Elecciones en Estados Unidos
El fraude electoral de Trump
Le llegó la hora. Expuesto ante los televisores de América en el último debate, Donald Trump dejó claro que su ignorancia en temas económicos y de política exterior le inhabilita para ser el próximo Presidente de Estados Unidos. La gran falsedad de que un hombre espectáculo, zafio y soberbio en su discurso, pudiera liderar al país más relevante en la política mundial, terminó como había empezado. Con un show televisivo similar al que aupó al magnate a la estúpida categoría de celebridad y más adelante a candidato del partido fundado por Abraham Lincoln. Se terminó. La falacia del fin de la clase política tradicional; del final de la globalización; del fin del libre comercio; del triste final de Europa y la OTAN. Se acabó. Trump perdió también el tercer debate y quedó a la intemperie intelectual ante los espectadores.
Pero aún inconsciente de que su única misión en esta campaña ha consistido en deteriorar la imagen de su país y de la democracia, el incauto Donald, ha decidido extender el rumor de que habrá un fraude electoral el día de las elecciones y advertir de que no aceptará el resultado. Antes de caer en el precipicio de la historia de Estados Unidos Trump pretende salvarse abriendo la puerta del fraude electoral. Consiguiendo así más minutos de televisión pero también más décadas de oprobio.
El fraude no es un argumento nuevo en las agitadas elecciones americanas. El respetable Partido Demócrata del siglo XIX, cambiaba con los inmigrantes en Nueva York tarjetas para nacionalizarse, por votos. El aún más respetable John F. Kennedy fue señalado por haber recibido el fraudulento apoyo de la mafia irlandesa. Y las muy notables dinastías de los Bush y de los Clinton – Gore, se enzarzaron en un recuento de votos en Florida, resuelto por la decisión del Tribunal Supremo en las elecciones del año 2000.
La cuestión en este caso es más sencilla. El fraude en esta campaña ha existido desde el principio. Se ha denominado Donald Trump y ha conseguido engañar con sus mentiras y desconocimientos a un sector importante del electorado. Pero los principales culpables de no haber denunciado con suficiente intensidad a este gran fraude político, el mayor de la historia reciente de Estados Unidos, han sido los responsables de campaña de Hillary Clinton.
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