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La política es asunto de todos, y punto
Me preguntan muchas veces ‘los mayores’, en tono de sorna, que si me interesa la política, como si este interés tuviera que tener una edad determinada. Señores: ¿no estoy en el mundo? ¿No uso la educación, la sanidad y los servicios públicos? ¿No sufro la crisis? Entonces, ¿cómo no me va a interesar la política, si mi futuro depende de lo que decidan los políticos? Por muy jóvenes que seamos, tenemos que tener claro que si no nos preocupamos de lo que sucede a nuestro alrededor, luego no podremos exigir explicaciones a nadie ni mucho menos lamentarnos de lo que nos ocurre.
Hay gente orgullosa de ser apolítica, y eso para mí no es ni más ni menos que no ver más allá de tus propias narices. Es una excusa y una forma de pensar egoísta e irresponsable, para despreocuparse de todo. “Que los demás se partan la cara por mí que después yo voy por las subvenciones, las ayudas y las becas”. Un apolítico es prácticamente un mueble en la sociedad. A esto algunos analistas políticos lo definen como analfabetismo político, y de esta despreocupación surge la corrupción. Ya lo dijo Platón: “El precio de desentenderse de la política, es ser gobernado por los peores hombres”.
Para combatir la corrupción política -ese hobby tan extendido en España-, nos debemos implicar en conocerla. Para mejorarla y que podamos controlar mejor a los que nos gobiernan o aspiran a hacerlo, porque de esa forma les resultará más difícil hacer y deshacer a su antojo. Hay que renegar de los políticos corruptos, no de la política en general. Sin embargo, si tomamos la decisión de despreocuparnos, lo van a tener facilísimo.
A mí claro que me interesa cuánto cobra un político, qué preparación tiene, cuántos idiomas habla, si tiene antecedentes, qué planes tiene... ¡Nos va gobernar!
Cuando alguien va a una empresa privada o pública para hacer una entrevista de trabajo tiene que contar su curriculum vitae con pelos y señales, además de demostrar todas sus capacidades y cualidades y pasar pruebas y test psicológicos, cosa que todos vemos normal y lógica. ¿Por qué no les exigimos lo mismo a los políticos y nos quedamos con los que verdaderamente valgan para el trabajo? La ‘empresa España’ necesita a los mejores. ¡Los estamos pagando nosotros, y si no exigimos un buen político nos va a robar, nos va a engañar y nos va a manipular!
Un político del siglo XXI debe tener talento, saber ser un líder, tener un nivel alto en conocimientos de todo tipo y trabajar solamente para el pueblo. Además, debe ser leal a sus ideas y principios y no cambiarse de chaqueta según le convenga, como hemos podido ver últimamente. No nos podemos permitir que para representar a un pueblo valga cualquiera. ¿Dejarías tu empresa, tu casa o tu querido coche en manos de alguien que no estuviera capacitado?
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