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Periodismo de bufanda y orinal
Por Víctor Núñez
El periodismo postmoderno, postverdad y, hasta en algunos casos, postmorten ha conseguido que la “espectacularización” de la información sea ya una realidad más que asumida, especialmente, en el ecosistema televisivo. Pero dentro del periodismo existe una modalidad que ha logrado mimetizarse de tal forma con su ámbito de actuación que ya se ha convertido en parte misma del gran espectáculo de masas de nuestro tiempo: el fútbol.
El poco edificante show de las tertulias deportivas televisivas no es más que la máxima expresión de lo que se viene conociendo como periodismo de bufanda. No hace falta que desde aquí demos nombres, todos tenemos a unos cuantos en la cabeza y los hay de todos los colores. No solo no tienen ningún empacho en declararse aficionados a un club o a otro, sino que aparecen vociferantes envueltos en la bandera o bufanda del club de sus desvelos, increpando acaloradamente a otros periodistas/hooligans o deportistas convertidos por la magia televisiva en periodistas (¡ojo! algún ex-futbolista da lecciones de ecuanimidad y rigor a más de un plumilla).
Estas muestras irredentas de amor a sus colores -o a la voz de su amo-, para algunos puede parecer una muestra de sinceridad y de honestidad, incluso, podríamos aceptar el pulpo doméstico, de no ser porque estos periodistas convertidos en hooligans ocupan cargos importantes en redacciones deportivas y que el periodismo debe ser de todo menos militante y fanático, o en todo caso solo de la verdad, aunque ésta duela, que diría el maestro vasco.
Lo peor de este espectáculo no es el daño que se le infringe a nuestra ya de por si desguazada profesión, lo peor es la influencia que el deporte ¿rey? ejerce en la sociedad y, especialmente, entre los más jóvenes. Como si ya de por sí niños y adolescentes no tuvieran suficiente deformación con oír la oratoria picapedrera de los futbolistas cuando nos regalan una de sus peroratas por los micros de los medios, además, ahora tienen que contemplar como los respetables periodistas se enzarzan en encendidos debates sobre el corte de pelo de uno de los cracks, las pasiones más o menos rijosas de otro, sobre si los árbitros apoyan a A o a B...
Mientras tanto, cientos de deportistas humildes se dejan los mejores años de su juventud persiguiendo un sueño, o dando gloria a nuestro deporte, sin que los sesudos periodistas envueltos en sus bufandas les dediquen ni un minuto de su valioso tiempo. Aquí quiero romper una lanza por el deporte femenino español que en los últimos años ha sido el que ha mantenido el tipo del deporte patrio en distintas competiciones como así demostraron las Belmonte, Marín, Beitia, o las chicas del baloncesto, balonmano y otro buen número de deportes donde, a base de humildad y sin prácticamente el apoyo de los medios, han dado una lección de coraje, esfuerzo y excelencia.
Afortunadamente y para no ser tan apocalíptico, cabe afirmar que no todo el periodismo deportivo es frívolo y zafio. Existen ejemplos muy dignos e innovadores dentro del género, Desde nuevos y atractivos formatos en medios digitales, pasando por el uso de nuevas narrativas a través de redes sociales, hasta llegar a la precisión del periodismo de datos o incluso el uso de realidad virtual y aumentada. Por último, no quiero olvidarme de proyectos de gente joven y entusiasta que han puesto en marcha iniciativas de periodismo deportivo tan originales como bien intencionadas a través de podcast, blogs y otros medios digitales.
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