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Las personas inteligentes te harán reír
Muchas personas siguen considerando el sentido del humor como un asunto menor, un rasgo frívolo de la personalidad que, en un momento dado, puede servir como entretenimiento en una reunión de amigos, pero que está totalmente fuera de lugar cuando se trata de discutir sobre las grandes cuestiones de la existencia y la humanidad. Que la capacidad de reír y hacer reír no constituye una característica relevante en el ser humano ni, desde luego, una de sus virtudes primordiales.
Recientes investigaciones, sin embargo, han revelado que las personas con un desarrollado sentido del humor suelen tener una mayor inteligencia – a la que pocos discutirán su condición top como cualidad esencial del ser humano-. Con ello se abre un nuevo espacio de reivindicación para esas personas que saben manejar su sentido del humor. Porque todo parece indicar que los “listos” son ellos.
Varias investigaciones han venido a corroborar las capacidades aparejadas al sentido del humor. Uno de los más llamativos lo realizó recientemente la Universidad de Viena. En el mismo participaron 156 personas a las que se les mostraron las caricaturas de humor negro recogidas en el libro The Black Book del conocido dibujante Uli Stein. Los participantes debían decir si entendían el chiste y calificarlo en función de si lo habían encontrado bueno, vulgar, sorprendente o interesante. Al tiempo que anotaban sus respuestas, los investigadores también registraban diferentes parámetros cerebrales de los sujetos estudiados. Los resultados arrojados fueron concluyentes: aquellas personas que habían entendido los chistes y los habían disfrutado tenían un nivel educativo mayor. Pero, además, el experimento reveló que obtuvieron las mejores calificaciones en inteligencia verbal y no verbal, gestionaban mejor sus estados de ánimo y tenían comportamientos menos agresivos.
Una de las características que definen a las personas con un gran sentido del humor – entendido no únicamente como mera risa o diversión, sino más bien como una disposición mental y una actitud ante la vida- es que tienen una mayor capacidad para entender cualquier situación que se produzca en su entorno y para encontrar múltiples alternativas de respuesta frente a ellas. También se sabe ahora que disfrutan más de la vida y demuestran rasgos de inteligencia global, no sólo en el plano cognitivo, sino también en el emocional. En general, tal como ponía de manifiesto el experimento al que me refería anteriormente, sus niveles de agresividad son menores y esto les permite tomarse las cosas de otra manera. Con menos dramatismo.
Los motivos, una vez más, hay que buscarlos en nuestro cerebro. Y es que las conexiones neuronales que movilizan el sentido del humor son las mismas que trabajan al servicio de la creatividad. Esto quiere decir que las personas dotadas con mayor sentido del humor, especialmente de humor negro, suelen ser también muy creativas. Algo que tiene perfecta lógica si se tiene en cuenta que tanto el humor como la creatividad siguen caminos de funcionamiento paralelos.
La creatividad más disruptiva utiliza el pensamiento lateral para obtener los mejores resultados. Una fórmula que suele funcionar es aquella que sigue una ruta de tres pasos: localización del foco; desnaturalización, es decir, sacar del su estado natural a ese foco, lo que genera un gap creativo, y, finalmente, generación de nuevas conexiones a partir de ese gap. Este mismo esquema, utilizado habitualmente por los mejores departamentos de I+D y especialistas en design thinking del mundo, se lo hemos visto aplicar una y mil veces a los grandes humoristas. Ya se trate de un chiste, un gag o un monólogo, el cómico arrancará su actuación fijando nuestra atención en un foco, para sacarnos a continuación de ahí con un giro aparentemente casual y terminar enlazándolo de nuevo con el foco inicial a través de una nueva conexión inesperada que, si el chiste ha funcionado y el humorista ha hecho bien su trabajo, arrancará de nosotros una carcajada.
En uno de sus números más recordados, el maestro Gila salía a escena vestido con un casco y un uniforme militar y nos situaba así en un contexto bélico. A continuación desnaturalizaba la situación hablando no como se supone que se expresaría un soldado, sino más bien como lo haría nuestro vecino del 2º A. Finalmente, nos sorprendía cogiendo el teléfono para gestionar supuestas estrategias de batalla con la misma desenvoltura y cotidianidad con la que nuestro vecino llamaría al fontanero para informar de una fuga en una tubería de la finca. “¿Es el enemigo? ¿Cuándo van a atacar? ¿El domingo? ¿A qué hora? ¿Puede ser después del fútbol” ¡Genial!
La genialidad de Gila, como la de otros magos del humor absurdo desde Faemino y Cansado hasta los Monty Python, radica en que nos hace contemplar un fragmento de la realidad desde un prisma desnaturalizado, creando así nuevas conexiones que nos llevan a darnos cuenta de que esa realidad inicial –la guerra, en el ejemplo de Gila-, ya tiene de por sí mucho de sin sentido. Todo un despliegue de creatividad en movimiento que, aplicado al mundo empresarial, puede servir para generar nuevas y excitantes ideas para hacer las cosas de maneras diferentes.
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