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Europa: historia de una reconstrucción continua
El último debate al que asistí recientemente en Bilbao, organizado por el Centro de Documentación Europea y la Facultad de Economía y Empresa de la UPV /EHU, en colaboración con las Instituciones Europeas, sobre el futuro de la Unión Europea, fue un debate apasionante que reflejaba el enorme interés que las propuestas de futuro del proyecto europeo inspiran entre la juventud universitaria, y cuyo éxito de aforo obligaba a cambiar la sala inicial del debate buscando una de mayor amplitud. Que Europa y sus propuestas interesan a la juventud es un hecho, y una gran noticia.
Durante la presentación del debate se planteaba una reflexión inspiradora, y desde mi punto de vista acertada: la construcción de la Unión Europea como una reconstrucción continua. En su génesis, la Unión Europea como reconstrucción de un continente destruido tras una devastadora guerra mundial. Posteriormente, tras la caída del muro de Berlín en 1989, el proyecto común europeo enfrentándose a una nueva reconstrucción del propio proyecto y de los países del este para responder a un nuevo equilibrio de relaciones y poderes.
Y yo me pregunto, ¿acaso lo que hoy llamamos crisis existencial de Europa no será sino una nueva historia de reconstrucción europea? Cuando estamos hablando de repensar Europa, cuando nos planteamos en estos momentos el futuro de Europa, ¿no estamos hablando realmente de reconstruir el proyecto común europeo?
La historia de la Unión Europea es una historia de superación y de acierto, cuyos logros en siete décadas de paz para los países miembros y para la ciudadanía en su conjunto son evidentes y evidenciables. Exportamos un modelo social europeo basado en valores de justicia, igualdad y solidaridad que descansa en datos irrebatibles: con el 7% de la población global y el 25% de la riqueza, el gasto social europeo supone el 50% del gasto social mundial. No podemos olvidar los logros, pero quedarnos sólo en ellos no nos permitirá seguir avanzando hacia una más y mejor Europa. Porque el proyecto europeo ni está acabado, ni es perfecto. Está en reconstrucción continua.
Por otra parte, la crisis económica y financiera evidenció grandes debilidades del proyecto común europeo, que resultaba ser menos común de lo esperado, manifestándose la falta de voluntad política de los Estados miembros para buscar una mayor integración y cohesión. La mala gestión de la crisis por parte de las instituciones europeas repercutió negativamente con su política de ajustes sobre el modelo social europeo, trasladando la carga de la recuperación exclusivamente sobre las partes más débiles, quebrando el principio de solidaridad. Y en este contexto de desencanto, surgen crisis internas en los países miembros con corrientes populistas y nacionalistas de carácter antieuropeístas, que claman por romper lo ya conseguido. Yo, europeísta convencida, siempre he creído que no hay nada más estéril que cuestionar por cuestionar; hay que hacerlo, sí, pero para mejorar, para avanzar, para reconstruir una mejor Europa.
En los momentos más complicados es cuando se hace posible tomar las decisiones necesarias más arriesgadas y valientes. El momento ideal para seguir reconstruyendo Europa.
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