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Te pido perdón, Diana
A ti y a tu familia.
Bien podría callar, o sumarme a la corriente y exigirles disculpas a terceros. Pero creo que lo mínimo que os debo; lo mínimo que os debemos; es dirigirnos a vosotros en primera persona. Y pediros perdón. Por lo que hicimos ayer, y por lo que hacemos hoy.
Sí, hoy. Hoy que sabemos quelo único que hizo Diana fue cruzarse en el camino de un malnacido; de un depredador sexual de la peor calaña; lo fácil es señalar a “ciertos” medios de comunicación o a “algunos” periodistas. “Esos” que en su momento se dedicaron a airear vuestras intimidades. Los que sugerían que el modo de ser de Diana, o los problemas matrimoniales, incluso la indumentaria de la niña; pudiesen haber ocasionado la desaparición... Pero es que aquello no se terminó entonces. Hoy periodistas y medios competimos por ofrecer los detalles más morbosos y escabrosos del crimen que cambió vuestras vidas para siempre. Que cuando se trata de no aprender de errores, somos incorregibles.
Como cuando ahora nos ponemos todos más éticos, limpios y puros que la madre que nos parió y señalamos a los medios olvidando que éramos nosotros, la audiencia, los que exigíamos carnaza entonces; y los que seguimos demandando hoy que se alimente nuestro morbo insaciable.
Los periodistas debemos hacérnoslo mirar. Cierto es que en la mayoría de los casos los medios son empresas privadas que sirven a sus clientes (esos que siempre tienen la razón), y que por consiguiente se deben a la audiencia; pero no menos cierto es que los periodistas nunca jamás debemos olvidar que nuestra función social va mucho más allá de dar al público lo que pide.
Al menos servidor no se tiró años en la facultad debatiendo sobre lo que debe ser considerado noticia y no, para luego informar sobre lo cortos o ajustados que eran los shorts de Diana Quer, los problemas matrimoniales de sus padres o si al discutir en su casa los insultos eran más o menos fuertes.
Pero al señalar al gremio periodístico no debemos olvidar que los medios dan mierda porque nosotros como audiencia se la pedimos. Y ya no solo porque hacerlo sería mezquino e hipócrita, sino porque necesitamos hacer un serio ejercicio de reflexión sobre la sociedad enferma que formamos y la sociedad que deberíamos ser. No hacerlo nos garantizará repetir lo que os hemos hecho a la siguiente familia.
Qué más quisiera yo que pensar que ‘el Chicle’ era el último hijo de puta desalmado que quedaba suelto en España, pero no caerá esa breva. Tarde o temprano será otra gente la que padezca lo que pasáis vosotros hoy; y nosotros daremos y exigiremos morbo, carnaza y mierda una vez más. Porque a base de señalar a otros y hablar en tercera persona renunciamos a aprender de nuestros errores, que era lo único mínimamente positivo que se podría haber extraído de todo vuestro dolor y sufrimiento. Y por eso, Diana y familia, aunque solo sea por eso, os pido perdón.
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