, unos cables que también van a suponer un peligro para la propia Sacha, quien vivirá de primera mano qué significa volar cansada y tener la necesidad de buscar algún sitio para parar. Igual que los cines. Por último, creen que la intensificación de la actividad agrícola ha conllevado un cambio en la alimentación de esta especie, que ahora ingiere patatas de los cultivos y remolacha. «No queremos entrar en conflicto con los agricultores pero sí ver de qué manera se puede compatibilizar su actividad con la vida de estas aves», afirma Mark Simpson, portavoz de la organización.

Sacha Dench sobrevolará zonas especialmente complejas como la tundra y tendrá que esperar junto a los cisnes a que el viento cambie de dirección y puedan seguir viaje. Otra dificultad añadida es que durante los primeros 1.000 kilómetros de viaje no hay carreteras ni accesibilidad alguna a las zonas por donde sobrevuela la bandada. La investigadora contará entonces con el soporte de compañeros paramotoristas rusos y para recargar combustible, con una avioneta que irá haciendo paradas técnicas en los poblados. Mientras vuela documentará las causas de la desaparición de estas aves. También los cisnes está monitorizados: «Actualmente tenemos alrededor de ocho cisnes de Bewick que estamos siguiendo ya que van equipados con anillos Darvic. Cuando empezamos a estudiarlos, la curiosidad que se tenía por saber dónde van los cisnes cuando se acaba el invierno, nos llevó a identificarlos con un dispositivo de plumas amarillas con la esperanza de que los ornitólogos en otros países informaran sobre ellos. Entonces inventaron los Darvic, que son anillos de plástico grabados con códigos únicos que se ajustan a la pata y que son lo suficientemente grandes como para ser leídos a través de prismáticos. Hoy en día se complementan con etiquetas de GPS que nos permiten seguir de cerca las rutas de las aves de forma remota», termina Simpson.