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Una residencia canina y familiar con consumo energético casi nulo
La vivienda fue diseñada y edificada con criterios de sostenibilidad, materiales reutilizados y de bajo impacto ambiental
Quería tener un sitio donde yo mismo dejaría a mi perro». Era el concepto con el que el veterinario zaragozano Stephan Guillén creó la residencia canina que dirige junto a su esposa, Noelia Vivas. Don Perro es el resultado de esa idea. Comenzó a funcionar en 2001, con la experiencia acumulada de haber regentado anteriormente dos clínicas veterinarias. «El tipo de servicio que ofrecemos es alojar a los perros, gatos y todo tipo de mascotas como gatos, pájaros, hámsters, tortugas, etc., en cualquier circunstancia que impida a sus dueños ocuparse de ellos; por eso lo vemos más como una guardería de mascotas que como una residencia para perros». Y por eso, precisamente, crearon amplios espacios exteriores para perros y estancias diferenciadas para los gatos, los perros pequeños y mayores y las otras mascotas.
Servicios
Además, hay escuela canina, actividades todos los domingos para socialización de perros, peluquería y tienda. Un abanico de servicios amplio y unos «clientes» con unas características especiales, que requieren «estar cerca día y noche, por si pasara algo, para hacernos más responsables». Pero su objetivo es ir ampliando para poder albergar más perros, «y redefinimos las instalaciones con las que ya contábamos. Así, lo que había sido hasta entonces la casa de los guardas, se destinó a dependencias para el personal, la oficina, la tienda, la peluquería, etc». En esas ampliaciones ya fueron aplicando «criterios de sostenibilidad. Por ejemplo, no utilizamos uralita ni PVC; en las cubiertas de las casetas de los perros medianos hay una cubierta vegetal, que les aporta frescor en verano. Y hemos cambiado todas las luces a bajo consumo e instalado sensores de presencia». Con la ampliación decidieron construir su propia casa en el terreno colindante a las instalaciones de la guardería, «como un plus para todos, para la familia, porque vivimos cerca del trabajo, como era nuestro deseo, y para la empresa». Y a la hora de construirla decidieron que la sostenibilidad fuera prioritaria en su diseño y ejecución. «La idea era que la casa no perjudicara ni a los de dentro ni a los de fuera». Y que el consumo energético fuera casi nulo.
Respetuoso
Llevar a cabo sus ideas no fue un gran problema porque «estábamos en total sintonía con el arquitecto, amigo nuestro, que lleva trabajando muchos años en esta línea de arquitectura natural y respetuosa con el medio ambiente». El proyecto se basaba en varias claves: «En la integración en el paisaje, de manera que visualmente no estorbara; la utilización de materiales naturales y respetuosos con el medio ambiente, prácticamente cero producción de residuos durante la construcción y consumo casi nulo de energía».
La idea, en realidad, «era ser autosuficientes. Tener el agua caliente y electricidad solar. Pero como el autoconsumo no era viable, tenemos toda la preinstalación necesaria para instalar placas en el tejado cuando sea posible». Por otra parte, la orientación el edificio y de los huecos, que captan la radiación solar y permiten una ventilación cruzada, «junto con la inercia térmica de los muros exteriores y la cubierta, que está ajardinada y es transitable», explica Guillén, «más los aislantes, reducen muchísimo la necesidad de calefacción y optamos por un sistema de aerotermia por suelo radiante». También se incorporó un sistema de recogida del agua de lluvia, «que se depura y se emplea ara lavar y otras funciones».
Nada de PVC
En cuanto a los materiales, los muros de carga son «de ladrillos de termoarcilla, que requieren menos energía para su fabricación, y apenas se ha utilizado hormigón. La solera de cimentación, que por ley ha de ser de hormigón, se calculó de manera que fuera la mínima posible para ser segura; así se evitó colocar barras de hierro y se redujo la excavación». Los aislantes son «de celulosa de papel y lana de oveja, las pinturas al silicato y no hay absolutamente nada de PVC», recalca Stephan. Otros materiales han sido recuperados de otros usos y reutilizados aquí «como las vigas del pino negro de una borda que estaban derribando en un pueblo de los Pirineos, y que había comprado hace unos años. Esas vigas ahora son la estructura de las bóvedas de la fachada, la cubierta y el porche».
En el proceso de construcción la generación de residuos «fue prácticamente nula. Al contrario de lo que es habitual. Por ejemplo, en un obra se hacen estructuras que luego se retiran y se tiran. Aquí todos los materiales, salvo los plásticos, se machacaron y mezclaron para hacer una argamasa para hacer la fachada sur». Esa circunstancia no le libró de «pagar las tasas municipales de residuos, como si hubiera producido unos metros cúbicos de residuos de construcción, que no se produjeron realmente. Cosas de la burocracia».
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