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“Bri-yo” en la empresa

“Bri-yo” en la empresa
“Bri-yo” en la empresalarazon

“El hombre selecto no es el petulante que se cree superior a los demás, sino el que se exige más que los demás, aunque no logre cumplir en su persona esas exigencias superiores”, José Ortega y Gasset.

Desde hace tiempo me interesa el liderazgo en las empresas. Me interesa el management, analizar los estilos de dirección y las relaciones humanas en la empresa y las organizaciones. Oteo, miro curioso y analizo. Hay algo que no puedo entender: el liderazgo reconocido y el poder que, algunas veces, consiguen las personas petulantes en la empresa y las organizaciones.

Arrogantes, vanidosos, pretenciosos, gente con autoestima desmesurada que se reafirma en cada momento ante los demás con una exagerada seguridad que intimida (y en ocasiones genera admiración, momentánea o duradera, según el caso). No buscan empatizar y, sin embargo, hay quienes les admiran precisamente porque destilan chulesco pavoneo. Tienen bri-yo. Un “bri-yoegocéntrico.

Es, concretamente, lo que no entiendo: la altanería, la arrogancia y el “bri-yo” egocéntrico normalmente dificulta a la persona que tiene estas actitudes el establecimiento de lazos sinceros y duraderos en el grupo, en los equipos y en la empresa, porque al creerse la persona superior a los demás difícilmente puede encontrar en ellos elementos a compartir. Sólo cuándo logra admiración consigue liderar y, evidentemente, es un gran mérito lograrla, pasando así inadvertida la inferioridad que achaca a los demás, que con cierto masoquismo, miran y admiran (hasta que dejan de hacerlo).

Resulta evidente que, para ser líder, hay que tener autoconciencia de la valía personal, las ideas claras, autoritas y potestas. Y es por ello que no deja de sorprenderme cómo individuos presuntuosos, fríos, distantes, viscosos, intensos en su transcurso, en su discurrir, impecables en su centralidad, morosos de sentimientos, que nada entregan, logran ser el centro de atención y provocan admiración por gente normal intimidada, obnubilada por el “bri-yo” snob que destilan. Y medran. Y se mantienen.

He convivido con ellos; son personas graduadas, con honores y méritos (que los tienen), que lo saben todo, menos inspirar una amistad. Y, sin embargo, ¡lideran!

Veamos, cómo a mi juicio, se comporta un petulante en la organización:

- El petulante empresarial es un sabelotodo, sabihondo, enterado, sabidillo, que presume sobre sus conocimientos. Siempre tiene experiencias (“si yo te contara”) e insinúa que conoce.

- Hace citas en inglés (utiliza mucho los anglicismos en sus explicaciones y, a veces, directamente, se expresa en ese idioma utilizando términos técnicos para demostrar que está en un nivel superior a los que no entienden tan bien ese idioma).

- Exageran su cultura y, a mis ojos, pierden el mérito del saber que tienen, al exagerar, al alardear ridículamente conocimientos y habilidades. Vanagloriarse, llegando a la autocita cuando escribe, es muy común.

- Tiene actitudes exageradas al enjuiciar a terceros. Ironiza, suavemente despectivo (sabe que el énfasis en la crítica dejaría en evidencia su humanidad), y evidencia desdén hacia adversarios, competidores o los que insinúan posiciones divergentes. Desvaloriza a esas personas frente a todos.

- Hace notar sus triunfos intelectuales, sus reconocimientos y, es de rigor reconocer, pone en valor sus méritos, sin falsa humildad.

- Refinado, utiliza el lenguaje de manera pedante y lo complementa con gestos altivos. Su actitud parece siempre estudiada y poco natural, gesticula con seguridad, sobreactuando. Como diciendo “yo nunca titubeo”.

- Elitista, desprecia la supuesta vulgaridad de los otros, con cierta habilidad, pues siendo alguien que busca el aplauso y el reconocimiento ajenos, necesita que “no se note” que se percibe a si mismo superior.

- Engreído, fatuo, jactancioso, orgulloso, presumido, presuntuoso, ridículo en su esnobismo, rencoroso y soberbio. Autosuficiente.

- Las redes sociales son su caldo de cultivo adecuado: publica sus impulsos, convulsiones y ocurrencias, con tono irónico, sardónico, con ese “bri-yo” que tanto le caracteriza. La petulancia se ha apoderado de las redes socialesprofesionales, como LinkedIn (fotos con poses de pensador, con sonrisa de picardía, con mirada de estrategia, hablando en público... Cuanta más gente se vea en la foto, mejor. Si aplauden es el summum).

- Erudito, Intelectualoide y cultureta, el esnob petulante, insinúa con elegancia que es un gran consumidor cultural, de teatro, de arte, va a museos y le da tiempo a todo, pues devora libros de los que habla sin que, en ningún caso, su conocimiento se deba a haber hojeado u ojeado resúmenes en Internet. - ¡Y sus viajes...! Habla de ellos, pero poco, lo justo. Hablar mucho del viaje sería sacar el viaje de su exquisita normalidad (viaja todo el tiempo, o eso da a entender, y su viaje siempre es mucho más intenso que el tuyo).

- De gustos sibaritas, delicados, gourmet y gran conocedor de las viandas, sus orígenes y calidades (¡especialmente los vinos, con su story telling!). Si organiza una reunión con clientes o colaboradores, no pone queso o patatas fritas, sino uvas, boniatos deshidratados, escarchas frutales...

- Le encanta epatar con texto escrito: queda fenomenal entre los que se acomplejan voluntariamente por no saber interpretar sus expresiones ampulosas y barrocas.

- Metrosexual, viste con cuidado y, a la vez, sin denotar obsesión, sin alardes. Uno se siente enjuiciado en su indumentaria cuando el petulante le mira de arriba a abajo.

- Denso, fatigoso, intenso y estratega: todo responde a un plan que trazó. El petulante managerial, piensa en todo, a conciencia y con detalle.

- Aleccionador por naturaleza: generoso, pontifica sobre cómo hay que vivir y cómo conseguir el éxito y la felicidad.

Teniendo en cuenta lo anterior, no comprendo cómo a veces logran posiciones directivas y, en ocasiones, lideran y tienen seguidores. Es como si necesitáramos líderes que nos evidencien que carisma es superioridad y altivez. El falso gurú petulante siempre genera inseguridades en otros, y es cómo si esta inseguridad inducida, generase un hueco que el petulante llena, con su “bri-yo”.

El verano pasado, por consejo de un amigo, me leí El Ego es el enemigo, de Ryan Holiday. Como explica el autor, de la confianza (en uno mismo) a la arrogancia, hay un trecho muy importante. Ser humildes, ser amables, ser empáticos desde la diferencia y el respeto son, a mi juicio, rasgos del auténtico líder.

Quien realmente es una persona con cultura y con cierta sabiduría no adopta una actitud como la del petulante con “bri-yo” egocéntrico. El hombre o la mujer con una verdadera talla intelectual es normalmente alguien humilde, pues es consciente de que sus conocimientos son pequeños si se comparan con todo lo que ignora. En este sentido, el sabio es la antítesis del sabelotodo.
El sabio es alguien que tiene afán por aprender, mientras que el sabelotodo no tiene ninguna modestia intelectual y considera que ya lo sabe todo. Así son los líderes que yo quiero.

A los petulantes, me pide el cuerpo darles una mirada despectiva, ignorarles, marcharme y no mirar atrás. Pero no puedo, porque, o me estoy volviendo loco, o están por todas partes. Seguro que le pones cara y nombre a algún petulante.