Unión Europea
Europa, centro del mundo
Por José Francisco Sigüenza
Hubo una época en la que no existía Google Maps. Entonces, para estudiar eso de la geografía se usaban unos libros muy grandes que se llamaban atlas y que, a mí particularmente, me fascinaban. Pasando aquellas hojas te encontrabas con una lámina que mostraba cuán largo era el Nilo que luego comparabas con la del Amazonas. Allí podías imaginar que eras Livingston y que atravesabas África o señalar con el dedo la ruta de Magallanes, no existían las animaciones por ordenador, era cosa de ver, leer e imaginar.
Fue con uno de esos libros, uno que heredé de mi abuelo y que comparaba con el que usaba en la escuela, con el que comencé a descubrir lo cambiante que era el mundo de las fronteras. En uno Prusia ocupaba parte de las Alemanias y en otro, curiosamente a la derecha de Europa, ya no estaba Rusia sino la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Llamaban la atención las fronteras africanas, muchas de ellas en línea recta, el Sahara español y muchas otras cosas que ya no se estudiaban en el colegio.
Pero en todos aquellos atlas, Europa quedaba en el centro del mundo.
Hace unos días nos despertamos con la terrible noticia de unos niños víctimas de lo que parecía un ataque con armas químicas. Después supimos del ataque de Francia, Gran Bretaña y los Estados Unidos contra Siria. Siria que hasta hace relativamente poco no aparecía en esos atlas a los que me refería antes. Ni Siria, ni Israel, ni el Líbano, ni Irak...
Comparando mapas y estudiando la historia contemporánea, uno se da cuenta de la gran influencia que hemos tenido los europeos en el resto del mundo. Para lo bueno y para lo malo, muchas de las decisiones que han afectado a la vida de otros se han tomado en nuestro suelo y bajo nuestros parámetros. Ahora, en los últimos años, cuando más unido políticamente está el viejo continente, es cuando menos parece que somos capaces de influir.
No es mi intención culpar a nadie de la situación actual, no se trata de repartir responsabilidades ni de exigir compensaciones. Es hora de asumir y reivindicar el papel que siempre hemos desempeñado y hacerlo bajo los principios que ahora abanderamos.
Europa se está construyendo bajo el paraguas de la solidaridad entre países, poniendo el acento en la igualdad entre hombres y mujeres, creyendo firmemente en proporcionar educación y sanidad a todas las personas y es eso lo que debemos exportar. Europa ha de reivindicarse como una sola voz en la política internacional y hacerlo anteponiendo los derechos humanos a particulares intereses geoestratégicos. No podemos renegar de nuestro papel de vanguardia política, de catalizador de acuerdos, ni de nuestra histórica capacidad diplomática.
Otras representaciones del mundo, como la del arquitecto japonés Hajime Narukawa, nos colocan en una esquina. No podemos dejar que eso ocurra con la vieja y sabia Europa, la que aprendió de sus errores, la que hoy plantea un futuro de respeto para todos.
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