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Los populismos y el gato Perico

Los populismos y el gato Perico
Los populismos y el gato Pericolarazon

Por Álvaro de Diego

El redactor y viñetista estadounidense Dav Pilkey ha alcanzado el éxito mundial gracias a la saga del Capitán Calzoncillos. A este peculiar superhéroe lo han creado en sus libros dos niños de primaria, Jorge y Berto, fanáticos de los comics y habitualmente enredados en todo tipo de trastadas. Policán es una especie de precuela, pues reúne historietas gráficas protagonizadas por un chucho policía, híbrido de perro y ser humano al que los citados Jorge y Berto dibujaron en la guardería. Pilkey, al que diagnosticaron dislexia, borda tramas desternillantes en las que se combinan el toque naíf de unos dibujos sencillos, diálogos escuetos e imprevisibles giros de guion propios de una película de los hermanos Marx.

El pérfido villano que se enfrenta con Policán responde al nombre de Perico. Se trata de un gato tan diabólico como adorable que pasa su tiempo, a partes iguales, ejecutando sus crímenes con escaso éxito y maquinando otros nuevos entre rejas. No tiene ningún propósito de la enmienda... para fortuna de los lectores. Uno de los episodios más descacharrantes nos presenta al felino utilizando el “Despalabratón 2000”, un arma que vacía los libros de sus textos y encamina a la humanidad a una Edad de Piedra de la inteligencia.

El ladino Perico, que conserva a buen recaudo su propia biblioteca, domina de inmediato el mundo, pero pronto cae en una profunda depresión: aquellos con cuantos se cruza no expresan más que estulticias y la televisión vomita de continuo basura indigesta (en esto hay menos imaginación). El argumento, desde luego, recuerda el de Fahrenheit 451, la novela distópica de Ray Bradbury en la que los libros están prohibidos y existe un cuerpo de bomberos destinado a incinerarlos.

La realidad quizá resulte más sencilla y se explique con un metáfora nutricional. Franklin Foer, en Un mundo sin ideas, sostiene que las grandes tecnológicas como Amazon, Facebook o Google se proponen automatizar nuestras decisiones cotidianas invadiendo impunemente nuestra privacidad. La comida rápida y precocinada nos esquivó desde el principio el fastidio de reunir todos los ingredientes y prepararlos adecuadamente. Nos ahorró tiempo, pero no nos salió gratis. Fabricada para hacernos engordar, no sacia igual nuestra hambre y esquilma ingentes recursos medioambientales (el ahorro de costes hacina pollos en gallineros plagados de heces a los que se atiborra a antibióticos).

La revolución de las redes sociales favorece esta indigencia intelectual. Estas comunidades virtuales priorizan -viralizan- lo llamativo, no lo verdadero o relevante. Acaban conduciendo a la distracción y la futilidad cuando, paradójicamente, Aristóteles pensaba que privar de ocio a la inteligencia suponía degradarla.

El gran gurú de los actuales populismos de derecha se despacha a gusto en una entrevista reciente en la que afirma estar encantado con la nueva figura rutilante de la izquierda norteamericana, Alexandria Ocasio-Cortez. Steve Bannon, ex asesor de Trump, afirma que esta joven “no sabe mucho y lo que sabe es completamente equivocado, especialmente en economía”. Ahora bien, a la vez aprecia que “hoy es la rockstar número uno de la política estadounidense” y ha sacudido al establishment, que es de lo que se trata. Por eso, la querría de su lado.

Al margen de ello, Bannon apunta una idea verdaderamente interesante: Trump tenía un mensaje “nacional populista” que resultaba “tan poderoso que si seguía confiando en él, aunque los medios dijeran que era el diablo, ganaría”. Y aquí deberían hacer autocrítica los medios de comunicación tradicionales, por dar pábulo a informaciones que, cuando menos, han faltado en alguna medida a la verdad en su afán de desacreditar a los políticos excéntricos.

A pequeña escala, un caso paradigmático ha sido el de VOX y su proposición sobre la tenencia de armas. Su líder hizo una declaración que probablemente se tergiversó de partida. Pero ninguno de sus responsables se tomó la molestia de desmentir la mayor ante los medios. Conseguido el efecto del foco mediático, otro de sus dirigentes abrió un hilo en Twitter para aclarar la cuestión. Ante sus simpatizantes, sin intermediarios. Cuanto más la estigmaticen desde las cabeceras y la radiodifusión tradicionales, más previsiblemente subirá la formación en intención de voto.

Para unos y otros, partidos emergentes y medios tradicionales, la lección debería quedar diáfana. El gato Perico lo sufre de continuo en sus propias carnes: hay victorias que no merecen la pena.