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Antifranquistas, pero no del todo
Por David Muñoz Lagarejos
Esta semana (concretamente el 18 de julio) se conmemora el 81º aniversario del Alzamiento Nacional contra el Frente Popular que dirigía la II República Española por aquel entonces, un modelo de Estado que no era democrático, ni en sus comienzos ni en su final y que dejó tanto que desear que hasta los padres espirituales - Gregorio Marañón, Pérez de Ayala y Ortega y Gasset - dijeron que no fue lo esperado.
Como todos los años por estas fechas, la propaganda antifranquista inunda todos los medios de comunicación y redes sociales, también la política, sobre todo desde posiciones de izquierda y extrema izquierda. Antifranquistas dicen ser, aunque defiendan políticas públicas puestas en marcha en la dictadura y la base política y económica de un Estado que lo controla todo, fuera de caminos democráticos y liberales.
Hablan de nacionalizar la industria. Ahí tienen el experimento franquista con el INI (Instituto Nacional de Industria), que culpaba a la iniciativa privada y al capitalismo de no dejar prosperar la industria española. Resultado: el INI fue una ruina hasta el Plan de Estabilización y la correspondiente apertura comercial y económica, a finales de los 50 y comienzos de los 60.
Hablan de nacionalizar la agricultura, de ir más allá de la PAC y retomar la soberanía. Ahí tienen el SNT (Servicio Nacional del Trigo), que comenzó fijando precios máximos (escasez) y terminó subvencionando la producción (excedente). Con la escasez se produjo lo que se conoce como los “años del hambre” en la década de los 40. Según las autoridades franquistas, ésta década fue consecuencia de la Guerra Civil, pero historiadores económicos como Prados de la Escosura han demostrado que fue consecuencia de la intervención en el mercado del trigo, lo que produjo escasez primero (cartillas de racionamiento) y excedente después.
Antifranquistas pero también defienden con mucho ímpetu el sistema social creado por la dictadura, con la Seguridad Social y el salario mínimo a la cabeza (intervención del mercado laboral). Además, curiosamente, con los mismos argumentos: dar protección social al pueblo español a través del Estado, desconfiando y demonizando el capital privado y la libertad económica.
Quienes se dicen antifranquistas, pero ocultan su otra cara (comunistas y socialistas), suelen coincidir con la dictadura franquista en su visión de la economía (controlada por un Estado en sus manos), pero también de la política (limitaciones severas a libertades civiles y políticas). No son tan antifranquistas como dicen. En el fondo coinciden y lo saben, pero la hegemonía cultural ha demostrado que queda mejor decir que defienden la “democracia” de la dictadura del proletariado, la “democracia” de la revolución cubana. No son más que caras de la misma moneda.
81 años después, siguen trayendo la división y el antagonismo a la política española. Como ya hicieran sus referentes del Frente Popular y sus admirados Lenin y Stalin. Antifranquistas contra la dictadura mientras visten camisetas del Che y llevan banderas soviéticas repitiendo consignas leninistas. Hablamos de gente con muy poca integridad moral, desde luego.
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