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La tortuga siempre llega: la fábula que no leen los millenials
Las prisas no son buenas compañeras, ni siquiera cuando nuestro equipo pierde por uno a cero y quedan tres minutos de partido. Seguro que nos atolondramos y no atinamos con el empeine. Pues lo mismo ocurre con el aceleramiento de algunos de los más jóvenes emprendedores que aspiran a obtener réditos a contrarreloj. Al igual que la comunicación es mejor recibida si el tempo es el adecuado, los procesos de aprendizaje y de desarrollo de proyectos también requieren de su ritmo. Nada más engañoso que la voz ‘aceleradora’ de startups, cuya principal misión es, aunque no lo parezca, asentar y bien la idea entre manos. Pues el mismo cuento podríamos aplicar en unas nuevas generaciones que aún con el bachillerato debajo del brazo aspiran a tener blindado su futuro, y su pasta, al mismo nivel que cualquier derecho constitucional. Hasta la Carta Magna precisó de tempo, y aún hoy, de pausada reflexión sobre sus propósitos.
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