Cáncer
Una nueva terapia reduce en un 61% el riesgo de muerte por leucemia linfática crónica
Sanidad ha dado luz verde a la financiación del primer anticuerpo monoclonal tipo II para que el sistema inmune elimine de forma eficaz las células cancerosas
En la actualidad, los tratamientos disponibles para la leucemia linfática crónica –el tipo de leucemia más frecuente en España– son eficaces, pero cuentan con el inconveniente de que son muy agresivos y, además, no todos los afectados presentan un buen estado general de salud que les convierta en candidatos de estas opciones de tratamiento. Dado que esta enfermedad no tiene cura, el objetivo que se persigue es que los pacientes vivan el mayor tiempo posible, pero sin los síntomas de la enfermedad. Un año después de su aprobación por parte de la Agencia Europea del Medicamento (EMA, por sus siglas en inglés, ahora el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad ha autorizado la financiación en el Sistema Nacional de Salud (SNS) de una nueva generación de anticuerpos monoclonales diseñados por glicoingeniería que permite cubrir esta necesidad y, además, hacerlo con una mayor eficacia. Este es el caso de Obinutuzumab, –comercializado como Gazyvaro de la compañía Roche– que reduce en un 61 por ciento el riesgo de progresión o muerte en comparación con el actual tratamiento estándar disponible, según los resultados del estudio CLL11, que fueron publicados en 2014 en «The New England Journal of Medicine». La particularidad de este fármaco radica en su innovador mecanismo de acción lo que se traduce en una capacidad sin precedentes para la destrucción de las células malignas.
La particularidad de este fármaco radica en su innovador mecanismo de acción, lo que se traduce en una capacidad sin precedentes para la destrucción de las células malignas. En concreto, la indicación autorizada es en combinación con la quimioterapia clorambucilo para pacientes con leucemia linfática crónica que previamente no han recibido tratamiento y con otras comorbilidades que hace que no toleren un cierto tipo de quimioterapia (dosis completas de fludarabina). La duración del tratamiento con el fármaco es fija e igual para todos los perfiles de pacientes: 6 ciclos de 28 días, lo que equivale a cinco meses y medio.
El doctor Francesc Bosch, jefe del Servicio de Hematología del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona, asegura que desde los primeros trabajos in vitro se observó que las modificaciones en la creación del anticuerpo se asociaban a una eficacia claramente superior. En concreto, continúa, «aproximadamente un 40 por ciento de estos pacientes, que pueden ser unos 450 casos al año, pueden beneficiarse del fármaco recién aprobado, con lo que eso supone: respuestas más prolongadas y más profundas. En el primer caso, porque pasa mucho más tiempo hasta que los pacientes requieren un nuevo tratamiento; en el segundo, porque, aun sabiendo que el cáncer reaparecerá, el efecto terapéutico es tan notable que no somos capaces de detectarlo. Esa capacidad de negativizar la enfermedad, lo que llamamos Enfermedad Mínima Residual (EMR) y que es de 3,3 por ciento con el estándar, asciende a un 37,7 por ciento con obinutuzumab». Por su parte, el doctor Javier de la Serna, hematólogo del Hospital 12 de Octubre de Madrid e investigador principal en España del fármaco, explica que el diseño del nuevo medicamento se beneficia claramente del conocimiento acumulado con la generación previa de anticuerpos. Considera que los cambios en su composición son los responsables directos de esa mayor eficacia a la hora de destruir las células tumorales.
«Con obinutuzumab se consigue, por un lado, que se unión a la célula se traduzca en un efecto destructor que no se apreciaba con el estándar rituximab y por otro se refuerza su capacidad para dotar a las células del sistema inmune de mayor eficacia a la hora de atacar las células cancerígenas. Estas propiedades, sin duda mejoradas, son fundamentales y permiten calificar al medicamento de gran avance, de hito que marca un antes y un después en el uso de anticuerpos monoclonales para combatir la enfermedad». Pero todavía hay más. De la Serna sostiene que «conviene resaltar que, además, estamos ante un fármaco que podemos utilizar en enfermos con más de 70 años y con patologías asociadas, el perfil más común de la leucemia linfática crónica. Este tipo de pacientes es más proclive a experimentar toxicidades con terapias más intensas».
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